Depresión, tristeza y pena en tiempos de pandemia
Por: Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y magíster en salud mental del niño adolescente y familia

Hace más de dos años una plaga se expandió por todo el mundo y generó la muerte de más de dieciséis millones de seres humanos, la mayoría de ellos con comorbilidades médicas. Hace menos de un mes la Organización Mundial de la Salud en su estudio epidemiológico concluyó que la cantidad de muertos por la pandemia de COVID-19 en Perú fue de cerca de 350 000, colocándonos como el país con mayor índice de mortalidad a nivel mundial.

HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

La epidemia de la COVID 19 no solo generó un importante número de fallecidos, ¡generó una gran cantidad de heridos emocionales!, millones en nuestro país, miles de millones a nivel mundial.

Cada uno de nosotros somos sobrevivientes de un tiempo difícil, sobrevivientes de una época en dónde los servicios de salud colapsaron y en dónde no se pudo decir adiós a nuestros fallecidos; sobrevivientes de una era en donde el encierro prolongado, el aislamiento social y la pena por tantas cosas que perdimos fue la norma.

Cada uno de nosotros ha vivido una vida plena a lo largo de muchos años y luego de dos agotadores años hemos contemplado casi meditabundos que la pandemia nos ha herido en el lugar más sagrado de nuestro ser: nuestro cerebro emocional y nuestro cerebro racional.

Los seres humanos llenos de dicha y alegría que vivían en un mundo rebosantes de dicha ahora viven aletargados y llenos de disforia. El júbilo ha dado pase a la nostalgia y las heridas emocionales ahora destilan gotas de tristeza. El desamor por la vida llena la conciencia de muchos seres humanos.

La pandemia nos ha golpeado muy fuerte y nuestras defensas emocionales han sucumbido como en ningún otro momento de la historia. La pandemia ha labrado oscuros surcos en nuestro rostro y la melancolía ha pintado nuestro futuro en blanco y negro.

Se estima que más de la mitad de peruanos ha sufrido alguna reacción de estrés agudo o de estrés post traumático y que la prevalencia de depresión se ha duplicado especialmente en las ciudades que se ubican en el sur del país, dentro de ellas nuestra Arequipa.

Nuestra población ha sucumbido emocionalmente ante este tiempo difícil y debemos todos juntos tejer hilos de esperanza y compromiso en cada uno de los miembros de nuestra sociedad

Debemos, todos juntos, enfrentar esta nueva pandemia “llamada depresión” y debemos de ayudar a todos aquellos que hoy experimentan insomnio, baja de apetito, cansancio, irritabilidad, tedio, cansancio, y tristeza.

Cada uno de nosotros, en verdad, somos seres humanos maravillosos que hemos enfrentado muchos desafíos en la vida y que hoy, más que nunca, debemos de desarrollar una importante gestión emocional para lograr salir de la encrucijada de la depresión y de su secuela más grave, el suicidio.

Cada uno de nosotros somos seres maravillosos que en base a cada aprendizaje y a la asimilación de los principios de la inteligencia socioemocional podemos librarnos de las cadenas del negativismo, la tristeza y la aflicción.

Cada uno de nosotros, maestros inolvidables en la memoria de nuestros seres queridos, debemos asumir un compromiso irrenunciable con nuestra vida. Este compromiso debe basarse en trabajar la pirámide del conocimiento personal, en descubrir cada día cada una de nuestras distintas capacidades desarrolladas y en potenciar con mucho esfuerzo y aprendizaje nuestras capacidades por desarrollar.

En esa misión irrenunciable debemos entender que cada experiencia de la vida está ahí para sacar lo mejor de cada uno. La vida no esculpe sus pruebas para debilitarnos o para sepultarnos bajo ellas, ¡no!, la vida escribe el libro de nuestras vidas con cada desafío que despierta nuestras emocionales y pone en alerta nuestros más profundos pensamientos con un único fin: ser cada día mejor que ayer.

Hoy debemos vivir enamorados de la vida y para enamorarnos de ella debemos valorar a plenitud cada parte de nuestro cuerpo y cada pensamiento y sentimiento de nuestra mente. ¡Debemos vivir enamorados de nuestras sonrisas y de nuestros llantos, de nuestras alegrías y nuestras caídas, de nuestra euforia y de nuestro dolor!, en fin, debemos vivir enamorados de nuestros triunfos y caídas y más de cada profunda aflicción.

Aquel que vive enamorado de su vida sabe que cada lagrima de dolor es un motivo para esforzarnos más, que cada aflicción no es más que una motivación para arengarnos a dar lo mejor de nosotros y que cada perdida no es más que el recuerdo de una lección inolvidable que nos invita a vivir a plenitud cada momento de la vida porque la vida solo tiene un inicio y nunca un final.

La depresión post COVID ha venido a quedarse a vivir en nuestra comunidad y cada uno de nosotros debe prepararse para enfrentarla hoy, mañana y quizá siempre, ya que la sombra de la depresión siempre se hará más grande cuando el sol cae en la tarde.

La COVID 19 no solo vivo a afectar nuestro pulmón y corazón, sobre todo vino a dañar nuestro cerebro y las emocionales que viven en el. Ahora conocemos la verdad, ahora sabemos lo que debemos hacer… ahora estamos preparados con valor emociona

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