REFLEXIONES – La doble moral
Por: Rubén Quiroz Ávila – Presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía, profesor universitario

Cuando se piensa en el bien común, muchos lo usan como una coartada para sus fines más subalternos. Aparecen términos que tienen la apariencia de un amor inmenso por la humanidad o un dechado de cariño por el prójimo y la patria. Incluso, camuflados como llamados a la virtud, son predicados públicamente con gestos premeditadamente conmovedores.

Entonces, usan palabras como “es por el bien del país”, “lo hacemos por tu futuro”, “nos preocupamos por ti”, “te representamos”, “lo hacemos por tu bien”, “es por la democracia”, etcétera. Suelen usar una cadena de frases hechas, de palabras vaciadas o distorsionadas totalmente de significado, en la que no importa lo real, sino los oscuros objetivos que están detrás de ello.

Aquí sucede una fractura entre lo que se dice y lo que realmente se hace. Las palabras son usadas como artilugios, pretextos tácticos en los que la conciencia sobre sus acciones ya perdió cualquier rasgo de pudor. Es una forma del cinismo más despiadado. Es una demostración de calculada astucia y no una consecuencia lógica de reflexiones éticas. La verdad tiene poco que ver para estas mentalidades. Lo que interna y realmente creen es que los sentimientos son cálculos interesados. El amor, un estorbo. La lealtad, un arcaísmo. La solidaridad, la fraternidad, el afecto, solo para perdedores. Por supuesto, dirán que realmente sienten lo que expresan, pero solo son artilugios bien montados.

De ese modo, el vocabulario populista se extiende imparable y flexible en tanto sea útil a los intereses codiciados. Con ese perfil, sin escrúpulos, sin atisbos de arrepentimiento, todo es posible. Las reglas no están hechas para ellos; es más, la interpretan según conveniencia y urgencia. La moral se convierte en un concepto que puede ser financiado, negociado, estirado a la capacidad del bolsillo, el capricho y la ideología. Por un lado, dicen defender al prójimo, al mundo, al país, de toda forma del mal; por el otro, ellos son el mal.

Cuando aplican esa doble moral en las organizaciones su poder de persuasión tiene un plan de marketing. Pueden fingir solidaridad con poblaciones vulnerables, toman la foto para las redes sociales, el registro visual ‘instagrameable’ y, terminada la puesta de escena, se olvidan completamente de ellos. Tal vez tengan hasta oficinas de responsabilidad social, de voluntariado, alguna forma para calmar la conciencia; sin embargo, simultáneamente destruyen el medioambiente, abusan de sus trabajadores, permiten la discriminación, hacen componendas planeadas, no pagan impuestos o la hacen larga, tienen prácticas de cártel o conspiran contra la voluntad popular.

Esta situación nos coloca al borde de la desesperanza. Pero también nos aterriza. Nos invita a la cautela ante todo llamado a una cruzada por el bien. Nos alerta, si tenemos la suspicacia necesaria, de todos aquellos que sermonean buscando, falsamente, el bienestar común.

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