TEXAS Y CRIMEA
Por: Anthony Medina Rivas Plata – Director de la Escuela Profesional de Ciencia Política y Gobierno UCSM

“En política el tiempo no es neutral. Hay ventanas de oportunidad que te permiten tomar ciertas acciones arriesgadas en un determinado momento histórico; pero luego cambian los actores, las ideas y los valores, por eso hay que saber identificar los momentos y aprovecharlos”, dijo en alguna de sus intervenciones Henry Kissinger, ex Secretario de Estado del Presidente norteamericano Richard Nixon, y uno de los padres teóricos del Realismo Político en la diplomacia contemporánea. De igual manera, preguntado por la anexión rusa de Crimea, ex provincia ucraniana, en 2014, el Presidente ruso Vladimir Putin dijo: “(…) Crimea es territorio ruso, la mayoría es rusa, de etnia rusa e idioma ruso. Que haya estado ubicada en Ucrania es simplemente una circunstancia propia de una época que ya pasó. Y, aun así, asumiendo que hayamos hecho algo irregular, no hicimos nada distinto a lo que hicieron nuestros amigos norteamericanos para apoderarse de Texas”.

En efecto, Putin tenía razón. Durante la primera mitad del siglo XIX, México fomentó la llegada de colonos norteamericanos a sus territorios del norte, sumamente alejados de la Capital Federal, históricamente descuidados por el Estado y bajos en población. Estos migrantes eran mucho más educados y productivos que sus pares oriundos del país empezaron a tener problemas con el gobierno mexicano en pocos años. Esto llevó a que los migrantes estadounidenses, ya afincados con sus familias en el territorio texano, empezaran a promover consultas populares para poder anexarse como estado asociado a los Estados Unidos. Dicho proceso, que implicó un conflicto armado entre ambos países, se extendió hasta 1848 cuando con la firma del Tratado Guadalupe-Hidalgo, México traspasó a los Estados Unidos casi la mitad de su territorio, compuesto por los territorios de los actuales estados de Colorado, Nevada, Wyoming, Utah, California, Nuevo México, Arizona y Texas.

A diferencia del largo proceso de anexión territorial de los Estados Unidos, la toma de la Crimea Ucraniana por Rusia fue un proceso relativamente limpio y rápido. Como antecedente, el ex Secretario General del PCUS, Nikita Kruschev, quien era ucraniano, cedió la península de Crimea a la República Socialista de Ucrania en 1954, asumiendo que de igual manera seguiría formando parte integral de la URSS. Como resultado del conflicto entre ambos países luego del ‘Euromaidán’ (Revolución Ucraniana) de 2013, los territorios de etnia rusa en el este de Ucrania se declararon en rebeldía contra el nuevo gobierno pro-occidental y buscaron estrechar sus vínculos con la Rusia de Putin. Dentro de estos territorios, el de Crimea también propuso una consulta popular que fue favorable a la separación de Ucrania, solicitando posteriormente su anexión a Rusia como territorio federal. Este hecho, considerado ilegal por las Naciones Unidas, generó una de las peores crisis diplomáticas entre Rusia y los Estados Unidos desde el fin de la Guerra Fría.

Si comparamos ambos procesos, existen más argumentos favorables a la toma de Crimea que a la anexión de Texas. Si bien este último proceso se basó en el descuido y poca capacidad de México para administrar su propio territorio; este seguía siendo parte integral de dicho Estado, y su anexión implicó un sangriento conflicto de muchos años en donde se impuso el poder puro y duro a de un país sobre otro. Todo lo opuesto a la situación en Crimea, que habiendo sido parte histórica del viejo Imperio Ruso (el llamado ‘Kievan Rus’), su anexión a Rusia se realizó de manera pacífica, voluntaria y sin disparar una sola bala. Sin embargo, vale la pena traer a colación las palabras de Kissinger señaladas líneas arriba: Entre Texas y Crimea existen más de 150 años de diferencia.

En el siglo XIX era perfectamente legítimo, comprensible y razonable anexar el territorio de un tercer país luego de una victoria militar, ya que para entonces no existían argumentos jurídicos, ni apelaciones a la paz mundial, la democracia u otras consideraciones. De otro lado, en el año 2014 tenemos casi 60 años de existencia de la Organización de las Naciones Unidas, para la cual la integridad territorial de los Estados es considerada principio fundamental del orden político y del Derecho Internacional. A pesar de las diversas tensiones y conflictos ocurridos en el mundo desde 1945 en adelante, las anexiones territoriales y separatismos no han estado exentos de controversias y debates, independientemente de los intereses geopolíticos en conflicto, ya sea en el Norte de Chipre, Kosovo, Osetia del Sur u otros. Lo que ocurrió en Texas en el siglo XIX simplemente no puede volver a ocurrir, al menos mientras el actual orden internacional siga vigente, o sin una conflagración militar de alcance igual o mayor al de la Segunda Guerra Mundial.

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