El lenguaje ideológico inclusivo
Por: Jorge Varela – El Montonero

Desde la Torre de Babel el hombre ha querido darse a entender, no siempre con prístina claridad. Pero ¿qué se esconde tras el denominado lenguaje inclusivo? ¿Una distorsión idiomática propalada por diletantes perezosos que no saben cómo ocupar su tiempo? ¿Una modalidad de expresión gramatical defectuosa? ¿Un artilugio retórico destinado a provocar? ¿Un intento perverso y mañoso de difusión ideológica? ¿Una tendencia pasajera que no hará verano? ¿Un afán malintencionado de confundir a los hablantes? Desde la Torre de Babel el hombre ha querido darse a entender, no siempre con prístina claridad.

Si el objetivo es incorporar a lo que se considera género históricamente postergado y a quienes se identifican con determinados sectores de la humanidad, no parece que se esté logrando con eficacia. Se dirá que no se pretende la universalización de este lenguaje, sino solo tributar un homenaje a las personas dominadas, perseguidas o sujetas a maltrato, y efectuar una condena moral a los discriminadores que en el mundo han sido y todavía lo son.

Leamos entonces la opinión (¿o confesión?), de una académica: “No decimos que el lenguaje inclusivo vendría a solucionar problemas como la violencia de género o la invisibilización de grupos de personas, pero sí es un gesto político, militante, que enriquece los debates críticos del esencialismo biológico” (Marcela Vargas, subdirectora Escuela de Historia y Ciencias Sociales, de la Universidad Austral de Chile, 2 de junio de 2021). Según ella, es “un gesto que incomoda, que tensiona”.

Sandeces

Durante el curso de los días recientes hemos oído –también leído– a personas que, no obstante ser detentadores temporales de cargos públicos importantes, sin conciencia plena incurren en deslices increíbles al expresarse mediante este lenguaje supuestamente inclusivo. Ellos emiten –como autómatas– frases carentes de lógica, confusas, propias de perturbados o perturbadores, sin pensar en su alcance. Hay gobernantes que se han dirigido a sus audiencias utilizando expresiones como: “millones y millonas”, “miembros y miembras”, “portavoces y portavosas” y demás dislates. (Alberto Benegas Lynch, “Un lenguaje inclusivo que divide”. Infobae, 24 de octubre de 2020)

Incluso el ministro chileno de Educación ha hablado de “las y los establecimientos educacionales” (de enseñanza); y el subsecretario de Salud a su vez, se ha referido a: “los y las medicamentos”. Nuestro querido Andrés Bello, primer rector de la Universidad de Chile, quien fuera el gran redactor del Código Civil, además de ilustre hombre de letras, habría caído desfalleciente después de escuchar estas sandeces. Como para exclamar: ¡Señor apártame de estas lenguas! o ¡déjame sordo y sin visión!

Posición de la RAE

¿Qué sentido tiene estropear una lengua rica y hermosa? La Real Academia Española (RAE) se ha pronunciado con respecto al uso de la ‘e’ (en lugar de la “o” del género masculino y la “a” del género femenino) en el lenguaje inclusivo, considerándolo innecesario y ajeno. Ha sostenido que de por sí el idioma tiene una variante para la inclusión: el masculino gramatical que “cumple esa función como término no marcado de la oposición de género”. Su postura es de rechazo al tipo de expresiones como ‘todxs’, ‘todes’ o ‘tod@s’ por “innecesarias”. Sostiene que las palabras en masculino “pueden abarcar el femenino en ciertos contextos”.

La diglosia: una situación lingüística artificial

Mediante el lenguaje inclusivo solo se está abordando la superficie del tema relativo a la desigualdad de género. Concepción Company, investigadora del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), dice que “vivimos una situación lingüística conocida como diglosia, en la que una comunidad de hablantes usa dos variedades de una misma lengua. Ahora bien, el lenguaje inclusivo está restringido al ámbito de las feministas y al de los políticos; es decir, no refleja la lengua española cotidiana.”

Si bien la lengua española permite el desdoblamiento léxico (mención expresa de los dos géneros) en un rango reducido de sustantivos, (como niños y niñas, alumnos y alumnas, ciudadanos y ciudadanas), “en el lenguaje oral y escrito de todos los días, incluso en el lenguaje literario, no se pone en práctica el desdoblamiento léxico porque resulta bastante artificial y ajeno al funcionamiento de los patrones estructurales de la lengua española, aunque siempre ha estado allí. Por ejemplo, en el siglo XVII, Quevedo ya hablaba, con ironía, de ‘pobres y pobras’, y, después de él, muchos otros autores lo siguieron poniendo en práctica, también con ironía”, añade la filóloga Concepción Company, integrante de la Academia Mexicana de la Lengua.

De inclusivo a discriminatorio y anti estético

El lenguaje inclusivo al convertirse en instrumento arbitrario al servicio de un posicionamiento ideológico-político sesgado, no solo está traicionando las débiles razones de su sustento en cuestión, además ha contribuido a afear el idioma y comenzado a deslizarse por un desvío que termina en lo discriminatorio y excluyente. “Hasta la irrupción de esta moda el lenguaje incluía a todos, pero hoy divide”, según el citado Alberto Benegas Lynch. Para los escritores Mario Vargas Llosa y Arturo Pérez-Reverte el lenguaje inclusivo es una aberración y una estupidez. Esto por el afán de imponer un discurso a contramano.

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