Aquella bondad que debiera de guiar nuestros actos
Por: Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia
Una de las muestras más evidentes de nuestra humanidad son las muestras bondad que podemos exteriorizar hacia todos aquellos que nos rodean, en especial a los más necesitados.
La bondad es una virtud propia de los seres humanos y se caracteriza por la compasión que sienten, en un momento dado, las personas por sus semejantes y también por los animales, actuando siempre en beneficio de ellos sin ningún tipo de interés personal, simplemente por el hecho de hacer sentir bien al prójimo.
La persona que practican la bondad se le llama “bondadoso”, y el ser bondadoso significa ser benevolente con los que se encuentren a su alrededor, siempre procurando el beneficio del prójimo a través de acciones humanitarias, aliviando el dolor humano, defendiendo los derechos humanos y atendiendo sus necesidades.
La bondad es también una capacidad que diariamente podemos ir desarrollando en base a mucha entrega, compromiso y sacrificio.
Los hogares maravillosos son escenarios de vida en donde los padres maravillosos educan a sus hijos en bases a pilares importantes para el desarrollo del ser humano y uno de esos pilares es la bondad.
Un padre maravilloso sabe en su corazón enamorado por la vida que la misión que tienen cada ser vivo es la dar y, la bondad, es la forma más hermosa de dar no solo aquello que nos sobra sino es aquella mágica forma que nos lleva a entregar en los mejores momentos de nuestra vida aquello que nos falta.
Un hijo bondadoso sabe compartir con aquellos que le rodean, es aquel vive alegre al saber que ha servido y es aquel que en su eterno vivenciar no cesa en su magisterio de poder extender una mano para ayudar a aquel que se ha caído o que sabrá abrazar cuando alguien experimenta una pérdida significativa.
El hijo bondadoso no sabe de ira, cólera, frustración o rencor, dentro de su diccionario mental solo existen las palabras que albergan solidaridad, compañerismo y altruismo.
Aquel maestro maravilloso que se esfuerza desde inicio de año en educar alumnos comprometidos con la virtud de la bondad hallará siempre un momento de descanso al día al contemplar la alegría en el juego de sus pupilos.
El maestro maravilloso que cultiva el jardín mental de sus niños con semillas de bondad y agua de esperanza cultiva con el paso de los meses y años estudiantes comprometidos con el estudio y cariñosos con sus padres, alumnos que siempre estarán prestos a ayudar al compañero con sus obligaciones escolares y más aún con sus problemas existenciales.
Un aula llena de alumnos maravillosos cultivados en la bondad es un aula donde el apoyo para el aprendizaje es constante y es un ambiente en donde todos son los primeros y los últimos a la vez.
Lamentablemente hoy vivimos en ambientes familiares y académicos lejos del pilar de la bondad. Los padres se dedican a enseñar a sus hijos la autodefensa y la violencia innata a esos actos y no piensan en el daño que esas conductas generar en ese ser humano años después.
Hoy en día las aulas de las escuelas y colegios se hallan a abarrotadas de alumnos que ignoran la palabra bondad en su léxico y que solo desarrollan sus actividades bajo el principio de la inteligencia lógica matemática, la inteligencia menos eficiente para desarrollar las hermosas capacidades humanas.
Si las aulas de nuestras instituciones educativas dejaran de ser páramos de bondad y se convirtieran en jardines de bondad de seguro que el rendimiento académico sería mayor y los logros académicos serían más significativos por una sola razón: la antítesis de la bondad es el egoísmo y la ruina de la especie humana halla su mejor caldo de cultivo en el nivel más elevado del egoísmo, el egocentrismo.
Hoy los invito a cada uno de ustedes, padres y madres con todas las capacidades para ser maravillosos a que se dediquen por un momento breve a cultivar la bondad diaria en sus hijos.
Los invito a compartir sus historias de vida y a deleitarse con aquellos relatos llenos de aprendizaje y de tanta alegría. Los invito también a llorar con bondad al evocar tantos aprendizajes difíciles a lo largo de tantos años de vida y los invitó a cobijar su corazón con bálsamos de solidaridad ante tantas heridas emocionales vividas en ira y frustración.
Los invito a cultivar la mayor bondad en el jardín mental de los hijos al enseñarles a abrazar con eternidad y a perdonar con intensidad, los invito a gestionar el mayor de los regalos en sus hijos al enseñarles a agradecer cada detalle que el mundo les da.
Los invito a que en ese ámbito de bondad sean generosas con sus palabras a ellos y les digan lo maravilloso que ellos son, los invito a ser bondadosos con sus horarios de sueño y de alimentación y los invito a ser bondadosos con aquel tiempo eterno que pasen a compartir con sus hijos.
Quiero que sienten la alegría de aquella experiencia que les relato y luego de ello quiero que me respondan a la siguiente pregunta: ¿vale la pena vivir en bondad?.
DATO
Si tu respuesta es positiva de seguro que serás un padre o un maestro maravilloso que acaba de descubrir el más hermoso jardín de la vida… nuestra vida misma.