Gravedad de la coyuntura internacional
Por: J. Eduardo Ponce de Vivanco – El Montonero

Aprovechando la Cumbre de las Américas, y antes que los indígenas ecuatorianos se levantaran por enésima vez contra Quito, el Presidente Guillermo Lasso fue entrevistado en Los Ángeles por Fernando del Rincón. El elemento central de su argumento para explicar la crisis del Ecuador era la infestación del narcotráfico, con todas las distorsiones y perversidades que comporta para un país que colinda con Colombia y el Perú, principales exportadores mundiales de cocaína.

Entre sus inteligentes disquisiciones, Lasso hizo hincapié en la bienaventurada paz con nuestro país y recordó la enemistad histórica que, además de enfrentarnos, determinó el tipo y características del armamento que ambos adquirieron para estar preparados por si fuera necesario, como lamentablemente ocurrió en más de una oportunidad.

No cuesta mucho derivar dos importantes reflexiones de lo anterior.

La primera concierne a los dos países y al armamento que tan onerosamente adquirieron para pertrecharse. Me refiero a la inquietud que plantea su verdadera o potencial utilidad en la coyuntura, tanto bilateral como regional, pues resulta por lo menos aventurado imaginar eventuales enfrentamientos por tierra, aire o mar entre los vecinos de esta región. No faltará quienes se sientan tentados a pensar en la obsolescencia de nuestro parque bélico o su dudosa eficacia para luchar contra el narcotráfico o el terrorismo. La compleja problemática que comportan demanda un verdadero énfasis en la aplicación de tecnología de punta y la preparación especializada de los profesionales que se requiere.

La segunda reflexión toca muy especialmente al Perú, en la medida que Rusia (y ad lateres) han sido –¿lo siguen siendo?– fuentes muy importantes de aprovisionamiento militar y, por consiguiente, de los servicios de mantenimiento que requiere el equipamiento sofisticado.

A nadie puede escapar el entroncamiento de esta relación de servicios militares con el nefasto predicamento en que la patológica megalomanía de Vladimir Putin ha puesto a Rusia, y los aliados occidentales que abominan “su” guerra contra Ucrania. Y el inmenso desprestigio, además de la merecida condena, que ha significado para Moscú en la mayor parte del mundo civilizado.

Es una situación que trastornará gravemente el orden y la paz internacionales por un tiempo difícil de anticipar, y con consecuencias que ya pesan sobre los hombros de la humanidad. Esta enorme conflagración de alcances mundiales demanda un análisis profundo, y ajustes no solo en nuestra política exterior sino también en el ámbito de nuestras Fuerzas Armadas y su aparato de inteligencia.

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