El tercer mandamiento de la felicidad: la eterna paciencia
Por: Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia
Los padres y maestros maravillosos saben muy bien que los ladrillos de paciencia un día construirán el palacio de la felicidad y que detrás de aquellas imponentes murallas vive la constancia, la dedicación y la perseverancia. Los padres maravillosos enseñan sus hijos el arte de la paciencia dedicándoles todo el tiempo del mundo y dialogando infinitamente con ellos.
HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA
Los hijos de padres maravillosos conquistan sus escuelas y colegias con alegrías perennes y gozo incesante, en sus palabras solo existe la devoción perpetua ante aquellas responsabilidades que deben asumir y la entrega plena sin duda ni murmuración hacia su compromiso con la vida.
Los hijos de padres maravillosos gozan de la mayor felicidad del mundo al llevar a cabo sus actividades, ellos saben ciertamente que toda tarea se construye con ladrillos de paciencia y que estos ladrillos se unen con cemento de alegría y buena consideración.
El hijo de padres maravillosos nunca muestra ansiedad alguna ante el desarrollo de sus tareas u obligaciones escolares, ellos eligen el camino sembrado de flores de oportunidad por aprender algo nuevo y la sorpresa por desarrollar un nuevo aprendizaje en sus senderos de vida.
Los hijos de padres maravillosos viven su paciencia como el propósito más grande de sus vidas, ellos saben en lo más profundo de su ser que todo aquello que se construye con prisa puede pronto caer y que la ansiedad por lograr un objetivo muchas veces es la mayor trampa en la ejecución de nuestras labores.
Los hijos de padres maravillosos cada día se deleitan al contemplar los escenarios que les rodean y ven en cada nueva flor y en cada nuevo paisaje algo nuevo que los deleita y les genera placer; ellos saben de acuerdo a su formación en los principios de la inteligencia socioemocional que aquel que tienen paciencia tiene la oportunidad de saciarse con cada novedad de la creación y que ese deleite da luz a sus vidas.
Los hijos de padres maravillosos cultivan con cada nuevo amanecer mejor índices o niveles de paciencia y ellos saben muy bien, que la persona que tiene paciencia desarrolla el doble o el triple de oportunidades para resolver los diferentes problemas académicos que le presenta el sistema de educación y sabe mejor que nadie que el arte de la paciencia les da diez o más veces la oportunidad para poder establecer un diálogo aleccionador y creativo con las personas que le rodean.
Los hijos de padres maravillosos abrazan fuertemente y sin apuro alguno disfrutan el momento del abrazo. Los hijos de padres maravillosos disfrutan con la misma pasión y asertividad un compartir, una fiesta, una práctica deportiva o el desarrollo de cualquier tarea.
Los maestros maravillosos anhelan aulas académicas llenas de alumnos pletóricos de paciencia y para ellos trabajan desde los primeros niveles el difícil y complicado arte de la paciencia. La primera gran lección que enseñan es la maravillosa lección del poder del silencio. Solo aquel que no habla puede decir las mejores palabras, solo aquel que espera el mejor momento para compartir sus pensamientos sabe compartir lo mejor que tiene.
Los maestros maravillosos llevan a sus niños a los jardines de los colegios y los invitan a deslumbrarse con los colores de las flores y la geometría imposible de los pétalos. Los maestros maravillosos invitan a sus estudiantes a degustar el arte de la contemplación sin tocar siquiera el objeto que deleita sus sentidos.
Los maestros maravillosos cultivan el dialogo alturada en sus aulas del saber y buscan siempre que cada alumno busque las mejores frases y oraciones al expresar sus pensamientos hacia un compañero de estudios o un maestro de clase.
Los maestros maravillosos analizan con paciencia el estado emocional de sus alumnos y los invitan con sutileza a exteriorizar su dolor, malestar o conflicto emocional; ellos saben bien que un alumno libre de penas en un alumno que desarrolla una gran capacidad para aprender.
Los maestros maravillosos contemplan con ternura la ira y ante su acrecencia sonríen son seguridad; ellos saben que el miedo y la impaciencia son el origen de toda conducta violenta y por consiguiente saben que la seguridad en el alma y la alegría en el cuerpo son el mayor bálsamo para calmar esos conflictos.
Los maestros maravillosos hablan con dulzura ante sus alumnos y buscan aquella expresión emocional que despierte desde el fondo del corazón la empatía.
Un mundo lleno de paciencia es un mundo que invita a ser tolerante y a creer en los demás. El impaciente vive en conflicto y aquella guerra interior genera un gran dolor que lleva a la autoagresión y la violencia.
Todos aquellos seres humanos maravillosos que han pintado su vida con los colores de la paciencia saben soñar cuando están despiertos y saben vivir cuando están dormidos. Saben que cada momento de la vida es lo más importante que hay y se comprometen con esa vida con la mayor pasión.
La paciencia definida como la capacidad de sufrir y tolerar desgracias y adversidades o cosas molestas u ofensivas con fortaleza, sin quejarse ni rebelarse, es una de las herramientas más importantes que podemos tener desde el punto de vista de la inteligencia socioemocional y en base a ella lo imposible puede ser posible.
Un niño maravilloso y paciente es un ser humano que tiene en si uno de los mayores tesoros de la humanidad: la serenidad para pensar y la perseverancia para crear.