La música tropical del Perú, Patrimonio Nacional
Por: Helard L. Fuentes Rueda
Dedicado a Ima Sumac, la reina de la Lírica Andina, única y universal
Música para el alma: «… los pobres también tenemos, tenemos nuestros corazones, tenemos nuestros corazones, somos más felices, sabemos amar…» («Los pobres también somos felices», 1977, canción chicha de Óscar Hidalgo Vargas, tocacheño, cantautor del Grupo Musical «Los Yungas»)
Este es el fragmento de una de las miles de canciones creadas por la juventud de todas las sangres y colores, arrinconada, vapuleada y desamparada por los que tuvieron y tienen poder de decisión, en nuestro grandioso Perú.
A fines de la década del 60, en las zonas marginales de Lima, se estaba gestando un gran movimiento social, producto de la migración del interior hacia la capital del país, en busca de oportunidades de sobrevivencia. El régimen militar velasquista había convocado al pueblo, que por mucho tiempo estuvo oculto, invisible, y, por primera vez, se sintió libre y conoció lo que es estar contento y dispuesto para el trabajo.
Recuerdo que, en esa época, se realizaba Festidanza y la fiesta de Inkarri, y al término, salían del Coliseo Arequipa, las bandas musicales, los danzantes y con el público arequipeño e incluso turistas, se entremezclaban para bailar, abrazados, el «witite» y el «camile» del Colca. Era algo maravilloso, y me preguntaba: si el pueblo estuviera unido como entonces, el Perú dejaría de ser un país atrasado y explotado, inmisericordemente.
Después de esta pequeña digresión retomemos el tema. En el barrio limeño, El Rímac, un muchacho inquieto e ingenioso, rasgueaba su guitarra eléctrica, tratando de sacarle nuevas notas y el misterio depositado en sus cuerdas. Su intelecto estaba impregnado de los ritmos tropicales de América y los aires y el alma de los Andes. Para sí se dijo: este es mi camino. Se llamó Enrique Delgado Montes, fundador y padre de la nueva corriente, la música tropical peruana y americana, con su grupo musical Los Destellos.
Enrique Delgado, consciente o no, creo un nuevo género musical, al que, por la euforia, se olvidó de darle un nombre propio, distintivo; tal vez, porque su inmediato antecedente era la cumbia colombiana, de la cual prestó su nombre. Sus primeras ejecuciones, fueron: cumbias, merengues, pompos, guarachas, boleros, descargas, etcétera.
Los mismos colombianos no reconocen en nuestro ritmo, su cumbia folclórica o moderna, y además sus máximos representantes (Rodolfo Aicardi o Pastor López, entre otros) influenciados, han interpretado muchas canciones nuestras y sus respectivos bailes, como «La colegiala» o «Eres mentirosa», internacionalizándolos aún más. El ritmo es un homenaje al quehacer de la vida, al amor y a la belleza de la mujer, solo comparable con la de la naturaleza. Muchos, en cierta forma, se ven atrapados y se sustraen a su música.
Lo que se lanzaba a los aires, fue la música tropical peruana, andina, emparentada con aquellos ritmos y el huayno, especialmente. No fueron ajenos a los géneros y ritmos imperantes y al dominio de los instrumentos musicales electrónicos, principales objetos de este cambio. La prueba está en que en sus primeras grabaciones hay temas folclóricos: «Valicha», «Carnaval de Arequipa» (Perú), «En el bosque me interno yo» (Bolivia), «Ojos azules» (Ecuador), etcétera, con cuyos arreglos se han recreado las melodías. Esta música es envolvente, melodiosa, reflexiva y cargada de gran sentimiento ─el amor, el desamor, el engaño y la esperanza, etcétera─; se retrata en carne viva la frustración-alegría-frustración de la juventud, como en una fórmula, en un círculo vicioso. El eterno abandono del Estado, la pobreza manida, la corrupción que salta a la cara y la falta de trabajo digno, en un país que por todos sus poros respira riqueza, pero que se siente ajena. Es versátil, adapta y asimila cualquier otro género y el baile susceptible de variación.
Lo cierto, es que el fenómeno músico-social, generó un gran número de conjuntos, músicos, compositores y cantantes (hombres y mujeres), entre otros personajes, por iniciativa propia, nunca antes vista. En 50 años, probablemente, se han producido más canciones que en 200 años de vida republicana.
Las obras son de una gran calidad compositiva, instrumental e interpretativa, que varias de ellas se pueden considerar himnos por su trascendencia. Verdaderos aportes a la música nacional e internacional. Lo evidencian los miles de videos que diariamente se «suben» por diletantes a la gran nube del Internet, y son parte del patrimonio nacional.
Son himnos de la juventud temas como: «Elsa», «Colegiala», «Cariñito», «Vida», «Viento», «Ven mi amor» «Caramelo de menta», «Nuestro anillito», «Antahuara» «Pobre soy», «Gaviota», «El provinciano», «Amor incomparable», «Brindaré por ti», «Campesina», «Ya se ha muerto mi abuelo», «Eres mentirosa», sería injusto mencionar solo a éstas, porque la lista es larguísima, las que constan en mi repertorio personal. Además, el nuevo ritmo apertura tres corrientes: costeña, andina y amazónica.
Agrupaciones orquestales muy pronto irradiaron su influencia en los países de Sudamérica, el Caribe, Norte de América, el Asia, con Los Mirlos, Agua Marina, Grupo 5, Agua Bella, etcétera; mientras otros hacen su carrera en Argentina: Néctar, Ciclón, Karicia. Bien organizados, uniformados con colores chillones, llamativos, y con profesionalismo, han actuado en todos los locales habidos y por haber, y constantemente son reclamados por las ‘redes’. Cantantes íconos, como: Claudio Morán, Elmer Yaipén, Carlos Ramírez, Lorenzo Palacios Quispe «Chacalón», Lizet, La Princesita Mily, etcétera. Y compositores: Delgado, Carballo, Zelada, Casahuamán, Almanza, Mogollón, Rosado, Rincón, Cuestas, Morales, Zambrano, la lista, otra vez, es extensa.
La mujer también jugó un papel importante, a más de representar la belleza peruana y el talento interpretativo, inventó el baile apropiado, con ritmo y gracia, como en los grupos de «Pintura Roja», «Chacalón y La Nueva Crema» o «Las Diosas del Ritmo».
Excepcionalmente, las mujeres son un caso único. Surgen los primeros grupos: «Son Caliente» (1995), «Agua Bella», «Alma Bella» y otras. En forma inédita y única los conjuntos como «Corazón Serrano», «Puro Sentimiento», «Lérida» o «Las Diosas del Ritmo», se dan el lujo de tener seis o más cantantes de gran calidad y personalidad vocal propias, que, con un presentador, animan los shows en más de dos o tres horas, con escenarios llenos de miles de seguidores, tanto nacionales como extranjeros.
La música tropical peruana, instrumentalistas, compositores, cantantes y bailarines, se convierten en prominentes ‘embajadores’ de la cultura artística del Perú para el mundo, por iniciativa propia, sin apoyo del Estado, como siempre, logrando el mismo efecto que después consiguió nuestra culinaria, la comida peruana, sobre las demás.
Debemos precisar que nuestros músicos desarrollaron su talento y prestigio en medio de potencias musicales de momento, como: el rock and rock, el twist, la salsa, la balada, los géneros locales; y, aún hoy, sigue vigente e imparable.
El movimiento musical tuvo repercusión inmediata en el centro, el norte y la Amazonía del país, más que en el sur. Nos preguntamos ¿por qué? Probablemente, en aquellas zonas, la pobreza y el desempleo se agudizaron más, buscando una salida a la crisis económica. O fueron los prejuicios disfrazados de indiferencia.
En Arequipa y el sur hay más formas de ‘recursearse’, en tanto que el liderazgo languidecía y los líderes sindicales desaparecían. No creo que sea por falta de talento.
Nuestra ciudad, lo reafirmo una vez más, es la cuna de la música popular peruana e hispanoamericana, con uno de los primeros músicos profesionales, como fue Pedro Jiménez Abrill, contemporáneo del precursor del romanticismo Mariano Melgar Valdivieso, creador de las letras de los más profundos yaravíes. Jiménez puso en el pentagrama los ritmos del pueblo y sus propios logros, en los albores de la Independencia.
Sin embargo, rescatamos a Fredy Centy Tejada, characateño, director de «Los Pacharacos», tropicalizadores del huayno, a los creadores del «Mambo de Machaguay» y a Ana María Lazarte Machaca, vocalista de los Grupos «Pintura Roja» y «Tinta Roja», más conocida como «Kelly la Guerrera» o «La Characata de Oro», entre otros. En Puno y Cusco hay buenos representantes. En Tacna, tenemos a Ada Chura y Victoria Puchuri.
El Perú es uno de los países que tiene el mayor número de géneros musicales y danzas del mundo, sin contar con los de Bolivia, Ecuador, Colombia, Chile y Argentina, que formaron parte del Tahuantinsuyo Incaico. 4 canciones de Latinoamérica, 3 de ellas peruanas, ritmos e imágenes de la tierra, en 1977, se lanzaron al espacio en el Voyager. Por todo lo expuesto, debemos convenir en que se debe declarar a la Música Tropical Peruana (cumbia-chicha en general, ‘cumbicha’ o ‘chicha’), Patrimonio Cultural y Artístico del Perú y América.
Asimismo, sea exhibida y difundida por el Ministerio de Cultura, en puertos y aeropuertos, así como en las embajadas y los consulados peruanos establecidos en el mundo, con los otros géneros musicales peruanos, para acrecentar la riqueza artística y el turismo. Por lo mismo, se debe tomar en cuenta estos géneros musicales del Perú en los planes y programas del Ministerio de Educación.