Por: Carlos Meneses

“La presencia del Papa Francisco en Ucrania puede ser decisiva para devolver la paz al mundo”.

El conflicto entre Rusia y Ucrania no tiene cuando acabar, pero un deseo hasta ahora frustrado del Papa Francisco de tener presencia física en la agredida nación, que sufre los violentos desmanes de Putin, ha conmocionado a la humanidad y, probablemente, si se concreta pueda ser un factor determinante para el retorno de la paz y el cese de un inclemente mayor costo en combustibles y alimentos.

El Pontífice está agobiado por dolores en una de sus rodillas, esa ha sido la causa de la recomendación médica de impedir el viaje del Papa latinoamericano al Congo y también a renunciar temporalmente a su proyectada visita a Ucrania.

El Papa no condena, pero si puede mediar para convencer a los rusos que terminen una agresión que le está costando caro al prestigio internacional ruso, a la calidad de gobernante de Putin. El mundo entero ha desaprobado los excesos de Rusia y colocado el conflicto en el nivel que ha provocado conmoción mundial por sus consecuencias de pobreza y de brutalidad.

Ojalá el Papa pueda ir a Ucrania y estamos seguros de que si así fuera, su voz pacificadora evitará, por lo menos, que el conflicto se alargue con más víctimas y más penas.

Es de resaltar que el Pontífice ha sido cuidadoso en no contribuir con ninguna palabra que aliente la continuación de lo que está pasando y, por el contrario que reduzca las tensiones, y obligue al ejército ruso a no empeorar las cosas con el uso de armamento pesado contrariando los deseos de un mundo que quiere paz y la necesita para avanzar en una dirección positiva que desconozca el abuso como instrumento del mal perjudicando a los más vulnerables en todo el mundo.