La OEA en el Perú
Por: Cecilia Bákula – El Montonero
Si bien he sido formada en el respeto y necesidad de entablar relaciones diplomáticas con los países del mundo –y por lo tanto, ser respetuosa a lo que, en consenso se acuerda–, y comprendo claramente que las convenciones internacionales adquieren en nuestro sistema jurídico el más alto rango de ley, no puedo dejar de manifestar mi opinión y percepción respecto al manejo que viene teniendo en años recientes la OEA. Una institución que pareciera, desde mi punto de vista, la reunión de quienes creen ser autónomos y no servidores de su país, y de quienes quieren conducir a los Estados que les son miembros por rumbos ideologizados que distan mucho de ser las pautas fundacionales de dicha entidad.
Y, por supuesto, me remito a las razones fundamentales de creación de la OEA, el 30 de abril de 1948, cuando era necesario que América se hiciera oír en el concierto de las naciones y que se apuntalara la libertad de cada Estado respecto a la toma de decisiones en el campo interno. No obstante, poco a poco la OEA se ha ido convirtiendo en un supra “poder” con capacidad de opinar, tener injerencia y pretender dar pautas a los gobiernos, avalando o rechazando las acciones internas propias haciendo del supuesto diálogo, una especie de monólogo, como si dijéramos una “evangelización entre convertidos…”.
Y haciendo un balance de los hechos de la historia reciente o, relativamente reciente, no puedo dejar de recordar cómo el Perú, a través de aquellos representantes y políticos de antaño, elevó su voz en la OEA; una voz que fue del todo desoída y se tomaron, por intereses subalternos, acciones equivocadas. Me refiero a la expulsión de Cuba de ese Foro en 1962, no obstante la preclara opinión del canciller peruano, Raúl Porras Barrenechea. Porras, en un discurso que marcó un hito en la historia de esa Organización, pronunció el tan célebre “Discurso en San José”, ciudad en donde se había reunido la OEA y defendió la necesidad de “abrazar” a Cuba en la situación tan severa que empezaba a vivir en ese momento. Su voz no obtuvo eco; Cuba fue expulsada por presión e intereses de Estados Unidos y por la inacción temerosa de los otros países miembros. Ya en esa oportunidad se vio cómo los bloques dominantes prevalecían por encima de los intereses propios de los países miembros. Finalmente la isla caribeña retornó al seno de la OEA en el 2009. Situaciones similares viven, por ejemplo, países como República Dominicana, que no encuentran en ese Foro un respaldo sino, más bien, una orientación que desatiende a muchos pequeños.
Adicionalmente, la OEA se levanta como un Foro en el que dicen prevalecer intereses y motivaciones asociados a la urgencia de fortalecer la débil democracia que hay en nuestro continente sureño y luchar contra el flagelo de la corrupción que nos viene llevando al abismo, en desmedro siempre de los más desposeídos. Lamentablemente, es mi percepción que esos enunciados no dejan de ser más que eso: enunciados que encubren conductas divergentes y distantes con los objetivos fundacionales. El Perú ha sido siempre un país que ha propiciado el americanismo y el panamericanismo pero ello, de ninguna manera, puede ser una intencionalidad que vaya contra los propios intereses nacionales y hoy en día, la OEA no es la instancia en donde el Perú encuentra respaldo sino más bien, injerencia.
Me refiero, por ejemplo, a lo que podría ser una irresponsable reverencia, anuencia y equivocación al avalar las condiciones de irrespeto democrático que viven algunos países de la región y entre ellos el Perú. La OEA, a través de su secretario general, se ha atrevido a avalar, entre otros, la asunción del actual presidente del Perú y, estando en vísperas la certificación de que se trató de unas elecciones amañadas y fraudulentas, aún así se le sigue dando respaldo. Quizá porque el caos que se cierne sobre el Perú y otras naciones de nuestra región, coadyuvan a que se vayan impulsando tendencias de izquierda y severamente ideologizadas en el continente, lo que, a todas luces, sería aprobado y avalado por la entidad bajo la cuestionada autoridad del uruguayo Almagro, cuya conducta política, de vaivenes, lealtades y distanciamientos y cercanías es harto conocida.
Valga tan solo recordar una errática actuación respecto a Cuba, a Venezuela y a su país de origen y una olvidadiza actitud, por ejemplo, respecto a su voluntad inicial de proponer la reforma de las normas internas de la OEA para que no se permitiera la reelección de autoridades, propuesta que fue rápidamente olvidada por él al presentar su candidatura a ejercer un segundo período como secretario general, con el apoyo de países que le son proclives. Su reelección debió darse en un clima de confrontación, abierta u oculta y algo debió vivirse en esas circunstancias cuando la representante de Estados Unidos en esa organización señaló que el que Luis Almagro asumiera un nuevo período, no era un momento de felicidad. “Hoy la OEA no celebra nada”, indicó la diplomática.
Son no pocas las acciones que dicho Foro, en tiempos de su actual secretario general, se comporta sin hacer gala a sus fundamentos originales, al sueño fundacional y, desde mi perspectiva, lo hace porque desean existir a cualquier precio sin que su composición, actuación y relevancia pueda, realmente, justificarse en tiempos en donde se percibe más oposición que apoyo.
Recientemente, el Congreso peruano pudo desbaratar una propuesta lanzada por la OEA en la que se pretendía imponer al Perú, entre otros asuntos, la existencia de “baños neutros” durante la realización de la próxima reunión en Lima de la 52 Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos. Para dicho evento, nuestro país propuso como lema el siguiente: “Juntos contra la desigualdad y la discriminación” que será el eje central de dicha reunión que tendrá lugar en Lima entre el 5 y el 7 de octubre próximo. Me pregunto si se ha sido consciente de lo que ese lema implica a nivel político, económico y social en nuestro momento histórico y desearía pensar que no se trata de una penetración ideologizante… pues, ante ese pedido es casi imposible no reaccionar, no obstante se refiere a baños para quienes los requieran durante la reunión de la próxima Asamblea.
Mi atingencia se refiere, principalmente a la necesidad de señalar que, si hay algo en lo que el Perú está sumamente atrasado y su población rural casi del todo marginada, es en el acceso a servicios higiénicos de mínima salubridad. Si en condiciones de pobreza extrema, lamentablemente creciente en el país, una organización que supuestamente debe buscar “… la acción solidaria… y promover, por medio de la acción cooperativa, el desarrollo económico, social y cultural…”, tiene como motivación y propuesta, para sus delegados, la que se ha señalado, estamos ante un Foro ciego a la realidad de un altísimo porcentaje de personas para quienes la salubridad está ausente, la supervivencia está en juego. Un país que va perdiendo la lucha contra la corrupción y un gobierno cuyas acciones son altísimamente erradas y erráticas, sin poder exhibir en este casi año de ejercicio del poder, una obra en beneficio de quienes esperan, con derecho, el poder vivir sin desigualdad ni discriminación pero que no acceden aún a la educación, salud, seguridad, trabajo y bienestar.
Con mucha preocupación me pregunto por el sentido de este tipo de foros que podrían ser generadores de documentos grandilocuentes y altisonantes discursos; pero que, en la práctica y en este momento de nuestra historia, no se muestran como instancias de apoyo a la obtención de un futuro mejor para nuestros ciudadanos. Cumplen intereses más particulares de sus transitorios funcionarios, que de valor y necesidad para los países miembros.