Un año a la deriva
Por: Cecilia Bákula – El Montonero

.

Parecía imposible llegáramos al primer año de este mandatario, dada la incapacidad que mostró este gobierno desde el día mismo de su juramentación, cuando nos inundó con un discurso lleno de lugares comunes, de errores a los que nos ha ido acostumbrando y de promesas como en campaña, así como de la pomposa ceremonia de designación de su primer ministro. Una designación que dio inicio a una inacabable lista de ministros renunciantes o renunciados a lo largo de estos doce meses.

Cierto es que se nos han dado muchas explicaciones, muchas de ellas vagas e incongruentes, sin dejar de lado la pandemia y la guerra que aún viven Rusia y Ucrania. No dudo que todo ello puede coadyuvar a una situación de mayor vulnerabilidad, por ser el nuestro un país pequeño en el concierto de las naciones; pero nada puede justificar ni el desgobierno, ni la ineptitud en todos los sectores, ni la improvisación atolondrada, ni los mensajes de confrontación, ni el amiguismo que se ha impuesto y mucho menos el creciente índice de pobreza entre los nuestros.

No obstante, estamos llegando a cumplir este aciago primer año. Y en gran medida, debemos esta situación a la debilidad del Congreso para asumir con valentía el rol constitucional que le corresponde; por lo tanto, esa inacción los convierte, en no poco porcentaje, en cómplices de las desdichas que vive el país, de la falta total de gobernabilidad, del incremento de la frustración nacional. Porque aún en un proceso electoral cargado de irregularidades y silencios, hubo ciudadanos que le dieron su confianza y que, con justa razón, se sienten traicionados, abandonados y, cuando menos, muy mal representados.

Igual o mayor peso tiene el avance imparable de la corrupción, la falta de gobernabilidad, el incremento en el costo de vida, la paralización minera, los infinitos conflictos laborales y la crisis económica que vivimos todos los peruanos. Todo ello sin mencionar el alza de precios en los combustibles y la falta total de inversión y acción en asuntos relativos a la salud y la educación, pilares fundamentales del futuro de la ciudadanía. Y si agregamos el desparpajo para que se siga defendiendo u ocultando el tema de la tesis plagiada –y a todas luces no realizada por la pareja que ocupa Palacio de Gobierno–, es evidente que estamos ahogándonos en una situación de crisis generalizada, de ausencia de valores, de carencia de compromiso con los grandes intereses nacionales y de irrespeto pleno a los ciudadanos. No debemos olvidar que de muchas maneras se ha violentado la esencia de nuestra realidad y la dignidad nacional. Y no solo con el ofrecimiento de costa soberana a Bolivia, sino también con el entreguismo a ideologías foráneas que desean penetrar en el continente.

A pesar de ese panorama, hoy tenemos una esperanza a la que queremos aferrarnos. Se trata de la valentía con que la Fiscal de la Nación, una mujer de carácter y convencida de su responsabilidad con la historia, en un momento tan severo, está dando muestras de intentar atacar los hilos de la corrupción que van envolviendo, con tentáculos poderosos a muchos allegados al actual presidente. No se trata de venganza ni de escarnio, se trata de justicia, transparencia y dignidad. El Perú, tierra rica, de hombres notables, figuras señeras y de un futuro inmenso por delante, no puede estar en manos de quienes han asumido, cual piratas, el abordaje del Estado con apetitos personales y con conductas de delincuencia.

Una nueva Mesa Directiva asume la conducción del Congreso de la República y allí, una vez más la desunión y la incapacidad para ceder lo personal ante la urgencia del rescate de la patria se ha hecho evidente.

Este año, que quisiéramos no haber vivido, es también consecuencia de una prensa que ha arriado sus velas y están dejando de ser agentes responsables en cuanto a la información que brindan a la población. Y como habíamos visto en tiempos pasados, cuando los fajos de dinero compraban voluntades y líneas editoriales, la venta barata de la propia dignidad parece haberse convertido en una forma nueva de entreguismo indecente.

La mentira se ha institucionalizado, la ignorancia se tiene como “natural”, la decadencia en las formas de relacionarse, las relaciones perversas con agentes del mal, el tráfico descarado de influencias, ofrecimientos y prebendas, hacen que, como nunca antes, la destrucción moral del país sea sumamente grave. Y la gravedad se hace más evidente cuando se pretende gozar de impunidad y libertinaje para el latrocinio, el engaño y la voluntad de destruir los fundamentos de nuestra sociedad.

Se ha hecho abuso de la precaria situación de muchos compatriotas, se les engaña vendiéndoles discursos pobres que, cual sebo de culebra, se ofrecen a quienes, ávidos de recibir respuesta, acción, mejora y progreso, aceptan ilusionados esos vastos, bajos y vacíos mensajes.

No cabe duda que ha habido, también, una prensa valiente y arriesgada a la que debemos agradecer por la prontitud en la reacción y la corajuda conducta. Ha habido también una importante respuesta de ciudadanos que han salido a las calles a manifestar su indignación frente a la situación nacional que día a día es más lamentable. Pero, al lado, vemos a un sector que se va acomodando, se une al gobierno porque medra y mantiene una conducta de canalla complacencia que, en alguna manera, ha sido también el tímido o inexistente papel de las Fuerzas Armadas ya que, salvo muy honrosas excepciones, han guardado un silencio cómplice que la historia juzgará.

Por todo lo anterior y muchos hechos y dichos más, se puede afirmar que es casi imposible poder señalar un solo sector del gobierno en el que este primer año del actual régimen, haya tenido un mínimo o, si quiera, un pequeño logro, lo que significa que ha sido un año perdido en casi todos los ámbitos. Un año que si bien no quisiéramos tener que recordar, debemos hacer un esfuerzo por no ser una sociedad desmemoriada ni con un recuerdo acomodaticio pues estamos viviendo las consecuencias de un deterioro moral no en las instituciones en sí, sino en las personas que llegan a ellas que, en un altísimo porcentaje desconocen que servir no es servirse y que tener la oportunidad de servir en el estado, como en cualquier otra instancia, es un privilegio que hay que honrar cada día, cada instante y en cada acción. También será necesario recordar que un voto mal informado, tiene consecuencias funestas, como las que vivimos actualmente y que una democracia no puede desarrollarse en la dispersión del electorado y menos con partidos políticos tan satanizados o con la creciente conducta que, sin decoro alguno, ponen de manifiesto quienes, cuál tránsfuga, van vendiendo su alma al mejor postor.

Todo lo dicho líneas arriba quedó corroborado con el fatuo, vacío, inconsistente e insolente texto leído al país el 28 de julio. Un país en crisis recibe un mensaje que pone de manifiesto un grave desconocimiento de la realidad; una sociedad quebrada escucha una voz hueca, sin compromiso y con total falta de voluntad no solo para enmendar el rumbo, sino de capacidad para hacerlo. Ni una palabra de disculpa, ni un gesto de humildad y mucho menos unas propuestas con un mínimo de coherencia y realismo. Altanería y actitudes arrogantes que solo se entienden si comprendemos que actúa tratando de desconocer el futuro tenebroso que le espera, y que él y sus cercanos se han labrado, pues nuestros ojos verán cómo cae ante él el peso de la justicia y el rigor del repudio nacional, cada vez más creciente.

No obstante, queda siempre una esperanza y el derecho al sueño de un país mejor y por eso, me atrevo a recordar las palabras de San Pablo, cuando nos señala que debemos esperar contra toda esperanza porque sí es posible vencer el mal a fuerza de bien.

Dejanos un comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked with *.