Del andahuaylazo al andahuaylazo
Por: Raúl Mendoza Cánepa – El Montonero

Algunos rojos festejan a Antauro Humala como si fuese un socio. Cerrón sueña alianzas y asume que puede ser una opción a su disfuncional Castillo; pero Antauro no es comunista, es un nacionalista cuyo eje es la superposición de la piel cobriza, esa que nos retrotrae al Tahuantinsuyo y que rompe la llamada “república criolla”. Si alguien cree que su guerra etnocacerista a la corrupción ignora que muchos gobiernos regionales y municipios son cuevas de ladrones, cree mal.

Castillo tampoco escaparía de la tradición política criolla. Ni su origen andino lo salvaría de la aterradora fórmula que el nacionalista ha recreado para refundar la república con escarmientos. “Más traidor que el blanco con poder que roba al cobrizo, es el cobrizo con poder que roba al cobrizo”. Los etnocaceristas se levantaron contra aquel a quien llamaron “Felipillo”: Alejandro Toledo. No, no hay un vientecillo que nos remonte a la revolución roja de octubre y a Lenin, huele más a la Italia de los años treinta. Probablemente a Antauro le importen poco las chácharas marxistas y perfile el comunismo cleptocrático como una traición.

No he escuchado aún qué opina el etnocacerista de la corrupción de los gobernadores regionales, criollos al fin, muchos de ellos representantes de la izquierda dura; pero podría imaginarlo, si señala que todo corrupto es un traidor a la patria. Todos en el mismo saco, desde PPK a Goyo Santos, salvo privilegios de excepción.

A decir verdad, quien estudie el nacionalismo, incluso el fascismo en su raíz, no encontrará un pensamiento económico específico. Todo responde a la necesidad de la Nación, tanto así que la nacionalización de empresas o la reconquista de territorios perdidos por dádivas o guerras, o la expulsión de venezolanos (les atribuye la pérdida de empleo de los peruanos) conjugan con su idea base. La xenofobia, la reinvención republicana, el rechazo a la elite criolla, la organización militar, la preferencia por el cobrizo y todo lo que vemos en la parafernalia etnocacerista nos acerca más a la imagen de un Mussolini que a la de un Lenin andino.

El multitudinario mitin en Andahuaylas sería el segundo andahuaylazo; pero este sí debería preocupar porque nos toma desintegrados, polarizados y encapsulados en una crisis política que no sabemos resolver. Si Antauro Humala sigue recorriendo el país e inscribe sus dos partidos, poco podrán hacer las fuerzas democráticas para contenerlo si desertifican el parlamento o lo fragmentan, o dejan que todo siga pasando. Y peor sin la alternativa de un líder antisistema del otro lado recorriendo el país. Deshacer la institucionalidad parlamentaria sin tomar previsiones sería un suicidio, como lo sería para la izquierda corrupta creerse el cuento de que tiene un aliado. Suicidio también para los partidos ambiguos como APP, AP, Podemos y Somos Perú, representantes de lo más turbio de la politiquería criolla que no vacó a Castillo; y suicidio para los que nunca colocaron un candado para frenar los idearios antidemocráticos, como en Alemania. Suicidio caviar al ganarse un enemigo que los odie más que Cerrón; suicidio para la institucionalidad dócil; suicidio para la falsa dignidad de los nakos y para todo demócrata que asumió que, con banderas, cánticos y linternas (sin tocar la Plaza de Armas), asustaría siquiera a Castillo.

Si Castillo tenía el discurso que seduce al Ande en 2021, este Humala lo tiene para un público potencialmente mayor ¡Cuidado! Pregunten al del quiosco, al del taxi, al que “perdió” el celular por mano ajena. Pero allí seguiremos viendo cómo la historia nos pasará nuevamente por encima. No se sorprendan; después de todo, la democracia boba siempre se supera en la sofisticación de los procesos para su propia destrucción.

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