¿POR QUÉ ES TAN DIFÍCIL PARA EUROPA DEJAR DE DEPENDER DEL GAS RUSO? (PARTE II)
Por: Anthony Medina Rivas Plata – Director de la Escuela Profesional de Ciencia Política y Gobierno UCSM

La dependencia europea del gas ruso está vinculada a un conjunto de condiciones geográficas y logísticas que favorecen el fácil transporte desde Europa Central hacia el occidente a través de un conjunto de ductos que fueron construidos desde la época soviética. Esta dependencia no sólo no disminuyó luego de la desintegración de la URSS, sino que ha profundizado durante las últimas tres décadas. En ese sentido, fue un error pensar que la liberalización del sector energético ruso a inicios de los años 90 ayudaría a disminuir el nivel de dependencia de los consumidores europeos de energía. Quienes defendían esa posición argumentaban que si había múltiples proveedores y un mayor acceso a los sistemas de transporte de gas vendrían precios más favorables y competitivos. Se pensaba también que la Carta de la Energía de la UE al Sistema Unificado de Transporte de Gas (‘EU Energy Charter to the Russian Unified Gas Transportation System’) de Rusia aumentaría la competencia a través de una mayor inversión extranjera. Nada de esto ocurrió.

La política energética de Rusia está determinada por la acción de su principal empresa, Gazprom, quien controla el negocio del gas natural en el país. Por capitalización de mercado, es una de las tres corporaciones más grandes del mundo. Luego de la llegada de Vladimir Putin al poder, el acceso estatal a Gazprom luego de las privatizaciones de Yeltsin en los 90s se convirtió en objetivo estratégico de primer orden. El día de hoy el Estado Ruso controla el 50% de las acciones de Gazprom, por lo que posee una voz decisiva en todos los asuntos corporativos a través de seis de los once puestos en la junta directiva de la empresa. Estos seis puestos están siempre reservados para funcionarios gubernamentales.

Como sucesor del monopolio soviético responsable de la producción y distribución de gas natural, Gazprom ha logrado recuperar el estatus y control estratégico que tenía en 1991, poco antes de las privatizaciones dirigidas por Yeltsin. Dichas privatizaciones permitieron que otras empresas se afianzaran en la industria del gas rusa, fortaleciendo a viejos y nuevos actores que se posicionaban como magnates de la energía. Con Putin se revierte esa tendencia, favoreciendo la posición monopolista que Gazprom tiene hoy. A la fecha, dicha empresa posee el 60% de las reservas de gas de Rusia y la propiedad total de las tuberías y estaciones de bombeo a nivel nacional. De igual manera, Gazprom posee participaciones minoritarias en otros productores de gas independientes, así como de numerosos consorcios extranjeros. Si bien Gazprom ha declarado que sus reservas probadas de gas son de 30 billones de metros cúbicos, esta cifra incluye solo las reservas al interior del territorio ruso. Sin duda su participación en diversos proyectos en el extranjero incluye varios billones de metros cúbicos más de los oficialmente reconocidos.

Actualmente Gazprom posee la totalidad o parte de 166 filiales en toda Europa. Entre las propiedades minoritarias se incluyen las industrias de distribución de gas de varios países miembros de la Unión Europea e incluso de la OTAN, como Bulgaria, Estonia, Grecia, Hungría, Letonia, Lituania, Moldavia, Ucrania, Polonia y Eslovaquia. Como parte del acuerdo que hoy tienen con Bielorrusia, Gazprom obtendrá el 50% del capital social de Beltrangas, empresa bielorrusa que hoy controla el transporte de gas en dicho país. Esto se suma al gasoducto Yamal-Europa, también propiedad de Gazprom, a través del cual gran parte del gas de Rusia venía transitando a través de Bielorrusia hacia Europa occidental (sin embargo, hoy día este proyecto está parado debido a la guerra en Ucrania). La estatal rusa también ha logrado con éxito ingresar al mercado occidental a través de participaciones de propiedad minoritaria en países como Reino Unido, Alemania y Francia; con niveles que van desde el 6% hasta el 50% del accionariado en algunos casos; como el de los proyectos Nord Stream 1 y Nord Stream 2 con Alemania. También posee control sobre el gasoducto Blue Stream, que permite enviar gas de manera directa a Turquía, a través del Mar Negro. Más allá del negocio energético, Gazprom ha podido generar nuevas herramientas de ‘soft power’: Hoteles y centros turísticos, bancos, e incluso medios de comunicación; todos, por supuesto, alineados a las prioridades de la actual política exterior rusa.

Las nacionalizaciones de energía en los primeros años de Putin están claramente enfocadas a fortalecer la posición internacional de Rusia luego de la grave pérdida que representó la desintegración de la Unión Soviética para su país (‘la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX’, como en algún momento la llamó). Para Putin, el control estratégico del petróleo y del gas ha permitido a Rusia alcanzar de mejor manera sus intereses nacionales, ya que dejar la energía en manos de empresas privadas sólo habría servido para satisfacer los intereses corporativos de los dueños de dichas empresas. En la visión de Putin, luego de lograr el control estatal de las empresas energéticas, se debe aspirar a la creación de grandes grupos financieros e industriales que puedan competir en igualdad con las principales transnacionales de Estados Unidos y Europa.

El modelo de nacionalizaciones de Putin ha generado un modelo de capitalismo de Estado, en el cual el control político va de la mano con la competitividad económica de sus empresas; por lo que las asociaciones empresariales realizadas por las estatales rusas tienen un innegable componente político. Revisando la composición de los gabinetes de alta dirección en las empresas rusas de petróleo y gas podemos comprobar que los negocios son otra vía para el logro de objetivos de política interna y externa. Por ejemplo, el ex Presidente Dimitri Medvevev fue Presidente de la junta directiva de Gazprom a la vez que realizaba funciones de Primer Ministro durante el segundo mandato de Putin (2012-2018). Hoy se desempeña como Vicepresidente del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa. De igual manera, Alexei Miller, hombre de confianza de Putin durante su gestión en la oficina del alcalde de San Petersburgo, ejerció el cargo de Viceministro de Energía y hoy se desempeña como Vicepresidente de la junta directiva de Gazprom.

Esta distribución de cuadros políticos en la alta dirección de las empresas rusas permite al gobierno un mayor control del uso de los recursos energéticos frente a situaciones de riesgo como las que hoy podemos ver en Ucrania. La naturaleza de los nombramientos del gobierno en las juntas directivas deja este punto aún más claro: todas las personas mencionadas anteriormente no son sólo funcionarios técnicos o tecnócratas, sino que son algunos de los miembros más importantes de la administración de Putin; por lo cual se puede asumir que mantienen una coordinación permanente con las burocracias de política exterior y de defensa del país.

¿Cómo operan políticamente los funcionarios de las empresas energéticas rusas? Tenemos un ejemplo en lo que hoy hacen empresas como RosUkrEnergo, la cual es una empresa registrada en Suiza hace 18 años, la cual actúa como intermediaria entre Gazprom y la empresa estatal ucraniana de petróleo y gas, Naftogaz, con el objetivo de gestionar la venta de gas desde Turkmenistán (una ex república soviética fronteriza con China) hacia Ucrania. RosUkrEnergo es propiedad en un 50% de Gazprom y en un 50% de dos empresarios ucranianos, Dmitry Firtash e Ivan Fursin, quienes poseen el otro 50%. Dado que Gazprom tiene la propiedad exclusiva de los gasoductos rusos y el derecho exclusivo de exportar gas, el registro de la corporación en Suiza permite gestionar de manera más discreta la contabilidad del movimiento de gas turkmeno que pasa por territorio ruso. Esto permite que los gobiernos de Rusia y Ucrania puedan negociar directamente acuerdos comerciales que incluyan la formación de nuevas empresas para la venta de gas, reforzando los objetivos político-estratégicos que circunstancialmente puedan tener ambos gobiernos.

Vista esta forma de hacer negocios, se entiende mucho mejor la estrategia político-corporativa del gobierno ruso a la hora de hacer tratos con Europa en materia energética. El Kremlin ha mejorado la transparencia en la gestión de Gazprom a la vez que ha fortalecido su posición monopólica dentro y fuera de Rusia; permitiendo aumentar precios de acuerdo a las necesidades de su política exterior y de seguridad. Eso permite que, en caso de situaciones de conflicto, o a la hora de tener que lidiar con sanciones provenientes de Occidente, el gobierno ruso pueda continuar suministrando gas a otros estados socios leales, como Armenia o Bielorrusia (o incluso China), a tarifas reducidas y fijadas por el Estado. Esta es la estrategia que hoy Rusia viene poniendo a prueba desde febrero de este año; y que nadie sabe por cuánto tiempo más será sostenible.

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