Tercer nivel del desarrollo socioemocional: “solo hay un modo de hacer algo, dando lo mejor de uno”
Por: Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psquiatra y Magíster en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.

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“José, a lo largo de su vida en el mundo social fue un buen artesano que se dedicaba con frecuencia a la carpintería; a lo largo de su existencia en el mundo familiar fue un maravilloso artesano de la personalidad del ser humano. En su taller talló con dedicación cada trozo que cayó en sus manos e hizo obras maravillosas con aquellos troncos viejos a quienes les daba una nueva oportunidad de ser y a la vez, en su casa, talló con abnegación y sensibilidad la personalidad del maestro de la emoción, su tierno hijo llamado Jesús.

HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

¿Cuántos padres a lo largo de su vida se dedican a tallan con amor y esmero la personalidad de sus hijos?

¿Cuántos padres se entregan a la aventura inconmensurable de dar forma al lugar más hermoso en la existencia de su descendencia, el jardín de su mente?

¿Cuántos padres se entregan por completo a la tarea de educar y formar la emoción de sus hijos a pesar de las adversidades del tiempo y el trabajo?

¿Cuántos padres comprenden en verdad cuál es su verdadera misión al ser padres?”

En verdad la tarea de ser padre es una labor muy loable y sacrificada cuando se desarrolla con el corazón. A lo largo del mundo existen claramente muchos padres bueno que desean sinceramente lo mejor por sus hijos pero que a la vez hacen muy poco por lograr hacer realidad ese anhelo y hay muy pocos padres maravillosos, padres que asumen aun antes del nacimiento de sus hijos aquel mágico magisterio. Reflexionaba hace unos momentos en relación a José, el mejor educador de la historia, aquel padre maravilloso que destiló de su mente las mejores gotas de sabiduría para cultivar con cariño el jardín mental de su dulce niño. José en verdad fue un hombre diferente que dirigió con esmero sus razonamientos hacia el universo mental del padre maravilloso logrando con cada uno de sus actos elaborar el más brillante manual del artesano de la personalidad. El tallo con esmero aquella emoción infantil y dibujo con sonrisas el carácter de su hijo. Nunca antes en la historia de la humanidad se vio un vínculo tan intenso y significativo entre un padre y su descendencia. El nunca respondió a voz alta “he aquí el esclavo del Señor y hágase en mi según su palabra” pero en su mente siempre repitió un pensamiento tan profundo y significativo que marco tantos momentos de su relación filial “solo hay un modo de hacer algo y ese modo es dando lo mejor de uno”.

“Cuando el pequeño Jesús recorría aquellas calles polvorientas de su adorada Nazaret, jugando con cada niño que encontraba a su paso y despertando en aquellos momentos los más bellos placeres de su imaginación, José, su abnegado padre, lo contemplaba desde su taller con cuidado y atención.

Una tarde de aquellas en que Jesús volvía alegre a su casa ese padre esmerado por la educación socioemocional de su hijo lo llamo a su taller y le impartió una lección que sería la luz de muchos de los actos trascendentales del hijo del artesano de la vida.

Hijo mío – le hablo dulcemente el carpintero del amor-, lo primero que quiero decirte es “gracias”, gracias por ser mi pequeño y amado Jesús, gracias por abrazar los tristes árboles del invierno y por acariciar las flores del campo en verano sin siquiera querer arrancar el milagro de su vida. Gracias por ser aquel hijo obediente y a la vez por ser aquel niño libre y valiente que eres. Siempre serias mi pequeño Jesús y siempre serás la tea que ilumine mis ojos. Sé que tus pasos están llenos de alegría y que tu mirada cobija a diario sensibilidad y valor. Sé que tu tierna madre cada tarde conversa con tu mente junto al crepúsculo y sé que ha llenado la alforja de tu conciencia con los pilares del amor más grande por la humanidad mas hoy quiero decirte algo que para mí resulta importante y ojalá pueda servirte en algo en aquel magisterio que un día desarrollarás”.

Luego de distraer su mirada con algunos objetos que había en ese humilde cuarto vestido de taller el carpintero del afecto y la gentileza talló en la madera mental de su hijo una lección inolvidable, querido Lorenzo.

“Te he visto jugar y divertirte, he contemplado esa sonrisa sincera en tu rostro y deseo de corazón que nunca se desvanezca, pero, para ello deberás de cultivar un hermoso roble de constancia en tu mente. Ese roble maravilloso del que te hablo estará hecho de finas láminas de amor, amor por todo aquello que haces, amor todo aquello que disfrutas. Recuérdame hijo mío y nunca dejes de llevar en la alforja de tu vida este mensaje “Da siempre lo mejor ti en aquello que hagas, disfruta todo aquello que hagas con infinita pasión y nunca lleves a cabo acto alguno por interés o pretensión”. En el derrotero de la vida nunca se gana y nunca se pierde, a lo largo de la existencia solo experimentamos y tú, querido hijo, eres aquel que decide que emoción acompaña a tu momento vivido, a tu experiencia realizada. Yo desde años atrás he decidido por vestir cada acto que llevo a cabo con el tul de la abnegación. Cada acto que realizó busco hacerlo de la mejor manera posible y para ello pongo mi mayor esfuerzo y la plenitud de mi conocimiento; no me siento mal si en el proceso no alcanzo lo que quiero, se ha conciencia lo que he dado y entiendo no es lo que quiere sino es aquello que puede ser pero que cada día podemos ser algo distinto. Se, gracias al milagro de la vida, que es parte del vivir el crecer y sé que podre escalar muchas montañas en la vida y que muchas a pesar de mi mayor esfuerzo se hallaras lejos de mi alcance, voluntad y comprensión. No estamos en este mundo para ganar o perder, esos conceptos no existen en la mente de un triunfador, vivimos este momento para disfrutar, para dar lo mejor de nosotros, para aprender o para compartir.

Se, mi pequeño hijo, que muchos niños se querrán burlar de ti por decir que siempre das tu mejor esfuerzo al hacer algo ya que ellos te dirán que ganaron y que tú eres un perdedor. Pierde aquel no vive a plenitud, pierde aquel que ignora las leyes de la convivencia social, pierde aquel que compite con otros y deja de desarrollar lo más valioso que existe en su ser, su autenticidad.

La competitividad en el ámbito del mundo externo donde vivimos no existe, nunca podríamos competir con alguien porque somos distintos. Siempre podremos competir con nosotros ya que es nuestra obligación tratar de ser siempre mejores y a la vez esperar el nuevo día para descubrir una nueva imperfección por trabajar.

DATO

Serás un artesano de la inteligencia, serás un maestro de la sensibilidad. Siempre buscaré darte lo mejor que habita en mi ser, lo mejor que descubro a diario en mi terno existir. Te amo y por favor recuerda por siempre esta lección “solo hay un modo de hacer algo, y ese modo de hacer algo es dando lo mejor de uno”. Tú eres lo mejor de papá y mamá y ambos siempre daremos lo mejor de nosotros y tu darás lo mejor de ti por la humanidad”.

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