Cuarto nivel del desarrollo socioemocional “la paciencia es el primer instrumento para hallar respuestas a nuestros más grandes problemas”
Por: Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.

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“El padre del maestro de la emoción fue un hombre maravilloso, la sabiduría que habitaba en cada frase que hilvana su mente fue un sol en los ojos de su pequeño hijo. Hablaba poco, sí, pero siempre habló lo justo. Su diálogo en el ambiente familiar siempre fue medido y en el contexto social todavía menor. La gente lo conocía como un hombre que nunca renegaba del trabajo diario y que cada labor que se le encargaba lo hacía con alegría. Era conocido por su abnegación y entrega familiar, era un buen hombre y mejor padre.

HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

José, el mayor educador de la historia, tenía un don que solo los más cercanos en su entorno familiar conocían: su paciencia al enfrentar los problemas cotidianos era muy grande y su capacidad para hallar respuestas inteligentes ante situaciones de conflicto significativo eran mayores. Tenía aquella habilidad de analizar no solo los pro y contras al tomar una decisión, sabía analizar la personalidad de aquellos que planteaban los conflictos y hacia algo más, algo maravilloso y único, sabía silenciar su mente en busca de la mejor respuesta ante el problema presentado.

Alguna vez alguien muy cercano a él le interrogo así ¿por qué no respondes prontamente ante las preguntas que se te hacen?, y él, como tenía costumbre hacer, se tomó su tiempo para responder e indicó “lo más valioso que tengo son mis pensamientos y las palabras que salen de mi boca son el fruto maduro de un trabajo arduo, un trabajo que respeta mi ser y que valora a aquellos que me rodea; si respondo rápido como tú quieres me faltaría el respeto, rechazaría mi identidad y probablemente daría una respuesta insuficiente, incompleta o parcial ante lo que me requieres. Cada fruta madura a su tiempo y solo la fruta madura es aquella que alimenta mejor nuestro interior”

José, fue un padre entregado a un magisterio de amor y él se dio por entero a la formación socioemocional de su hijo, Jesús. Aquel padre, lleno de arrugas en el rostro y con las manos cansadas por el trabajo solía tomarse algunos sábados en la tarde cada cierto tiempo para compartir algunas lecciones importantes con su niño maravilloso. En alguna de aquellas tardes le compartió lo siguiente:

“Mi maravilloso y amado hijo, a diferencia de tu madre que siempre tiene una bella historia en sus labios por compartirte cada tarde, yo soy un hombre que mide sus palabras tanto como medimos el gasto de agua en el pueblo. Somos una nación pobre en bienes y el bien más valioso de la humanidad, el agua, es mucho más escaso; pero a pesar de ello sobrevivimos en medio de este desierto llamado hogar. No sé por qué, pero me imagino que tu vida se desarrollará en un desierto de afecto llamado humanidad y en donde el bien más escaso y el más valioso por ende será la paciencia.

Me imagino que para llevar a cabo aquella labor a la que estas destinado necesitarás llevar en tu mente el recuerdo de aquellas palabras que compartiré ahora contigo.

Mi amado hijo, a los pocos días que naciste tuve una conversación muy interesante con tu sabia madre y desarrollamos en conjunto una estrategia de educación socioemocional dirigida a nuestra mayor riqueza, tu mente y la construcción de un yo saludable. Tanta ella como yo sabíamos la importancia de tu formación desde el primer momento en esta vida y por ello nos centramos siempre en escucharte y tratar de entender tus necesidades y educarte en saber que no todas las necesidades que tenemos pueden ser satisfechas y que para alcanzar a satisfacer algunas de ellas debemos escribir en nuestro libro mental la palabra paciencia mil veces.

Creo que hicimos bien la tarea – hablaba un poco cansino, y luego de hacer una breve pausa prosiguió-, creo que hicimos lo que debimos hacer. Trabajamos con abnegación en el lugar más valioso del mundo, tu mente, y esa labor fue siempre un privilegio. Tuvimos que pasar momentos de berrinches y rabietas como lo pasa cualquier padre, pero nos entregamos a nuestra misión de formadores y nunca cedimos ante el capricho irracional. Cuanto más llorabas en aquellos momentos de angustia y desesperación, tu madre y yo más nos tomábamos con fuerza de la mano, ¡no podíamos claudicar, no podíamos ceder, no te podíamos fallar! Sabíamos bien que el berrinche, como toda emoción, reflejaba un destello importante en la mente del ser humano y que, si no se le reforzaba con gritos de imposición o con entrega de lo pedido, pronto pasaría el destello y volvería la luz natural al jardín maravilloso de tu mente. Y así cultivamos lirios preciosos de paciencia en tu mente.

Hoy eres un niño maravilloso que tiene cientos de lirios en tu mente y sé que cada día que pase muchos otros más crecerán y, si quieres que crezcan más todavía, “te cuento un secreto”, haz silencio en tu mente, aprende a callarla y verás como toda tu paciencia crecerá geométricamente e inundará tu conciencia y actos. Solo aquel que silencia su mente con voluntad y entrega puede desarrollar la capacidad de tejer respuestas creativas ante problemas que aparentan a simple vista no tener solución.

Los millones de padres buenos que habitan el mundo suelen decirles a sus hijos “piensa antes de actuar”; pero aquellos padres que deseamos ser más que buenos enseñamos a nuestros hijos otra lección: “la paciencia es el primer instrumento para hallar respuestas a nuestros más grandes problemas”.

Mi amado hijo, si tienes lirios de paciencia en tu corazón emocional, y si riegas esos lirios con el agua del silencio mental entonces podrás analizar de mejor manera cada conflicto, problema o situación difícil que vivas. Recuerda, cada problema es como una puerta y cada puerta tiene una llave para ser abierta; pero existen llaves maestras que abren todas las puertas. Si tienes la llave maestra para solucionar los problemas de la vida entonces serás luz de este mundo. Pero evoca algo más, cada respuesta a cada problema es única y cada respuesta tendrá un color distinto y está en ti en hallar en la paleta de colores de tu mente aquella respuesta que no solo te de paz, sino que además genere bienestar en tu entorno”.

DATO

En este tiempo de pensamiento acelerado y pobreza en diálogo, afecto y sociabilización yo pregunto: ¿cuántos padres maravillosos se toman el tiempo para enseñar paciencia a sus hijos?, ¿cuántos padres maravillosos se entregan con amor para formarlos en silenciar la mente para poder encontrar paz y desarrollar el arte de dar respuestas inteligentes a nuestros problemas?

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