Sexto nivel del desarrollo socioemocional: “La mejor manera de amar a alguien es respetar su humanidad”
Por: Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magíster en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.

Todo artesano de la madera lleva dentro suyo una dosis importante de paciencia e inteligencia, paciencia para renacer cada día y entender el proceso de maduración y secado de la madera, e inteligencia para descubrir el arte de trabajar cada trozo de aquel material valioso que acarician sus manos.

HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

José, el padre del maestro de la emoción, era uno de aquellos artesanos cultivado en aquellas dos capacidades desarrolladas de una forma sin igual. Él tuvo en su mente no solo la paciencia y la inteligencia para trabajar aquel oro de los árboles, sino que tuvo aquellas dos capacidades a la mano con la finalidad de labrar los surcos emocionales de su bello hijo.

Hoy quiero compartir con ustedes una bella historia, una historia tallada en la emoción y en la razón que iluminan mi vida, una historia que me ha permitido desarrollar mis días sabiendo que siempre hay un antes y un después de todo pero, por encima de ello, un presente rutilante.

“Hace muchos años, en una humilde aldea casi devorada por el silencio y el desierto vivió un padre abnegado y cariñoso, un padre que vivía su existencia escuchando la voz más valiosa que existe, la voz de nuestro desarrollo personal.

José, el padre del futuro maestro de amor, un sábado de aquellos como tenía costumbre llevó a su pequeño hijo Jesús a caminar por algún sendero lejos del pueblo; él entendía que aquella sabiduría que había sido compartida por sus antepasados solo podía ser transmitida por la voz de la naturaleza y que sus canticos de amor por la vida podían despertar los más bellos sentimientos y aquellas emociones que nos lleven a amar nuestra profunda esencia. Ya en algún lugar ciertamente despoblado y rodeados completamente por la escasa fauna y flora de esos parajes habló así:

Hijo mío, eres lo más importante que hay en mi vida y soy lo más importante que hay en mi vida. Sabes ¿por qué te pregunto esto?

Jesús lo miro con ternura y respondió con un simple “no”.

José dirigió hacia la niña de sus ojos una dulce mirada y prosiguió:

Cada ser que habita este mundo es valioso e importante. Nadie es más que nadie y nadie es menos que otro. ¡todos somos iguales!, más distintos a la vez, iguales en el milagro de la vida y en las posibles capacidades que podemos desarrollar a lo largo de nuestra existencia y distintos en el modo que esas capacidades se desarrollan en nuestro ser y en el modo que potenciamos su desarrollo.

¡Todos somos valiosos, importantes, inteligentes, hermosos!, pero el hecho de que valoremos cada una de esas aptitudes es responsabilidad “solo de uno”. Por eso te decía “eres lo más importante que hay en mi vida y soy lo más importante que hay en mi vida” y sé que ahora, en tu infinita sabiduría en constante desarrollo me entiendes, me comprendes.

Por ello, ahora que has podido hacer tuyas estas frases quiero decirte: Valora hijo mío, ¡valora, valora a plenitud a cada persona que cruce los senderos de tu vida!, cada una de ellas es una fuente invalorable de aprendizajes y alegrías. Recuerda, cada ser humano tiene dos misiones en esta vida: desarrollar de la mejor manera sus capacidades personales y compartir esas capacidades desarrolladas con el mundo que le rodea.

Pero, quiero decirte muchas cosas mi bello niño, quiero compartirte otras cosas que viven en lo profundo de mente y que hoy no quiero perder la oportunidad de que sean tuyas.

Amar a un ser humano no significa dar el más hermoso sentimiento que habita nuestro ser; ¡no!, amar a un ser humano a plenitud significa respetar su humanidad y valorar todas aquellas capacidades que ha tenido el valor de desarrollar a lo largo de los años.

Amar significa respetar y hacer nuestro ese proceso de desarrollo con alegría. Y quizá te cause sorpresa muchas de las cosas que deben complementar con esta nueva lección de amor, mi dulce querubín.

A lo largo de tu vida de seguro pasarás por hermosas pruebas, pruebas que pondrán personas muy buenas, gentiles e inteligentes en tu camino. Recuerda, cada prueba del sendero de la vida es una ocasión inmejorable para desarrollar alguna habilidad en tu proceso de desarrollo y, recuerda, ante mayor complejidad del desafío mayor será el aprendizaje que se alcance.

Mi dulce niño, hoy quiero decirte, que me cuesta trabajo entender la actitud de muchos artesanos de la vida, allá lejos, seres humanos dotados en su interior de toda la potencialidad para hacer de su vida un jardín de flores y que por la vehemencia de sus miedos y conflictos personales viven una existencia de páramo al molestarse por los obstáculos que aparecen en sus senderos existenciales y, que evidentemente, rechazan enfrentar y por ende pierden la oportunidad de hacerlos suyos en el ciclo vital de la vida.

Hijo mío, ¡nunca rechaces cada oportunidad de aprender que te de este mundo!, recuerda, cada pregunta tiene una respuesta, cada conflicto tiene una solución, de cada desafío busca siempre sacar lo mejor que hay en ti; pero, trabajar cada desafío, conflicto o prueba demanda un tiempo único y un análisis a conciencia de todas las variables posibles para alcanzar su respuesta.

Sí, veo tu sonrisa, mi sol del campo, y sé que me has entendido pero cada desafío en el camino de la vida no nos regala un único aprendizaje; ¡sí, nos regala más de una oportunidad para desarrollar nuestras potenciales capacidades!, que hermosa es la vida hijo mío que nos permite desarrollar múltiples aprendizajes al buscar dar respuesta a un problema existencial, desarrollar múltiples capacidades al experimentar el proceso de superación de una prueba. Que mayor regalo puede darnos la vida, en verdad ninguno.

Cada ser humano que nos rodea es único y maravilloso y en su mente viven no solo capacidades desarrolladas y en proceso de desarrollo, en la mente de cada uno de esos seres humanos viven pruebas importantes que desean compartir con nosotros, pruebas difíciles de responder y que muchas veces pondrán en riesgo nuestra vida, pero pruebas en fin que resueltas en el mar de conocimiento del amor personal son pruebas superables.

Si respetas y valoras a cada ser humano que te rodea, valoraras a plenitud las pruebas y desafíos que te regalen. No te molestes con el mensajero que te da la prueba, alégrate por la oportunidad de aprender. Aquel que se molesta pierde el momento y aleja de su mente la posibilidad de llenar de luz de sabiduría su mente. ¡Sonríe!, sonríe siempre hijo mío ante los desafíos de la vida y agradece la oportunidad de alcanzar cada nuevo día algo mejor.

Recuerda que “la mejor manera de amar a alguien es respetar su humanidad”, amar es respetar, valorar y alegrarnos por todo aquello que vive en la mente de nuestro prójimo. Amar es compartir la vida de aquel que nos da pruebas y amar siempre será sinónimo de agradecer.

Padre e hijo respiraron profundamente y se abrazaron en la inmensidad de aquel páramo natural.

Jesús aprendió aquel día una forma más humana de amar y encontró algo que siempre le dio paz, un momento con la naturaleza.

A lo largo de sus años de magisterio existencial, el maestro del amor buscó siempre el silencio de su mente en el bullicio de la naturaleza.

DATO

El maestro del amor aprendió a amar a los suyos con poesía y con frases llenas de gratitud. El siempre encontró diamantes en el carbón más oscuro que esculpió su camino. El siempre encontró algo maravilloso en cada ser humano y lo encontró, porque él nunca juzgo, solo respeto, solo amo”.

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