Petroperú: la chacra del Ejecutivo
Por: Raúl Labarthe – El Montonero
Hoy vemos cómo agoniza la empresa estatal Petroperú, originada a partir del robo de Velasco a la compañía International Petroleum Company. En torno a ella giraron durante las últimas décadas los sueños húmedos de la izquierda heredera del dictador. La escalada de desabastecimiento de gasolina y diésel es crítica, en especial en el centro y norte del país; y como ha indicado el gremio Asociación de Grifos y Estaciones de Servicio (AGESP), este desabastecimiento se extenderá los próximos 45 días. La falta de liquidez de la empresa –que a junio de este año estaba en US$ 1,040 millones en negativo– impide que sigan pagando las importaciones de combustibles. ¿Es una sorpresa? ¿Imprevisible?
Por supuesto que no. Al 2020 Petroperú en este mismo indicador –fondo de maniobra, según sus reportes de gestión– tenía un déficit por US$ 1,132 millones; algo que ‘mejoró’ levemente para el 2021, a US$ 843 millones de dólares. La empresa estatal lleva un buen rato haciendo malabares con la caja para barrer bajo la alfombra lo que cualquier ciudadano bien informado sabe: Petroperú está quebrada. Pero existe un agravante: esta información ni siquiera es real, la situación es mucho peor, y este ocultamiento puede haberse iniciado hace varios años. Aún no se han sincerado las cifras, y a pesar de los más de US$ 1,800 millones que ha pedido en lo que va del año, todo hace pensar que no será suficiente.
La salida de la presidencia del directorio de Humberto Campodónico es una buena noticia, en parte. Él es uno de los principales responsables políticos no solo por haber concebido y avalado durante años el Proyecto de Modernización de la Refinería de Talara (PMRT). En el 2016, Campodónico reivindicaba como gran cosa que Petroperú hubiese salido del Fonafe en el 2006, y llamaba a impedir que la empresa retornara a este “porque detrás de esa propuesta está la voluntad y el empeño privatizador que vive, colea y engorda en la sede el MEF en el Jirón Junín.”. Por si fuera poco, felicitaba que Ley 28840 atentara contra la subsidiariedad del Estado, calificando como algo bueno que fuese “una estocada al corazón” de la Constitución del 93.
Con aires abatidos, ayer Campodónico comunicaba que el directorio que preside había presentado un proyecto de ley para mejorar el gobierno corporativo de Petroperú imitando «lo que hay en Fonafe»; mostrando su profunda preocupación por el deterioro institucional de la empresa. ¡Vaya! ¡Ojalá lo hubiésemos escuchado! Una empresa en donde la presunta “Junta General de Accionistas” son: el ministro de Economía y Finanzas, el viceministro de Hacienda, el ministro de Energía y Minas, el secretario general del Energía y Minas, y el viceministro de Hidrocarburos… Entre ellos se nombra a cinco de los seis miembros del directorio de Petroperú. ¿Cómo no va a ser la chacra del Ejecutivo si todo depende del presidente de turno?
Campodónico estuvo en contra de los cambios que se propusieron a esta forma de organización, defendiéndola a capa y espada: “Petroperú, está en el ámbito del Ministerio de Energía y Minas. Y allí debe seguir.” Por lo tanto, todas sus menciones acerca de “fortalecer el Buen Gobierno Corporativo”, caen en saco roto; así como hoy caen en saco roto los mil millonarios aportes del MEF a la quebrada compañía. No puede existir buen gobierno corporativo donde absolutamente todo el poder lo retiene el gobierno de turno; ambas cosas son incompatibles por definición. El poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente.
Se debe hacer una reforma profunda para exigir la independencia total de Petroperú de los gobiernos de turno, algo que Campodónico jamás defendió. El Congreso puede reformar las leyes que estructuran la empresa, y obligar a que el nombramiento de sus directores sea similar al del Banco Central de Reserva. Con ello, 1) se transparentarán las cifras, y 2) se evaluará qué decisión se toma respecto a la gran farra que ha significado este valiente “emprendimiento” colectivo que los neovelasquistas han protagonizado. Con dinero ajeno, cualquiera es un temerario emprendedor. O como diría un economista argentino: “con el culo ajeno, todos somos putos”.