La visita de la OEA como tragedia y como farsa
Por: Juan Sheput – El Montonero
La historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa, es la frase que inmortalizó Karl Marx, dándole un toque especial a la original, expresada por Hegel. Cuando veo los recientes acontecimientos, en especial la visita de la delegación de la OEA, en forma natural la expresión acude a mis recuerdos con la eficacia que la ha hecho tan famosa.
En efecto, hay muchas diferencias entre esta visita de los delegados de la OEA y aquella que, a inicios de este siglo, tuvo un rol protagónico en el Perú. Ambas se han concertado como consecuencia de sendas crisis políticas y en ambas los anfitriones, Alberto Fujimori hace 22 años y Pedro Castillo por estos días, depositaron y depositan sus esperanzas en el desenvolvimiento de esas delegaciones.
Pero hay diferencias que de repente no convierten a esta visita en una farsa sino en una comedia. La primera, tal vez la más relevante, es la que tiene que ver con el prestigio muy venido a menos del organismo internacional. Los consejos que da la OEA o recomendaciones puntuales vienen cayendo en saco roto pues lo fundamental, la imparcialidad, es un bien escaso en esas resoluciones. Un organismo que tiene un clarísimo corte de izquierda, que es tolerante con tiranías del continente y cuyo máximo representante, el señor Almagro, es un admirador del otrora chofer de ómnibus Nicolás Maduro, no puede gozar de la objetividad que se le exige para sus planteamientos. De allí que su visita no revista, como hace 22 años, la solemnidad e importancia que tuvo en la crisis que culminó con la salida de Alberto Fujimori y la convocatoria a elecciones generales.
Eso en cuanto a la OEA. Pero hay otra diferencia fundamental, que entrampa las posibilidades de entendimiento, que agrava la crisis y que la convierte en interminable, por la ausencia de un liderazgo conductor que nos lleve a una solución. Esa diferencia es el nivel de la clase política. Al inicio del siglo había una serie de personalidades políticas que, con experiencia, dejaron de lado sus expectativas e intereses y se unieron como un puño para acabar con la dictadura. Desde Paniagua y Alejandro Toledo hasta Lourdes Flores –pasando por Alberto Andrade, Luis Bedoya y desde el exterior Alan García– coordinaban con sus delegados para solucionar la crisis. Se llegó a buen puerto. El Perú se condujo a elecciones generales.
En estos días falta la unidad, no hay objetivos comunes, no hay desprendimiento y, algo peor, no existe un liderazgo claro. No espero mucho, por tanto, de estas reuniones que se avecinan. Luego de la visita de la OEA veremos que la solución sigue estando en nuestras manos.