Cuando no se quiere ver la realidad
Por: Cecilia Bákula – El Montonero
Esta semana hemos vivido, con claridad, algunas situaciones que a la luz de la inteligencia, dejan en evidencia eso que otros llaman “el gobierno de la ignorancia”:
Uno. La marcha del 5 de noviembre fue un éxito de quienes desean manifestar no solo su repudio a un régimen incapaz de atender las mínimas necesidades de un pueblo con hambre, desesperanza, carente de atención médica eficiente, sin educación de calidad y sin cumplimiento de necesidades básicas. Y de un país que ha caído en manos de una estructura de gobierno que, a decir de las denuncias y las carpetas fiscales, está enlodado en graves actos de corrupción que lo alejan de la dignidad de gobernar.
Dos. Una vez más, el intento de replicar esa exitosa marcha, como si fuera una actividad cualquiera, fue un fracaso. Ya no se trataba de copiar o suplantar grotesca e impunemente el contenido de una tesis, sino de replicar el esfuerzo de una movilización humana que, en resumidas cuentas, fracasó cuando se intentó convocar a personas, utilizándolas a cambio de un desayuno, un triste alimento para que caminaran unas cuadras. ¡Qué vergüenza maltratar así a personas a las que se dice respetar! ¡Qué manera de humillar a quienes merecen vivir de un trabajo honrado, permanente y no de migajas por parte de un gobierno que se atreve a convocar a personas necesitadas de ese alimento! A veces me pregunto si esas personas que aceptan por condiciones de emergencia vital, no merecerían un reclamo ante quienes ostentan con grandilocuencia la defensa de los derechos humanos? O es que a ellos no les corresponde, porque son usados por el régimen de turno…
Tres. Fue evidente que el socio estratégico, quien de alguna manera también sabe usar a los llamados “reservistas”, se “quitó” de esta pantomima de apoyo. Y seguramente no lo hizo por convicción ética ni por rechazo a estos dieciséis meses de caos y desgobierno, sino porque debió calcular que, unirse al casi náufrago gobierno, no le redituaría ningún beneficio
Cuatro. No queda duda que los días de este régimen se cuentan como los minutos adicionales de un nefasto partido de fútbol, en donde solo ha habido autogoles y en el que la moral de los que integran el equipo no puede estar más deteriorada. Así lo demuestra el deplorable nivel de declaraciones de quienes se consideran voceros del régimen que recurren a explicaciones y argumentos tan poco lógicos y creíbles como decir que, el 5 de noviembre, fue la población que marchaba la que agredió a la policía o denostar a una periodista, no solo de manera impune, agresiva e insolente, amparados en el transitorio poder que ostenta, sino con el agravante de que el medio en donde ella trabaja, sigue dando pantalla a ese personaje que bien debería ser querellado.
Cinco. Aún con una mínima y ajustada mayoría, la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales del Congreso aprobó la denuncia mediante la cual se le imputa a Pedro Castillo el haber cometido el presunto delito de traición a la patria, como atentado a la integridad nacional, delito que está tipificado claramente en el artículo 325 del Código Penal. No deja de sorprender el resultado de la votación y como, a estas alturas, se van moviendo las voluntades al interior del Parlamento. Si bien este es solo un paso y no garantiza nada respecto a que este proceso pueda culminar en etapas superiores en el Congreso, sí que es un escalón ya dado pues, además, está en curso la denuncia, solvente y contundente que ha presentado la Fiscal de la Nación respecto a las seis carpetas fiscales que contienen información documentada vinculadas a los temas en los que estaría severamente comprometido, quien ahora está en palacio de Gobierno.
Seis. No deja de sorprender la recurrencia del premier al intentar que su deseada “cuestión de confianza” sea aceptada aún cuando ya el Tribunal Constitucional ha emitido opinión definitiva y ha señalado tajantemente los casos en los que el Ejecutivo puede presentar una cuestión de confianza y en relación a políticas generales de Gobierno y en ningún caso a reformas constitucionales, tal como lo ha hecho saber claramente el presidente de la Mesa Directiva del Congreso, José Williams. Pero una vez más, no hay nada peor que la negación de la realidad que se tiene delante.
Siete. La inminente y por cierto innecesaria visita de la Comisión de alto nivel de personalidades designadas por la OEA, llega en el peor de los momentos para el gobierno pues su respaldo popular se ha demostrado es muy bajo. La realidad de su situación jurídica es complicada y las dificultades que enfrenta, más allá de la imposibilidad de mostrar un solo éxito en estos meses de ejercicio en el cargo, hablarán y darán testimonio fehaciente. Casi no debería requerir nada más que hacer a este organismo, tan solo le quedará indicar a sus emisarios que retornen, ya que la realidad que encontrarán será muy distinta a aquella de victimización que motivó el invocar la Carta Democrática. Quienes propiciaron u orientaron hacia esta acción cometieron un grave error.
En el Perú no hay una condición de golpe, ni una voluntad de atentar contra la democracia; lo que hay es una situación de desgobierno, caos, incompetencia, incapacidad, inmoralidad, amiguismo hasta el extremo, una total voluntad de impunidad y de copar todas las esferas públicas para favorecer a una camarilla, con olvido total de los más necesitados y a quienes se posterga cada día más. No en vano es muy larga la lista de ministros que han ido asumiendo con menos y menos éxito, por no decir con más y más fracaso, las carteras de mayor importancia, llevando al país a una situación de severa precariedad en aspectos estratégicos.
La realidad es evidente y es indispensable mostrarla en su crudeza porque la solución solo vendrá conociéndola y asumiéndola con valentía y realismo. Esto meses de crisis y desgobierno nos enfrentan a un duro y severo futuro. Dieciséis meses de inacción, sin obras ni inversión, de retroceso, de paralización, de quiebre de la institucionalidad serán duros de recuperar. Pero ello se logrará cuando se tenga a la cabeza del gobierno a personas probas dispuestas a la entrega noble, desinteresada y con capacidad de dar y servir porque sienten que el amor al Perú es una fuerza que corre por sus venas.