La OEA no puede hacer nuestra tarea
— Christian Capuñay Reátegui —

Si bien es cierto la presencia del Grupo de Alto Nivel de la Organización de Estados Americanos (OEA) en el país puede contribuir a encontrar un camino que alivie al menos momentáneamente la actual crisis, es errado esperar que con su concurso se vayan a solucionar los problemas estructurales de nuestro sistema político, los cuales están haciendo casi insostenible cualquier posibilidad de gobernabilidad estable.

La delegación del organismo hemisférico cumplió su misión en Lima, escuchó las versiones de diferentes actores de esta tragicomedia llamada política peruana y se prepara ahora para entregar su informe al Consejo Permanente, ¿y luego, qué? ¿Estarán dispuestos todos los sectores a poner en marcha recomendaciones con las que posiblemente estén en desacuerdo?

Es muy probable que ello no ocurra y me baso en la beligerancia que algunos de ellos muestran respecto al adversario. Hasta el momento, más allá de los discursos dirigidos a la tribuna, no hay una demostración fáctica de voluntad de impulsar acercamientos sinceros. En el Congreso, por ejemplo, persisten determinados representantes en tentar la vacancia presidencial o la suspensión como mecanismos que permitan retirar del cargo al Jefe del Estado. Cómo, entonces, puede considerarse factible un diálogo con quien prefiere ver eliminado al oponente antes que buscar consensos con él.

La OEA no puede hacer una tarea que nos atañe solo a nosotros, y no deja de ser un fracaso que debamos recurrir a organismos internacionales en procura de ayuda para resolver problemas cuyas soluciones tendrían que hallarse mediante el ejercicio de la política, entendida como aquella actividad orientada a la búsqueda del bien común, no como aquel juego menudo de celadas y estridencias al que nos tienen acostumbrados.

La crisis política es estructural, no episódica. Así los sectores antidemocráticos triunfen y consigan lo que no lograron mediante las elecciones, los problemas persistirán porque reformas necesarias para hacer viable nuestro sistema se postergan indefinidamente en virtud de que no son funcionales a los intereses de determinados grupos.

Podrán cambiar los gobiernos y la composición del Parlamento, pero continuará el choque de poderes en tanto no se optimice el equilibrio entre el Ejecutivo y el Legislativo, alterado por leyes aprobadas recientemente.

En ese contexto, el trabajo de la OEA es importante sin duda, pero lo es más la actitud que muestren los actores políticos de aquí en adelante. Dados los antecedentes no se espera mucho de ellos. No obstante, la posición que asuman en las próximas semanas revelará si realmente tienen como propósito el bien del país o solo sus intereses particulares.

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