Torre Tagle ante el comunicado conjunto de cuatro países
Por: Miguel A. Rodríguez Mackay. – El Montonero
La reacción del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú frente al acto de completa injerencia en los asuntos internos de nuestro país por parte de los gobiernos de Argentina, Bolivia, Colombia y México –hecho público por un comunicado conjunto del pasado 12 de diciembre– ha sido completamente tardía. Y siendo que el tiempo en diplomacia tiene una enorme connotación para los resultados que se puedan perseguir, dada la persistencia de los cuatro países en que el expresidente Pedro Castillo deba ser repuesto en el cargo que tuvo por 17 meses, lo que debe entenderse es que consideran a la presidenta Dina Boluarte como usurpadora del poder político peruano.
Lo que hace rato ha debido hacerse es retirar a los jefes de Misión en Buenos Aires, La Paz, Bogotá y Ciudad de México. ¿Qué estamos esperando? A estas alturas del partido, haberlos llamado en consulta en realidad ya es cuestión del pasado y constituyó a la hora de dictarse –recientemente– una completa plancha quemada de naturaleza insuficiente, que ha desnudado la ausencia de reflejos en la acción externa de Torre Tagle en esta nueva etapa, liderada por la flamante canciller Ana Cecilia Gervasi. Por cierto, a Ana Cecilia Gervasi la nombré vicecanciller en agosto de este año que termina, volviéndola la primera jefa del Servicio Diplomático de la República en nuestra historia bicentenaria.
En diplomacia cuando se llama en consulta a nuestros embajadores en el extranjero lo que se busca es transmitir un gesto al o a los Estados que hayan tenido una actitud en la política internacional con impacto en los intereses del Perú. Ese gesto inicial deberá ser superior a la extrañeza que suele hacerse, en cambio, convocando a los jefes de Misión de dichos países acreditados en el Perú. La naturaleza del mensaje será, entonces, de protesta y esa intensidad debe llegar con objetivo diplomático indubitable a las cancillerías de los Estados concernidos.
Cuando la protesta cobra una dimensión mayor debido al escalamiento de la situación generada por el impacto del tenor del referido mensaje, entonces, debe procederse de inmediato al retiro de los embajadores acreditados ante los cuatro países que es lo que hace rato ha debido consumarse. Es inaceptable desde cualquier punto de vista que por un comunicado cuatro gobiernos de la región cuestionen el proceso de sucesión del poder político consagrado en la Constitución Política del Perú, la norma jurídica más importante del Estado.
Las relaciones diplomáticas del Perú con Argentina, Bolivia, Colombia y México se hallan en un momento muy complejo lo que debe entenderse como relaciones enfriadas, pero no congeladas como erróneamente ha sido comentado. El congelamiento, entonces, se produce con un tercer momento que por supuesto nadie quiere para las relaciones bilaterales del Perú con los cuatro países porque el nivel de afectación podría tener el carácter de traumático para los diversos ámbitos de la relación bilateral.
¿Pero cuál es ese tercer momento en la escalada de las relaciones diplomáticas ingresadas en los pasillos de la complejidad? Pues el rompimiento de relaciones diplomáticas que seria y juiciosamente nadie quiere, mucho menos el Perú, y tampoco yo, como excanciller del Perú, lo sugeriría. No hallándonos en esa circunstancia –subrayo– no permitamos que ese escenario prospere porque significará que se ha ido de las manos la conducción de nuestras relaciones internacionales, cuando se mira calculando la reacción diplomática. O si se prefiere, cuando no se mira políticamente el asunto.
Aunque nos duela decirlo –por la excelente relación del pueblo peruano con los de Argentina, Bolivia, Colombia y México– no podemos tapar el Sol con un dedo para darnos cuenta de que el comunicado conjunto de los cuatro gobiernos ha tirado al suelo el principio de “no intervención”, cuya doctrina ha sido ampliamente desarrollada y reconocida con creces, precisamente al derecho internacional mexicano. El comunicado publicitado se ha mostrado cargado de vocación ideologizada y es un muy mal precedente para la diplomacia regional y por ellos, advirtiendo los riesgos de su impacto, hizo muy bien la embajadora de los Estados Unidos de América, Lisa Kenna, en salir al frente para mostrarle gestos a la presidenta de la República, Dina Boluarte, de claro respaldo en la política internacional panamericana.
No podía ser de otra manera del país que tiene una historia democrática a prueba de balas. Lo mismo ha hecho el presidente electo del Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva que, aunque ha sido un gesto que debemos reconocer, todos sabemos que en el fondo busca marcar la cancha del nuevo e inminente liderazgo brasileño en el vecindario latinoamericano mayoritariamente dominado por regímenes de izquierda. Lula, empoderado por la incuestionable calidad geopolítica del gigante sudamericano, ha visto el delicado caso peruano como uno propio de la perfecta ecuación: circunstancia y oportunidad, que jamás pasaría por alto.
El rol de nuestra diplomacia en estos momentos debe ser efectivo ciento por ciento. Para conseguirlo hay que ser rápidos y astutos, pero sobre todo íntegros. En efecto, los gestos en diplomacia deben ser veloces para afianzar y afirmar a la presidenta que requiere con urgencia de empoderamiento en el frente internacional americano mirando el conjunto de remezones que afronta en el frente interno en el que buscan debilitarla o defenestrarla. Carácter para no llevar adelante una política exterior a cuentagotas es lo que se espera.