Por: Carlos Meneses

“Hoy tenemos que hablar con pruebas y si no las hay mejor es callarse la boca pues de por medio están honras y acciones injustificadas y ninguna prueba en contra.”

La mayoría sino todos los peruanos habíamos hecho un compromiso o, como gustan llamar otros, una tregua en las convulsiones político-sociales que sufrió el país a raíz de la nunca explicada razón que sirvió de pretexto al ex presidente Castillo para su declaración del 7 de diciembre que puso fin a su gobierno. Obligando a declarar un estado de emergencia nacional y provocando pesar en muchos hogares y, especialmente, en las familias que se enlutaron con muertes y heridos.

Nació entonces la esperanza de la reconciliación y de la búsqueda de una paz deseada para devolver normalidad a un pueblo que ha tenido crisis no semejantes a la recién superada, pero encontramos sorpresas desagradables para todos aquellos espíritus invitados a trabajar unidos por la búsqueda de la reconciliación y del entendimiento.

Conseguir la paz es mucho más difícil cuando se reviven rencores y se trata de encontrar dificultades que superen la contingencia actual. Recordamos que cuando se produjeron las elecciones del 2020, cuando se eligió como presidente a Pedro Castillo no faltaron voces acusadoras y no probadas que señalaron que se había cometido un fraude que perjudicaba a la candidata Keiko Fujimori.

Se abrieron entonces investigaciones, se hicieron denuncias en el Perú y en el extranjero que nunca se pudieron probar y que costaron al Estado buenas sumas de dinero en indagaciones que nunca concluyeron confirmando lo supuesto.

Hoy una parte de peruanos insiste en condenar a las autoridades electorales de ser responsables de lo que nunca ha podido determinarse como verdad, pero animados por los decires de ayer pretenden ahora que autoridades encargadas del proceso sean separadas o castigadas por lo que no hicieron mal sino correctamente.