El periodista Juan Salas Ocharán puso a descansar su pluma
Por: Roxana Ortiz A.

Era imposible no saber de su presencia, siempre se hacía notar, no solo por su calidad de periodista, sino por su sonora voz, fuerte, expresiva, impetuosa, como su personalidad. Juan Salas Ocharán, el popular “JUSALO”, dejó la tierra para pasar a ser un ser celestial.

Era muy amistoso, con personas de cualquier edad, especialmente con sus “coleguitas”, como él llamaba a los periodistas. “Tengo 10 lukitas para hacerlas mierda ¿Quién se apunta?”, decía en confianza al ingresar a la redacción del diario Arequipa al Día, mostrando el billete con la cara de Abelardo Quiñonez. No pocas veces había quién se anotaba a acompañarlo a aplacar la sed; aunque generalmente se trataba de una broma.

Juan Salas nació en Mollendo y estudió en el Colegio Nacional Independencia Americana, donde precisamente inició su carrera de Periodismo, junto con sus compañeros, haciendo el periódico para la institución educativa. Luego fue invitado para hacer un programa de radio y la profesión se le pegó a la piel como tatuaje.

Imprimió su tinta en varios diarios de Arequipa, como Correo, Arequipa al Día y El Pueblo. Su principal habilidad era ser “titulero”, tenía la facilidad para crear un titular llamativo y hasta curioso para colocar a la noticia. Amigo entrañable del periodista Carlos Meneses Cornejo, a quien lo señalaba como el “actual Patriarca Mistiano, conocido por su elegancia y presencia como El Inglés”. Luego de la pandemia de la COVID 19, y tras lograr “su libertad”, una de sus primeras visitas fue precisamente a la casona de la calle Santa Marta.

En el diario Correo estuvo durante 28 años, 14 de ellos como Jefe de Redacción y Director Interino, en varias ocasiones. Era un ser humano a carta cabal y por lo tanto de muy buenos sentimientos, y no pocos lo sabían.

Contó que un día cuando estaba trabajando, llegó una señora con un niño en brazos para hacerle conversación y cuando ya se ganó su confianza, le dijo que por favor le cuidara al menor porque iba unos minutos a la tienda. Pasaron los minutos y las horas y la madre nunca apareció. Tuvo que comprar leche y pañales para alimentar al menor.

Obviamente tenía que sacar la noticia de que habían abandonado a un niño en el diario; pero también mostró preocupación por su salud; así que al día siguiente lo llevó a la clínica San Juan de Dios donde le diagnosticaron poliomielitis.

Moviendo sus influencias como reconocido periodista y haciendo una campaña entre la población, logró reunir los fondos necesarios para que lo trasladen a Lima y reciba atención especializada.

Luego de cuatro años, le comunican que Miguel Quispe, nombre con el que fue bautizado, iba a llegar a Arequipa y que tenía que ir a recibirlo, pues era el único “familiar” conocido que tenía. Obviamente que publicó dicha información por lo que muchos se enteraron del retorno. Acudió al terminal aéreo con la alegría de recibir a Miguelito luego de tanto tiempo, pero preocupado a la vez por su destino en Arequipa. Para su sorpresa, no fue el único que se hizo presente en el lugar, sino también la madre del niño, arrepentida de haberlo abandonado y entre sollozos agradeció el gesto del periodista, de quien dijo sabía que lo dejaba en buenas manos.

Como tenía gran habilidad para hallar la noticia en acciones comunes, un día encontró una información sobre el casamiento de una pareja en el Misti, para él se trataba de un gran acontecimiento.

Decidió buscar a la pareja y resultó que se trataba de los protagonistas y resultó que se trataba del fotógrafo de la Plaza Mayor, Moisés Guzmán y la vendedora ambulante Nicolasa Merma; ambos de bajos recursos económicos quienes no podían tener una gran boda, pero querían hacerla inolvidable por lo que eligieron la cima del volcán.

Juan Salas no solo amplió la noticia, sino que hizo toda una campaña para conseguir todo lo necesario para la boda: vestido, torta, equipo musical y hasta la luna de miel.

Así que el 13 de octubre de 1973 se concretó la boda, que no solo tuvo repercusión a nivel nacional, sino que la noticia se publicó en revistas internacionales, como la boda a más altura en el mundo. Como éstas hay muchas anécdotas en la vida del popular periodista.

JUSALO se casó con el gran amor de su vida, Graciela Fernández , con quien tuvo tres hijas: Graciela, Rocío y Milagros.

La pandemia lo obligó a recluirse para evitar el contagio con la atención de sus dos hijas que le sobreviven, Milagros y Rocío; pero también se mantuvo activo en las redes sociales donde comentaba los últimos acontecimientos con ayuda de Milagros, pues por la enfermedad detectada hace algunos años había comenzado a perder la vista.

Cuando no pudo ejercer el periodismo por algún motivo, optó por ser publicista y según contó, terminó ganando dinero varias veces más de lo que le pagaban como hombre de prensa, tanto así que fue premiado a nivel nacional por ser buen vendedor.

Fue Decano del Colegio de Periodistas, tiempo en el cual consiguió el local que se tiene en la actualidad; gracias a su profesión pudo viajar a diversos países invitado para ofrecer charlas. También fue co-fundador de la carrera de periodismo en la Universidad Católica de Santa María, de donde fue profesor de prácticas.

Se extrañará sin duda, esa alegría contagiante; muy pocas veces se lo veía enojado, algunas veces decepcionado por malas acciones de algunas personas, pero decía que de todo se encargá el destino. Hasta los últimos días conservaba el buen humor, la memoria intacta, el gusto por los platillos arequipeños y salía a recorrer distintos lugares de la ciudad que en sus épocas juveniles caminó casi con los ojos cerrados. Vuela Alto JUSALO

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