LAS HISTORIAS QUE DEBEMOS REGALAR A NUESTROS HIJOS
Por: Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.

.

Los hijos ven a sus padres como modelos a seguir. Los padres vienen a ser los superhéroes en las historietas infantiles y en los sueños de sus hijos. Los padres ante los ojos y el corazón de los niños son perfectos ¿Qué niño no desea ser como su padre? ¿Qué niña no daría toda su alegría por ser como su madre?.

HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

Como padres, sólo con ese concepto, en esos escasos meses de vida somos “lo máximo” para los hijos. Y mi pregunta es ¿Realmente lo somos? Y si lo somos ¿Realmente nos comportamos a la altura de las exigencias?

Alguna vez un padre lleno de alegría y con un entusiasmo marcado en sus palabras me decía: “Doctor, yo he deseado a mi hijo con todo mi corazón. Con mi esposa planificamos la mejor época del año para su concepción. Estuve pendiente de él cada mes de esos largos y maravillosos nueve meses de gestación. Estuve presente en cada control médico, en las sesiones psicoprofilaxis y en la estimulación prenatal. Escuchaba junto a mi esposa embarazada música clásica. Le hablaba al vientre de mi esposa. Yo deseaba de corazón ser padre. Yo decidí ser padre de mi hijo”.

Yo no dudaba de los sentimientos hacia su hijo. En realidad, nunca he dudado ni dudaré del amor de un padre o de una madre hacia su hijo o hija; pero yo le repliqué algo que le sorprendió: “Comprendo tu amor y tu dedicación. Pero hoy vengo a decirte algo importante. Tu no decidiste ser padre, fue tu hijo que siendo un ángel en el cielo decidió ser niño y venir a la tierra. Y Dios le preguntó ¿Quién quieres qué sea tu padre, ¿quién quieres que sea tu madre? Él te eligió. Tú no lo elegiste. Él, de todos los padres del mundo te eligió, por tus capacidades, por tus virtudes, por tus defectos, por tu amor, por tu resentimiento, por el tiempo que le ibas a regalar y por los momentos en que le ibas a faltar. Él los eligió como sus padres, por qué él sabía que ustedes eran lo mejor para él. Si él te ha elegido por todo ello, conociéndote de ante mano ¿Por qué fallarle?”

No elegimos ser padres de nuestros hijos. Nuestros hijos nos eligen como sus padres. De seguro lo hacen porque somos los mejores. Y si somos los mejores ¿Por qué nos equivocamos tanto? ¿Por qué los hacemos sufrir de modos tan diversos?

Ellos nos amaron desde siempre. Debemos amarlos inconmensurablemente. Debemos de regalarles nuestra vida, nuestras historias, la esencia que recorre nuestra sangre, aquellas vivencias que iluminaron nuestras existencias. En fin, podemos y debemos regalarles nuestro tiempo, pero ¿Podemos regalarles horas y días continuos de nuestras existencias?

La mayoría de padres no pueden hacerlo. Opta por lo más fácil. Regalan bienes materiales, regalan tecnología y creaciones humanas. No pueden regalarse así mismo. No pueden envolverse en papel de regalo y colocarse una nota en el exterior del presente que diga: “Te regalo una hora completa de cada uno de mis días”. ¡No!, eso es imposible. Podemos regalarles a nuestros hijos todo cuanto quieran, podemos hacer el esfuerzo de endeudarnos de por vida comprando bienes materiales a nuestros hijos, pero regalar tiempo, regalarnos a nosotros mismos y nuestras historias, no, eso no es posible, eso no es parte de ningún trato.

Augusto Cury escribía en su inolvidable texto “Padres brillantes, maestros fascinantes” lo siguiente: “Los padres que se preocupan por dar a sus hijos una historia se vuelven inolvidables”. ¿Cómo quiere ser recordado usted por sus hijos? ¿Cómo aquel “padre banco” que siempre tenía un cheque en blanco para satisfacer en el momento las necesidades materiales de su hijo o como aquel padre inolvidable que le dio no sólo seguridad económica a su infancia, sino que además le regalo su tiempo, sus experiencias, sus triunfos y sus fracasos?

Nuestros hijos necesitan alimentarse de nuestros sueños, necesitan saber que anhelábamos cuando fuimos jóvenes, que logros alcanzamos y en qué fallamos. ¿Por qué? Por qué tiene que saber que no somos perfectos, tiene que reconocer nuestra naturaleza humana, ellos deben identificar nuestras imperfecciones y nuestras conductas llenas de errores. Deben saber que cada día asumimos un nuevo compromiso, ¡Ser mejores!, y que ese compromiso significa corregir nuestros errores en el día que ha sucedido y desear de corazón el bien a todos aquellos que nos rodean. Ese es un compromiso con nuestra vida y con la existencia de ellos, ser mejores y más nobles en nuestros actos.

El mundo industrializado nos ha regalo muchas comodidades, no puedo negarlo, pero a la vez nos ha quitado un mundo de fábula donde en cada instante latía el concepto “vida”. Ahora nuestro planeta llamado Tierra es un mundo caotizado y lleno de contaminación. No le bastó a la revolución industrial habernos quitado el azul del cielo y el aire puro en muchas ciudades del mundo, quería más, deseaba a cada ser humano en las fábricas y en las instituciones de nueva tecnología. La familia era un limitante, debería ser destruida y la guillotina fue soltada. Las familias empezaron a romperse. El concepto de familia ahora esta etiquetado con el logo “EN EXTINCIÓN”.

Y nuestros hijos están extinguiendo sus vidas con la desaparición del concepto familiar.

Queridos padres, Anthony de Mello decía: “En el amor no puede haber exigencias ni chantajes”. Nuestros hijos nos aman, de seguro que mucho más de lo que nosotros podamos amarlos. Si tuvieran el dinero necesario comprarían de seguro nuestro tiempo para hacer cosas tan sencillas como jugar en un parque, hacer volar una cometa, armar un origami o simplemente tenernos cerca para sentirse acompañados, sentirse seguros e importantes.

Deseos tan llenos de un corazón latiendo y de una pureza en su mirada ¿Cómo los estamos recompensando? ¿Estamos actuando a las alturas de sus expectativas? ¿Estamos siendo verdaderos padres a corazón abierto o mezquinos tiranos en nuestros hogares? Nuestros hijos nos están pidiendo tiempo y amor en ese tiempo ¿Podemos dejar de lado nuestra insensibilidad y darles lo que quieren? Si, alguien dirá: “No se puede complacer en todo a los hijos, eso es mal acostumbrarlos, es malcriarlos”. Yo compartiría el mismo concepto, pero de un modo distinto: “No malcríes a tus hijos, no les des todos los bienes materiales que te pidan. Eso no es bueno. Siéntate a hablar cada día con ellos, ingresa a su mente, comprende sus sufrimientos y racionaliza su forma de pensar. Alimenta sus experiencias con tus experiencias. Haz que su vida sea un paraíso con el tiempo que les regalas. Recuerda, es más importante una hora de tu tiempo que el último video juego del estante de una tienda comercial”.

Dejanos un comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked with *.