¿Colapso político o de toda nuestra sociedad?
Por: Juan Sheput – El Montonero
No hay duda de que entre los años 1980 y 1992 se vivieron en el país jornadas de gravedad e incertidumbre. El retorno, Constitución de 1979 mediante, a la plena vida democrática trajo consigo las desventajas de este régimen el democrático. Acostumbrado el país a la mano férrea de la dictadura militar, empezó a ver los usos y costumbres democráticos como muestras de debilidad. Mientras los militares actuaban, los demócratas consensuaban o, como decía Alfonso Grados Bertorini, concertaban. Esta actitud los convertía en vulnerables o débiles. Lo mismo, con diferentes matices, sobrevino en el 2001, cuando Alejandro Toledo inició su periodo democrático luego de la dictadura fujimorista. Lo evidente es que el régimen democrático se ve, en la comparación, como débil frente a las dictaduras. Mientras en esta todo se impone a rajatabla, en las democracias para poner algo en práctica primero se tiene que convencer.
Por otro lado, tanto durante la dictadura fujimorista como velasquista se procedió a liquidar el prestigio de los partidos políticos. Los resultados, sin embargo, fueron distintos en los periodos que sucedieron a las dictaduras. Mientras en los ochenta sobrevivía un elenco histórico capaz de generar prestigio y formar opinión, en el siglo XXI –a pesar de la existencia de algunas figuras políticas– no se logra calar en la opinión pública. Al preguntarme el por qué, surgen algunas reflexiones.
En primer lugar sucede que no debemos hablar simplemente de la política sino de sistemas políticos. En estos intervienen diversos elementos que al actuar en conjunto forjan un resultado distinto al que daría cada uno de los elementos funcionando por separado. Un sistema político lo forman diversos elementos: los partidos, los poderes del Estado, los medios de comunicación especializados, la academia, los líderes de opinión, las encuestadoras entre otros. A eso agreguemos ahora las redes sociales. Todo ello impacta en la principal función de la política: la capacidad de poder cambiar el rumbo de los acontecimientos.
En los años ochenta se cometían una serie de errores gubernamentales y políticos. Pero había debate público. Los canales de televisión estaban llenos de programas diarios de análisis políticos en los cuáles la producción no vetaba ni censuraba a los políticos por sus opiniones contrarias. Todo lo contrario. Pero también había densidad en la crítica. Un columnista de esos años (un Manuel D’Ornellas por ejemplo) no habría criticado a los congresistas por reunirse clandestinamente. No lo habría hecho pues lo habría considerado natural. Es parte de la política.
En estos días no solo hay crisis de la política sino del sistema político. Opinólogos sin experiencia, académicos consultores del gobierno, periodistas que escriben con el hígado, producciones periodísticas que obedecen sin chistar las órdenes de vetar a tal o cual, odiosidad en lugar de pluralidad, encuestadoras hiper cuestionadas, es decir, hay una crisis de todo el sistema político.
No solo el gobierno está en crisis. Está en crisis nuestra sociedad.