La importancia del recuerdo
Por: Cecilia Bákula – El Montonero

En estos tiempos en los que la noticia parece ser un recuento de atrocidades, cuando cada día nos despertamos tomando conciencia de un despropósito más en las decisiones tomadas por las máximas autoridades del país –que parecen pensar que una menguada acción en las calles de la ciudad es un éxito–, que se nos muestra la crudeza de las horrendas muertes de los policías en la zona del VRAEM, cuando amanecemos con programas televisivos que buscan hacer creer a los televidentes que la felicidad está en los excesos de los placeres y el consumismo o que la vida se resuelve con el asesinato y en la violencia callejera y familiar, decido hacer una pausa, ante esa dramática realidad, y regalarme un instante de solaz para volver mis ojos con gratitud hacia la necesidad e importancia del recuerdo.

Y porque puede ser insano vivir tan solo en el presente, por más necesario que sea, estimo conveniente y útil destacar la necesidad de conocer la historia, nuestra historia, para que nos dé luces, nos haga libres, nos permita desarrollar criterio e identidad. Y es igualmente oportuno saber quiénes se han dedicado a conocer esa Historia, ese pasado y han hecho el acopio de datos y han forjado una interpretación del pasado para que seamos capaces de intentar el conocimiento de nuestra existencia, compleja, por cierto, pero no más intrincada que la de otros pueblos y otras sociedades.

Recientemente hemos recordado, claro que con poca propaganda y pasando casi inadvertido, el llamado Día del Historiador. Una fecha que fue designada como homenaje al día de nacimiento de Jorge Basadre, tacneño de cuna y multifacético en sus intereses históricos republicanos, que destacó por la pulcritud de su oficio de historiador.

Desde mi humilde condición de “colega”, lejana colega en tanto lo que tengo por delante como altísima valla, no puedo dejar de reconocer el aporte de tantos historiadores peruanos; y a través de ellos, la importancia de la Historia. Y escribo esa palabra con “H” mayúscula, destacando la ciencia, antiquísima ciencia, cuyos orígenes podrían remontarse a los albores mismos de las sociedades, cuando el hombre descubre la necesidad y urgencia de conocer su pasado. Ya en el mundo clásico, Heródoto, reconocido como el padre de la Historia, establece pautas básicas para el estudio del pasado y Clío es reconocida como la musa de ese conocimiento que, en la mitología griega, es representada como una figura femenina que avanza sobre una embarcación que lleva un reloj como muestra del inexorable paso del tiempo, mientras ella observa y anota lo que sucede.

El Perú ha sido y sigue siendo rico en historiadores. Y me voy a referir solo a aquellos con quienes he tenido el privilegio de una relación de colega, alumna, amiga. Tremenda distinción, que en cada caso me obliga al recuerdo respetuoso para los que ya partieron, y de compromiso para con los que nos siguen enseñando, dando muestras de excelencia y constancia.

Con ocasión de recordar el natalicio de Basadre, se nos recordaba algunas de sus expresiones de gran lucidez como cuando señaló, ya en 1952: “No queremos turbas de mente ciega, violenta o rudimentaria, afanosas de destruir todo lo que antes de ellas existió. Queremos nuevas gentes con conciencia del destino nacional y universal, con fe en lo que puede y debe ser el Perú, con la aspiración de ascender en capacidad y potencia manteniendo, a pesar de todos los obstáculos y a pesar de todas las desilusiones, el respeto de lo que es intangible y la voluntad de cambiar lo que es reformable y la habilidad para coordinar una y otra aptitud.” Palabras que hoy cobran plena vigencia y que nos hacen pensar en lo poco que las conductas políticas han cambiado y/o en lo poco que la madurez gubernamental ha sido capaz de dar respuesta a las ansias de los gobernados.

De igual manera, resuenan en nuestros oídos las expresiones del tan querido profesor José Antonio del Busto, a quien quise y respeté profundamente que hizo de la investigación histórica su gran pasión académica e intelectual y nos orientó y enseñó a entender el fenómeno de la conquista desde una perspectiva lúcida y enriquecedora, sobre todo cuando señaló con orgullo “Nosotros descendemos de los vencidos y los vencedores pero no somos ni vencidos ni vencedores. Podemos ser indigenistas o hispanistas, pero por encima de todo debemos ser hispanistas”.

Y así, la vida transcurrió aprendiendo de personas como Franklin Pease, cercano y maestro, Onorio Ferrero cuya cultura humanista era inacabable, Armando Nieto S.J., José Agustín de la Puente, Félix Denegri y, cómo no incluir aquí, a quien sin que yo me diera cuenta, fue forjando mi ánimo y espíritu investigador, orientado hacía el estudio de la historia del Perú, mi padre, el embajador Juan Miguel Bákula, que dedicó su vida no solo al Servicio Diplomático del Perú, sino a la investigación respecto a las relaciones internacionales del Perú a lo largo de su historia, haciéndolo con gran profundidad en el análisis y en el manejo de fuentes que han convertido a sus publicaciones en documentos indispensables para el mejor conocimiento de la realidad internacional del país.

Fueron muchos otros, anteriores en el tiempo de los que los de mi generación nos nutrimos, pero ahora deseo, para concluir, en este momento de recuerdo y homenaje a los historiadores, mencionar cuando menos a personas de la talla de Margarita Guerra, José de la Puente, Scarlett O’Phelan, Miriam Salas, Carlos Contreras, Claudia Rosas, Liliana Regalado, Manuel Burga, Susana Aldana, Marcos Cueto, Carmen Villanueva, Joseph Dager, Carmen Mc Evoy, Hugo Pereyra, Carlos Gálvez, Víctor Arrambide, Cristina Mazzeo, Cristóbal Aljovín, por referir solo a algunos, sabiendo que son muchísimos más los podrían ser mencionados y otros tantos los que desde otras ciencias, se acercan a la historia. Son todos ellos los que hacen de la investigación histórica un empeño diario por la verdad, por el conocimiento y por la comprensión de nuestro pasado y nuestra realidad.

A ellos se une una generación nueva de acuciosos jóvenes, apasionados por el conocimiento del pasado a través de fuentes a las que acceden y estudian desde una perspectiva interdisciplinaria, aportando una visión cada vez más completa de nuestra propia existencia. Dicho así, el estudio de la historia y la ciencia histórica en sí misma tienen en el Perú una excelente perspectiva.

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