El primer año de la guerra entre Rusia y Ucrania
Por: Miguel A. Rodríguez Mackay – El Montonero
Nadie creyó que la guerra entre Rusia y Ucrania llegaría al año sin que se advierta en este tiempo transcurrido una solución a la vista. Sin entrar en detalles ni especificidades cualitativas o cuantitativas del conflicto –resultará irrelevante la discusión bizantina si estamos frente a una guerra o un conflicto, pues para los efectos de la ciencia de las Relaciones Internacionales, terminan siendo lo mismo, a continuación refiero mis análisis conclusivos siguientes:
UNO: La guerra ha debilitado al sistema westfaliano de la sociedad internacional contemporánea:
Desde el instante en que Rusia, hace exactamente un año, el 24 de febrero de 2022, decidió la invasión de Ucrania debilitó el principio de inviolabilidad de las fronteras nacionales, que se hizo pétreo luego de la firma de la Paz de Westfalia de 1648, acontecimiento histórico que puso fin a la denominada Guerra de los Treinta Años en Europa. Desde aquel momento, entonces, los Estados de la comunidad internacional dejaron de lado la práctica de las invasiones iniciadas por los pueblos bárbaros -visigodos, ostrogodos, hunos, hérulos, vándalos, etc., luego de la caída del Imperio Romano de Occidente en el 476 d.C. Cruzar las fronteras nacionales con actitud invasiva se había vuelto una penosa regla durante gran parte de la vida internacional hasta ese entonces imperante que Westfalia -actual región de Renania en Alemania- corrigió y que, con el transcurso de los siglos, la comunidad internacional terminó de sellar con tratados o acuerdos internacionales. Así, la dimensión del impacto que ha causado el gobierno de Vladimir Putin a la conciencia colectiva internacional sobre la prohibición de ingresar en el territorio de otro Estado, ha sido devastador, creando el riesgoso antecedente de que pudiera agudizarse ante cualquier otro inesperado evento bélico en el planeta. Realmente deberíamos cruzar los dedos para que eso no pase porque podría flagelar a la soberanía de los Estados, precisamente el mayor legado de la referida Paz de Westfalia.
DOS: Afianzamiento de la cuestionada guerra preventiva:
El argumento de un Estado (Rusia) de iniciar un ataque armado a otro (Ucrania), además, en condiciones militarmente inferiores para el segundo, en la idea de que lo hace por su seguridad y defensa nacional o porque cree la existencia de una amenaza geopolítica a su área de influencia, es lo mismo que legitimar el capricho o permitir la arbitrariedad. Rusia decidió la invasión de Ucrania sobre la base de un supuesto, es decir, de que si acaso Ucrania ingresaba en la Organización del Tratado del Atlántico del Norte – OTAN, entonces corría peligro la integridad territorial de la Federación de Rusia y por tanto su seguridad nacional. En pleno siglo XXI en que los Estados de la comunidad internacional han alcanzado madurez en el respeto de la soberanía nacional por el enorme desarrollo del derecho internacional, sobre todo luego de la Segunda Guerra Mundial y con el imparable proceso de descolonización, Moscú, a contracorriente, ha tirado al suelo el respeto de la referida soberanía estatal, exclusiva cualidad intrínseca de los Estados, y más aún, ante la incontrastable evidencia de que Ucrania jamás produciría siquiera una mínima afectación material con luces de Bengala a Rusia. Es verdad que Moscú no estrena la guerra preventiva -lo hizo Israel por la Guerra de los Seis Días en 1967, ocupando todo el Sinaí, y Estados Unidos por la invasión de Irak en 2003 cuando decidió ir a la caza del dictador Sadam Hussein-. Rusia ha creado, entonces, un nuevo precedente nefasto para el derecho internacional contemporáneo.
TRES: No se trata de una guerra de envergadura planetaria ni de formación de coaliciones o alianzas:
Por más que una de las partes en combate -Rusia-, que incuestionablemente es un Estado relevante en el globo por su dimensión geopolítica en las Relaciones Internacionales, lo que incluye su protagonismo durante la denominada Guerra Fría cuando se nominara Unión Soviética, capaz de comprometer jurídica o políticamente a otros Estados, la naturaleza del acto bélico y por sus características en estos primeros 12 meses de la contienda, confirman una guerra bilateral, circunscrita al ámbito territorial de ambos países, e incluso exclusivamente desarrollada en el territorio de uno de ellos: Ucrania. En otras palabras, no hay una expansión de los escenarios de guerra ni siquiera en ningún otro espacio de la región asiática cercana al área de combate. Tampoco se han formado bloques de países con compromisos vinculantes que obliguen a los Estados a asumir una posición con alguna de las partes. Hasta ahora los países de occidente o puntualmente los Estados miembros del Tratado del Atlántico Norte – OTAN, han tenido una orientación esperada en favor de Ucrania y a pesar de que vienen suministrando de tanques y otros materiales bélicos a Kiev para su defensa, debe quedar claro de que no participan de los actos de guerra. Lo mismo pasa con países como China, Corea del Norte o Irán, que a ojo cerrado podrían acomodarse hacia Moscú en la eventualidad de un agravamiento de la guerra pero que hasta ahora tampoco tienen un compromiso obligatorio con Rusia.
CUATRO: La penosa tendencia de la guerra es hacia un escenario internacional de tensiones y polarizaciones entre los actores poderosos del globo:
Cuando lo que se esperaba al final del año de la guerra, creyéndose un notable desgaste de las partes en combate, era dar paso a una etapa de negociaciones diplomáticas bilaterales o con el concurso de países como Estados Unidos y China o la Organización de las Naciones Unidas – ONU, la reciente cumbre sobre Seguridad Mundial de Múnich, las insinuaciones de China de seguir evaluando brindar apoyo bélico a Moscú y el discurso del presidente de Rusia, Vladimir Putin, en el que peligrosamente anuncia su alejamiento del acuerdo nuclear que firmó con Washington en el 2010, advierten el escenario de una agudización del conflicto, lo que podría poner en jaque a la paz mundial; y,
CINCO: La guerra entre Rusia y Ucrania pretende relativizar el principio de la solución pacífica de las controversias.
Finalmente, una de las consecuencias más riesgosas para la paz mundial que tanto costó a la sociedad internacional alcanzar luego de la Segunda Guerra Mundial, a través de la Carta de San Francisco de 1945, es sin duda, el desprecio de los actores en combate por una solución pacífica que tienen carácter de imperativo categórico de cumplimiento obligatorio, una categoría Kantiana que no debería ser despreciada. A pesar de que la solución pacífica de las controversias ha sido consagrada por el derecho internacional contemporáneo, algunos países ningunean a la promoción de la paz e impactan negativamente en su mantenimiento. Ninguna receta para la paz podrá ser más efectiva que la propia paz y por eso es que los esfuerzos para mantenerla constituyen la tarea más importante de las Naciones Unidas desde que fuera fundada en 1945.