Consultorías generan círculos de poder y dependencia
Por: Manuel Gagó – El Montonero
En marzo del 2019 se denunció un escandaloso préstamo. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) desembolsaría S/ 5,641 millones para ejecutar el Proyecto Mejoramiento y Ampliación de los Servicios de Soporte para la Provisión de los Servicios a los Ciudadanos y las Empresas a Nivel Nacional (Promsace).
El préstamo en cuestión serviría para financiar, entre otras cosas, consultorías sobre estandarización de procesos administrativos para los gobiernos regionales y locales; para preparar, organizar, aplicar y revisar encuestas; para diseñar y elaborar proyectos, y ejecución de campañas de comunicación.
En otras palabras, un grupo de “consultores” que solo hacen copia y pega –porque eso es, más de lo mismo– vinculados a las izquierdas, nos enseñarían cómo mejorar la imagen de las autoridades. En lugar de destinar préstamos para proyectos productivos, la burocracia internacional –fiel a su estilo de vida– promueve la generación de ingresos sin mayor esfuerzo: el diagnóstico básico, tantas veces anunciado, en lugar de resolver sobre la marcha problemas graves del país, como la anemia y tuberculosis que afectan a gran parte de la población y, en general, obras y servicios estatales destinados a mejorar la vida de las personas.
En su momento, y también por El Montonero, se denunció el festín de asesorías y consultorías en el Ministerio de Educación, ahora puestas en relieve por el ministro del sector, Óscar Becerra. Como en política no existen coincidencias, la izquierda afectada por la denuncia intenta ocultar esta realidad, cuestionando los nuevos montos de los menús que se sirven en el Congreso de la República.
Para nosotros no está mal que los parlamentarios coman rico y sustancioso, bien por ellos, no seamos envidiosos. Claro, lo ideal sería que el disfrute fuera con peculio propio. Sin embargo, vale señalar la dinámica parlamentaria y de cualquier actividad productiva, que se propone sacarle el jugo al tiempo: la alimentación al alcance de todos. Delicatessen para evitar que, por la hora de la comida, se pierda la ilación de las tareas. Asimismo, atender a invitados de eventos especiales. Pero en fin.
Resulta que la indignación nacional vuelve a mostrar su miopía. Se rasga las vestiduras por los potajes también consumidos por sus camaradas; pero calla ante esas millonarias asesorías, consultorías y publicidad otorgadas por el Ministerio de Educación. El objetivo de las denuncias contra el Congreso es desprestigiarlo sobredimensionando sus errores, que además no son pocos. El escándalo de los menús pretende tapar las denuncias de Becerra.
Esto no es novedad. Durante su gestión en Educación, el burócrata internacional Jaime Saavedra planteó un Estado 18% más grande –según él– para alcanzar el desarrollo. Con este argumento, buscaba elevar el gasto público. Es así como cosechó fama gracias al incremento desmedido en consultorías, asesorías y, sobre todo, “tópicos de comunicación”.
Los contratos otorgados sirvieron para elevar su imagen. Cierta prensa lo convirtió en súper funcionario, indispensable, lúcido como ninguno. Derrochando simpatías, ofrecía entrevistas en los medios que, además, contratan publicidad con el Estado. Así lo vimos.
Sin embargo, el derroche de carisma contrastaba con los resultados obtenidos. La educación pública continúa estancada. De 10 escolares de escuela pública, no más de tres entienden lo que leen y aprueban matemáticas. Por eso el país está último en las pruebas PISA.
Lo de las consultorías era puro cascarón e imagen edulcorada mientras la educación continuaba su curso de caída, con la meritocracia en espera y atacada por Castillo, cumpliendo las directivas de Movadef. En los libros de colegio se hacía apología al senderismo y a la ideología de género como temas sustantivos.
Poniendo en la balanza del derroche presupuestal, las consultorías exorbitantes obtienen el premio mayor frente a los menús, que pasan a ser no otra cosa que chancay de a medio.