EDUCACIÓN SIN VIOLENCIA (primera parte)
Por: Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magister en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.

.

En este momento diez personas han muerto por violencia en algún lugar del mundo. Antes de que usted querido lector finalice la lectura de ésta página por lo menos mil nuevas muertes se han dado en el mundo por la misma causa.

HOY CONOCI EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

La sociedad civilizada y tecnificada en la cual vivimos se ha vuelto convulsionada, violenta, insegura. Y nadie sabe con certeza si ¿Volveremos a casa esta noche?, ¡Nadie está seguro de nada! Las preocupaciones innatas a nuestra seguridad y secundarias al desarrollo de la violencia están erosionando la vida mental de los pobladores del siglo XXI.

¿Somos seres más civilizados? ¿Dónde surge la violencia? ¿Por qué tener que vivir en un mundo lleno de inseguridad? ¿Somos los padres nuevamente los responsables de este caos mundial, de esta pandemia de violencia?

En verdad que sí. Nuevamente los padres hemos dejado relegado nuestro rol familiar y hemos permitido que la cultura de violencia se incube, crezca y se desarrolle a plenitud en los hogares.

Los padres, los primeros agentes responsables de llevar a paz a sus hogares se hallan hoy ausentes de sus casas, se encuentran trabajando arduamente y se desarrollan absorbiendo las agresiones del mundo, interiorizándolas y guardándolas en una alforja bien grande que acaba por último derramándola delante de sus hijos, en sus hogares. Los padres, aquellos que juraron amar a sus hijos por encima de todas las cosas del mundo, llevan la violencia del mundo a sus casas, la alojan, le dan todas las comodidades y luego se quejan de que el mundo es más violento que ayer.

Sí, hoy el mundo es más violento, las cadenas de violencia se desarrollan en todos los estratos sociales. El disgusto y el malestar es parte del panorama diario. No somos capaces de detener esta epidemia mental. Si alguien me agrede he de agredirlo yo también. Nos hemos vuelto agentes activos de agresión. Si tú me golpeas, yo te golpeo; si tú me insultas yo haré lo mismo. Si tú no me respetas ¿Por qué habría de respetarte?

Las cadenas de violencia son una verdad ante la cual no podemos cerrar los ojos. No podemos ser indiferentes ante esta invasión de nuestros hogares por este flagelo que destruye una vida más, la vida de nuestros hijos.

Nos han dado un carnet que dice que somos padres ¿Pero lo somos en realidad? ¿Basta tener un título social cómo el de padre para ser padre a plenitud? Las cadenas de violencia se desarrollan delante de nosotros y hacemos poco para evitarlas.

“Cuentan que un importante señor gritó al director de su empresa, porque estaba enfadado en ese momento. El director llegó a su casa y gritó a su esposa, acusándola de que estaba gastando demasiado, porque había un abundante almuerzo en la mesa. Su esposa gritó a la empleada porque rompió un plato. La empleada dio una patada al perro porque la hizo tropezar. El perro salió corriendo y mordió a una señora que pasaba por la acera, porque le cerraba el paso. Esa señora fue al hospital para ponerse la vacuna y que le curaran la herida, y gritó al joven médico, porque le dolió la vacuna al ser aplicada. El joven médico llegó a su casa y gritó a su madre, porque la comida no era de su agrado. Su madre, tolerante y un manantial de amor y perdón, acarició sus cabellos diciéndole: – «Hijo querido, prometo que mañana haré tu comida favorita. Tú trabajas mucho, estás cansado y precisas una buena noche de sueño. Voy a cambiar las sábanas de tu cama por otras bien limpias y perfumadas, para que puedas descansar en paz. Mañana te sentirás mejor». Bendijo a su hijo y abandonó la habitación, dejándolo solo con sus pensamientos…

En ese momento, se interrumpió el círculo del odio, porque chocó con la tolerancia, la dulzura, el perdón y el amor. Si tú eres de los que ingresaron en un círculo del odio, acuérdate que puedes romperlo con tolerancia, dulzura, perdón y amor. No caigamos en el círculo del odio pensando que es imposible encontrar amor: La manera más rápida de recibir amor es darlo, hay más alegría en dar que en recibir”.

Es en el hogar en donde la cadena de violencia debe parar y es la puerta de casa el primer obstáculo que debería de superar. Cómo padres debemos procurar cuidar la mente de nuestros hijos, no infectarla de ese mal social. Debemos evitar ser agresivos con la pareja y los hijos. Si un hijo ve que su padre agrede física y emocionalmente a su madre o viceversa, pensará que es normal agredir en la sociedad donde vivimos. Pensará que la violencia es natural en el ser humano, como lo cree mucha gente y muchos estudiosos de la conducta del homo sapiens sapiens y no entenderá que la violencia se adquiere como producto del aprendizaje.

Ellos (los agresivos) viven inmerso en los conceptos de acción y reacción, su razón no puede destacarse porque ser su mar emocional bulle de forma conflictiva y antes de que todo pensamiento racional de paz y comprensión inunde su mente ya la violencia habrá destruido la familia y un hijo adolescente habrá agredido a su padre por haber agredido este a su madre. Pero antes de todo ello, muchos antes todavía, la semilla de violencia brotó en algún lugar del mundo y el mismo adolescente agredió a algún compañero de colegio “que lo provocó”, “que se burló de él”. De seguro que el padre que llevó la violencia casa le dijo siendo pequeño e ignorando las consecuencias de sus actos: “Si alguien te pega, pega tú también, no seas sonso”.

¡Si alguien es violento contigo, sé violento con él! Esa es la máxima de muchas familias y el inicio del fin de muchos hogares. Primero el niño será agresivo y violento con sus pares y con sus hermanos. Luego, cuando llegue el desarrollo físico en la adolescencia, el límite del miedo a la fortaleza física de muchos de sus agresores del entorno social menguará y será agresivo con todo y con todos. La familia no escapará a esta agresión. El padre o la madre serán sujetos de esta catástrofe. La violencia crecerá. La familia se sentirá afectada y buscará alejar al agresor, ¡Si no respetas mi casa, sino me respetas, lárgate! Entonces el adolescente violento partirá de casa con el resentimiento en el rostro, con la rabia en el corazón. Buscará destruir al mundo que lo hizo así y sólo se destruirá él.

Dejanos un comentario

Your email address will not be published. Required fields are marked with *.