La ciencia y sus enemigos
Por: Rubén Quiroz Ávila – Presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía, profesor universitario
La ciencia va más allá de las opiniones y las creencias religiosas. Alguien puede creer con entusiasmo y firmeza que la Tierra es plana, pero eso no modifica el hecho, comprobado y validado, de su redondez. Esa conclusión, ahora evidente, costó la vida a muchos científicos hace siglos. Hay una batalla vehemente en cada logro de la ciencia. Es gracias al método científico, como camino a la certeza, lo que nos ha permitido tantos avances en la mejora de la existencia. Pero, la ciencia ha tenido también poderosos oponentes desde siempre.
Es que se enfrenta a una visión e imposición del mundo que elegía la explicación de las cosas con razones, dadas más bien por intrigantes dioses, sacerdotes conspiradores y las siempre tenebrosas supersticiones. Por eso la ciencia tiene enemigos permanentes. Uno de ellos es el fanatismo ideológico, sea cual fuere su tendencia, que tiene un solo modelo de creencias y asume un tipo de pensamiento único. Una sola verdad única y excluyente que lo imponen a la fuerza. Además, los adversarios de la ciencia la combaten porque confronta las falsedades y siempre exige pruebas y la demostración de lo que se afirma. En el reino de las medias verdades, es decir, de las mentiras fabricadas con fines de distorsionar la realidad, la ciencia es el mejor modo de resistir frente a la avalancha de argucias calculadas e inescrupulosas.
A la par, la ciencia tiene enemigos más sutiles, habilidosos, taimados, individuos más bien especialistas en simular sus fraudes con ropaje científico. Son todos aquellos que con argucias optan por asumir prácticas sin honradez, subordinando la ética con tal de tener resultados aparentes y a la vez muy beneficiosos solo para ellos. El actual ecosistema de publicar papers a mansalva, sin haber asegurado las condiciones de integridad, ha creado un mercado que, lamentablemente, falsea la estadística final. Nadie regula la eclosión fabril de publicaciones que rompen todos los récords a nivel ya industrial. Las propias organizaciones que la promueven, sin regulación o con mucha elasticidad moral y de laxos hitos de control, han creado un monstruo que está devorando los cimientos con los cuales se construyó en la modernidad lo científico. Por ello vemos a seudocientíficos que publican indiscriminadamente sobre temas tan diferentes y antagónicos entre sí que cualquier ávido lector queda pasmado de esos conocimientos oceánicos y tan disímiles.
Por ello, un enemigo de la ciencia es todo aquel que teniendo la autoridad moral y administrativa para detener esa grave distorsión del sistema de reconocimiento de publicaciones, no efectúa ninguna acción, actuando de esa manera más como un cómplice. No podemos avanzar en la producción científica de manera seria, rigurosa, respetuosa, si antes no impedimos esa pérfida distorsión del modelo de validación de lo publicado.