Camilo Blas
Por: Cecilia Bákula – El Montonero
Cuando en la década de 1920 José Sabogal, profesor en la Escuela de Bellas Artes de Lima, proponía a sus alumnos la búsqueda de motivos nacionales en la plástica nacional, no pudo haber imaginado ni la respuesta ni la importancia de esa invitación. Mucho menos la importancia que esa convocatoria artística significaría para la pintura y las artes del país, principalmente, a lo largo de todo el siglo XX.
Cabe recordar que al momento de la creación de la Escuela de Bellas Artes, quien asumió la dirección fue el extraordinario Daniel Hernández, el huancavelicano que se había formado bajo los patrones de la estricta academia parisina y que buscaba trasladar esos patrones a los jóvenes alumnos del nuevo centro de estudios, al que llegó Sabogal, mejor dicho irrumpió Sabogal con la idea de motivarlos a que encontraran en la realidad peruana, en sus gentes, su historia, geografía, colores y costumbres, toda la motivación e inspiración que necesitaban. Es así que surge el movimiento indigenista liderado por el cajabambino Sabogal al cual se adscribieron, principalmente, Julia Codesido, Enrique Camino Brent y el más joven de ellos, Camilo Blas.
La historia de este último es tan apasionante como la de muchos de nuestros artistas. Camilo Blas, cuyo nombre real era Alfonso Sánchez Urteaga, nació en Cajamarca el 19 de marzo de 1903. Imposible es no relacionarlo con la tradición artística de su región y con la cercanía de ese genio como fue su tío Mario Urteaga quien nos ha legado una manera tan peculiar de plasmar la visión de su entorno campesino, rural, hermosamente simple y profundamente humano. Nuestro artista inicia su formación académica en la Universidad Nacional de Trujillo, orientándose hacia la carrera de Derecho y coincidiendo en la ciudad norteña en un momento de apogeo cultural e intelectual que debió abrir sus horizontes y su propia búsqueda personal.
En 1922 viajó a Lima y conoció a José Sabogal quien sin duda descubrió su particular capacidad para plasmar una visión muy propia y singular de la realidad que veía. Desde ese momento, Nuestro Alfonso, pasó a llamarse Camilo con la idea de construir una personalidad artística independiente de la vida académica asociada a Derecho, carrera que concluyó luego en Lima, en San Marcos, pero que no ejerció porque decidió seguir las sendas de la búsqueda plástica, de recorrer junto a Sabogal y a su pequeño grupo de discípulos, los caminos del Perú en todas sus regiones y profundidades, para aprender de la misma realidad, la posibilidad de trasladar al lienzo y al color, a las formas y a las imágenes, la grandeza e intensidad de nuestra variadísima riqueza.
Como el mismo Camilo diría, él se fue haciendo “indigenista” porque iba pintando a la gente de nuestra tierra y el término o la denominación del grupo fue una creación que llegó por parte de otros.
Su primera exposición la tuvo en 1924, cuando el país celebraba el primer centenario de la Batalla de Ayacucho y era, entonces, el momento adecuado y necesario de mirar nuevamente hacia el ande para encontrar ahí las raíces de nuestra esencia y el origen de nuestra sociedad contemporánea. Los indigenistas lo hicieron de manera natural y en su recorrido por el país, nos mostraron la riqueza de costumbres, arquitectura, fiestas, tipos humanos, naturaleza, tradiciones.
Camilo Blas fue quizá, el único de ellos que transitó por un universo de color marcadamente distinto al de sus compañeros; sin dejar la fuerza expresiva al tratar a los personajes andinos y mestizos, con el respeto y la sorpresa del descubrimiento, utilizará un estilo más refinado, llegará al uso de colores pasteles que le son muy propios y al manejo sutil y delicado del retrato.
Él, como muchos otros de los nuestros, no pudo abstraerse al deseo de plasmar lo cotidiano, casi como un registro y un homenaje al hombre sencillo del día a día y ello junto a la pasión por el paisaje de cada región de iba descubriendo y así, fue creando una visión de lo nacional que fue la respuesta de la búsqueda de lo nacional.
En estos tiempos en lo que nuestra identidad pareciera estar en entredicho, en que lo peruano se nos presenta como de poco valor, en que lo ajeno pudiera parecer más atractivo, el ejemplo de artistas que supieron descubrir en la grandiosa sencillez de lo peruano, suficiente y abundante motivo de inspiración, podría permitir una reflexión porque todo lo que necesitamos, deseamos y podemos querer está entre nosotros, en nuestra tierra, en nuestra gente. Quizá porque lo tenemos tan cerca, es que no lo vemos o, porque al saber que tenemos tanto, hacemos de la abundancia un demérito.
Camilo Blas, cuya fecha de nacimiento es, precisamente, el 19 de marzo, el día en que celebramos al artista, al artesano que descubre e interpreta el alma del pueblo, quien hace de la búsqueda una forma de vida, para hacer del encuentro de lo propio, un éxito ya que nos muestra en la pintura la manera de plasmar lo bello, lo simple y lo profundo de nuestras propias raíces.