Nuevos actores políticos
Por: Christian Capuñay Reátegui
Se dice que en la actualidad los partidos en el Perú son entidades carentes de raíces sólidas en la sociedad. De acuerdo con esa perspectiva, se configuran como organizaciones lanzadas al ruedo por el fundador con la finalidad de ganar presencia y alguna que otra cuota de poder. La mayoría de grupos de dicho corte han terminado diluyéndose, especialmente cuando los votos no les permiten superar la valla electoral.
Aunque pareciera que tales características negativas refieren solamente a los partidos con poco recorrido en nuestro medio, lo cierto es que aquellos con presencia importante en la historia atraviesan por una fase de debilitamiento institucional iniciada hace décadas y que son incapaces de superar hasta el momento.
Es evidente, por consiguiente, que no tienen la raigambre social necesaria para asumir la representación de la población y mucho menos ser un vínculo entre ella y el Estado.
En ese contexto, es natural que sectores de los peruanos busquen nuevos instrumentos de transmisión para reivindicar sus puntos de vista y demandas sobre lo que debe hacerse en el país. En las últimas décadas han surgido los llamados frentes de defensa, organizaciones con presencia acotada en determinadas localidades y cuyo objetivo, en teoría, es conseguir medidas a favor del desarrollo de sus respectivos pueblos.
Algunos de los conflictos sociales que estallaron en los últimos años tuvieron como protagonistas a estas organizaciones sociales. Por ende, se han convertido en actores con los cuales es necesario sentarse a discutir cuando se trata de buscar una solución. Pero ¿por qué solo se les busca cuando se trata de desbloquear una carretera o levantar una huelga? ¿Acaso no sería más útil buscar una interacción más fluida y considerarlos verdaderos actores políticos?
Los grupos de poder, en su mayoría limeños y de derecha, reaccionan siempre con desconfianza al analizar esta nueva dinámica política y social. “No representan a nadie” suelen decir no sin soberbia los integrantes de los partidos al referirse a estos colectivos, aunque bien podrían estar hablando de ellos mismos. Por el contrario de lo que se quiere creer, los frentes de defensa parecen tener ahora tanto o más arraigo que cualquier otra organización nacional.
El ciclo de conflictividad social iniciado en diciembre del año pasado tiene entre sus protagonistas a varias de estas organizaciones, cuyos miembros han sumado a la defensa de los intereses de sus pueblos, exigencias políticas de corte más nacional, como la demanda por una nueva Constitución, por ejemplo.
Todo sistema se encuentra en permanente evolución y resulta evidente que el de representación ha dejado de ser funcional a la nueva dinámica política y social. Convendría tomar en cuenta a estos nuevos actores a fin de lograr que la política sea un verdadero eje de transmisión para las expectativas de todos los peruanos.