A 75 años de ‘1984’, la novela
Por: Ricardo Montero Reyes
Este 2023 se cumplen 75 años de que George Orwell terminara de escribir 1984, novela que publicó un año después, cuando el mundo se recuperaba de la Segunda Guerra Mundial. No hace mucho, un compañero de trabajo, un buen amigo, recomendó la lectura de esta obra de ciencia ficción que retrata un mundo en el que la humanidad ha perdido su libertad a tal punto que “nada era del individuo a no ser unos cuantos centímetros cúbicos dentro de su cráneo”.
En los albores de la década de 1980, en mi época de estudiante de periodismo, leí la novela obligado por un profesor muy empeñado en hacernos entender (con poco éxito por cierto) que los totalitarismos arruinarían a la humanidad. En aquel tiempo, muchos creíamos en revoluciones y sociedades igualitarias. Hoy, merced a los encontrones con la realidad, estoy convencido de que los totalitarismos son la ruina de la sociedad, y que podríamos perder la poca libertad que poseemos si no modificamos muchas de nuestras nuevas conductas, actitudes y acciones.
Unos cuarenta años después estoy releyendo 1984, y comienzo a entender que las distopías son posibles en un mundo en el que, consciente o inconscientemente, nos repetimos el lema del régimen que gobernaba en el mundo narrado por Orwell: “La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza”.
Para entender qué es la distopía, es necesario explicar qué es la utopía. Esta, según la Real Academia, es la “representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano”, mientras que la distopía es lo contrario: “(La) representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”.
En el siglo XV, el inglés Tomás Moro llamó Utopía a la isla que describió como el mejor de los mundos, donde existía la libertad definitiva y absoluta, y se hacía realidad el sueño de todo ciudadano. En suma, un mundo de fantasía, inexistente, inalcanzable para los humanos. En contraposición, la distopía es el peor de los mundos, donde la sumisión es definitiva y absoluta, y se hace realidad el sueño del gobernante. Ese mundo, lamentablemente, sí existe.
George Orwell describe en 1984 un mundo distópico, claustrofóbico, totalitario y carente de libertad, el cual reconocemos rápidamente porque es muy parecido a nuestro mundo del siglo XXI, en el que el dolor, por falta de libertad, la desesperación, por declararse disidente, y la ceguera intelectual, por la censura insensata y corrupta, copan nuestros espacios y destruyen de a poco lo que llamamos democracia.
Deberíamos cambiar el lema autoritario: “La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza”, por el lema libertario: “Yo no voy a la guerra, a la violencia, a la injusticia ni a su codicia”.