Regionalización: un debate impostergable

Por Cecilia Bákula – El Montonero

Si bien la regionalización fue una esperanza, no dejó jamás de ser una acción populista que, sin duda, ha generado falsas expectativas en la población. así solo se ha logrado que pierda interés y prestancia un asunto tan importante y delicado como es el de la descentralización, en la forma que se quiera encontrar. Y sin duda, no es la puesta en práctica con la actual regionalización.

En estos meses, en que la naturaleza ha golpeado con crudeza y radicalidad a varias regiones de nuestro país, se ha hecho más que evidente que los ahora llamados Gobernadores regionales, son sin duda los grandes responsables de que no haya habido en sus regiones, una labor de prevención o de acción eficiente que permitiera una respuesta inmediata y eficiente.

Ya se había demostrado en tiempos recientes cómo es que esas mismas instancias administrativas -cierto es que con autoridades electas en otro proceso electoral- habían demostrado una especie de actitud catatónica ante la magnitud del reto que la pandemia les imponía y se puso de manifiesto no solo incapacidad, lentitud, temor y carencia de imaginación para dar una respuesta pronta y tomar las decisiones que un cargo jerárquico obliga, sino que se mostró cual radiografía mortal, la condición de abandono, carencia de infraestructura, pobreza y desatención en que estaban muchas regiones.

Cuando se trata de acusar a Lima de centralismo, parece que se encuentra siempre las palabras altisonantes, grandilocuentes; se enfrentan los valientes, salen a la luz los que vociferan, pero no nos hemos sentado a evaluar si, la actual regionalización es el sistema de administración que conviene a nuestro país, a nuestra gente y a nuestro territorio.

Las cifras de incapacidad de gasto son asombrosas y escandalosas pero siempre es posible justificar ello enfrentando a la población local ante el gobierno “central” y no se puede explicar la carencia de proyectos, el exceso de trámites frustrados, las obras paralizadas y el abundante historial de malversación corrupción, peculado y robo que tipifica a no pocas gestiones de gobernadores regionales.

No me cabe duda que habrá algunas excepciones, pero, lamentablemente, es la mayoría la que va marcando la tendencia y, en situaciones de grave crisis, como han sido las que se tuvimos de enfrentar tanto por el Covid-19 como por los fenómenos naturales, la verdad se nos ofrece sin mayor dificultad: los gobiernos regionales, como instancia de gobierno y por quienes ejercen la máxima autoridad en ellas, han demostrado ser incapaces de actuar ni de prever, ni de ejecutar, ni de promover ni de planificar acciones adecuadas.

Puede ser que se trata de carencias humanas y de falta de capacidad técnica de quienes llegan al cargo y eso nos lleva, una vez más, a la necesidad de saber elegir; de entender que, como ciudadanos, tenemos un inmenso poder en nuestra mano al emitir un voto. Pero como la pobreza y la desatención no pueden esperar siempre a que, por casualidad o bondad, llegue a ciertos cargos la persona más idónea, ya son muchos años de fracaso de este sistema y quizá, antes de que se pueda dar un nuevo proceso electoral, que podría llevarnos a una frustración aún mayor, sería conveniente pensar en un sistema de gobierno local que, poniéndose en manos de personas probas, eficientes y capaces, con suficiente supervisión y control, hagan de las regiones, las potentes realidades que cada una merece y que el Perú necesita.

Regionalización sí, descentralización sí, pero el nuestro es un Estado unitario y no podemos permitir que se pudiera entender la existencia de esas autoridades, llamadas a promover el desarrollo de zonas en particular, como agentes de división y separatismo. Entonces, es menester encontrar, en consenso, una forma de representación regional y de conducción de dinero y ejecución de obras que signifique progreso y realización de obras planificadas, no politizadas y no convierta a los gobernadores regionales, en reyezuelos advenedizos, opositores al propio país, agentes de fracaso y de corrupción.

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