El valor de las lenguas originarias

Por: Rubén Quiroz Ávila

Ahora, varias de estas comunidades conservan sus lenguas. Son 48 lenguas originarias y cerca de 5 millones de peruanos que las usan en nuestro tan variado y heterogéneo país. No obstante, los notables, aunque insuficientes esfuerzos por preservarlas en el ámbito académico, y reconociéndolas como parte de nuestro patrimonio, el futuro de muchas de ellas es incierto, sobre todo las de origen amazónico.

Es que las lenguas también mueren. O más bien, las dejan morir. Después de la colonización europea y la paulatina desaparición de las comunidades de hablantes, varias lenguas fueron extinguiéndose. Y, siempre, la destrucción de una lengua es también la negación de una posibilidad de explicar el mundo. La humanidad pierde cuando una lengua se disuelve. Además, muchas de ellas dependen de sus cada vez pocos y ancianos hablantes. En la actualidad, con un ecosistema marcadamente mercantilizado, el foco de las atenciones no está en las lenguas cuya presencia no es vista como parte de una imaginaria cadena productiva que dé réditos. Es que no se comprende que el valor de cada una de las lenguas originarias es la defensa indispensable de los intangibles de la nación.

Como es un mundo en el que la competencia hace que sean exclusivamente los resultados rápidos los que determinen la valía, a cambio se descuida el valor del trabajo comedido y sistemático que viene de una posición más estratégica y profunda al proteger estos universos lingüísticos. Debería ser una decidida política de Estado y uno de los pilares de su marca como país. Pero ello no se hace con solo declaratorias, intervenciones meramente escénicas y empujados, en el mejor de los casos, por buenas intenciones. El 27 de mayo, considerado el Día de las Lenguas Originarias, no es solo un recordatorio de lo tanto que nos falta por hacer, sino que también es una fecha que nos enrostra que aun con la evidente riqueza cultural del país, el camino por recorrer es sumamente largo, peliagudo y complicado. Y es exiguo lo que se está haciendo.

Es decir, hay poco que celebrar frente a un descuido sistemático de salvaguardar los espacios lingüísticos. Esto implica, al mismo tiempo del registro, el ordenamiento y el estudio académico, una intervención socioeconómica en las poblaciones, en su mayoría en situación de pobreza y total abandono de los recursos básicos, que requieren urgentemente que la protección de las lenguas originarias sea vista como un entorno de preservación social. Lo peruano no es algo abstracto, gaseoso, incluso estereotipado, sino que tiene nombre, respira, anda por las calles, habita las múltiples comunidades andinas y amazónicas, interpreta el mundo en diversas lenguas originarias.

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