Educación contra la pobreza

Rubén Quiroz Ávila – Presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía, profesor universitario

En principio, cada individuo es potencialmente una oportunidad para que la humanidad mejore. De ese modo, todos pueden cooperar positivamente a la prosperidad de la existencia. Por eso, cualquier modelo educativo tiene como axioma procurar, de manera ordenada, sistemática y a la vez con pertinencia, desarrollar individuos racionales, éticos, con las suficientes destrezas, habilidades y competencias para que su contribución sea resultado de ese sistema implementado. Si no tiene esas aristas, y a una gran parte de compatriotas se les imposibilita el acceso y la permanencia, hay que repensar entonces su implementación, ya que habría una falla en el modelo.

Cuando los individuos reciben las oportunidades, los resultados provechosos se multiplican. Además de la evidente ventaja para quien tiene la posibilidad de potenciar su talento, es la comunidad quien recibe exponencialmente los beneficios. Por ello, toda apuesta por dar oportunidades a todos aquellos que lo requieran es imprescindible para que sea sostenible un país. Eso significa una convicción firme, decidida, directa e inteligente para gestionar el régimen educativo. Y, definitivamente, es la mejor y más profunda estrategia para reducir la pobreza. Además de los paliativos de soporte económico, que apremian intensificarse ya que son más veloces en evitar que la pobreza se extienda más rápido, deben estar acompañados de una cruzada nacional a favor de la educación de calidad en sus diversas escalas de formación.

Nuestra población, que pasa el 30% de pobreza actualmente, debe ser incorporada con un sólido y permanente financiamiento de su educación. Esta será la única salida razonable y evitará el colapso social al que estamos expuestos. Se tiene que entender que una educación integral, actualizada, pertinente, crea sujetos libres, comprometidos, pensantes, autónomos, capaces de resolver problemas, con habilidades blandas, creativos, congruentes. Por eso la educación debe estar al alcance imperativamente de la mayoría de los peruanos. Es urgente y vital. Eso significa fortalecer inmediatamente toda la educación pública y, a la vez, crear alianzas con las iniciativas privadas que hayan pasado por sistemas de validación y que garanticen una formación de calidad. No son regímenes antagónicos. La situación es extremadamente crítica para el país. Si seguimos en piloto automático en la educación, como si no importara que la mayoría no acceda y la nefasta proposición del sálvese quien pueda, nuestro futuro está realmente en peligro.

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