Los escritores preferidos
Por: Rubén Quiroz Ávila

Definir quiénes son nuestros escritores preferidos tiene varias razones que no son necesariamente racionales. Es decir, la elección de autores con los cuales establecemos vínculos tan estrechos e íntimos suelen escapar a explicaciones lógicas. Nos puede fascinar un escritor por razones completamente distintas por las cuales persuade a otro posible lector. Es más, puede no coincidir con el statu quo, cuyos gustos colectivos son modelados y establecidos a través de estratagemas más bien institucionales y comerciales. Los autores más famosos suelen ser consecuencia de todo un aparato marquetero y un armado mediático.

Muchas veces los autores más célebres son producto de una compleja negociación de factores ajenos al propio proceso literario. Cuando el autor es visto como un producto industrial, todo el aparato y la maquinaria de posicionamiento sale a relucir. Esto es evidente cuando ciertos escritores suelen ser los recurrentes en medios de comunicación tradicionales, por eso suelen ser los mismos que escriben y sobre quiénes escriben. Es como un círculo vicioso, endogámico y naturalizado, que se satisface a sí mismo hablando sobre sí mismos. En actos públicos de vanidad y autosatisfacción, este tipo de escritores que han sido fabricados por todo este aparato suelen verse como las únicas voces autorizadas y representativas de la literatura peruana. Esta falacia a veces se impone como una certidumbre. Y eso ha originado segmentaciones falsas y apropiaciones de representación literaria en la siempre disputada batalla por los campos culturales.

Por ello, solemos confundir que los escritores más famosos son a la vez los que representan la literatura. Este modo de apropiarse de la representatividad es una estrategia de control de la percepción colectiva. Una evidencia de ello es rastrear los vínculos familiares y amicales de quienes establecen noticias o revelan supuestas situaciones de éxito literario y que a la vez tienen puentes con editoriales de mucho poder. Es más, incluso son partes del catálogo de la editorial al cual le hacen un tipo de propaganda. Más que una presentación literaria del fenómeno como tal, son publirreportajes de editoriales industriales que responden a sus tácticas planificadas.

Entonces, aceptar quiénes son nuestros autores favoritos debe tener un grado de independencia cultural y emancipación sentimental que esté alejado de esos engañosos reflectores mediáticos. Muchísimo de la buena literatura existe y transcurre apartado del bullicio periodístico. Es decir, hay que dudar de los reportajes apologéticos y encomiosos de autores que están apadrinados por un sistema que requiere de esa construcción mediática para imponer su catálogo. Todo lector atento debe tener mucho cuidado y no dejarse sorprender por los ruidos periodísticos que han privilegiado la ruta comercial antes que el valor de obras literarias que están fuera de lo hegemónico y suelen tener calidad mayor.

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