Un antiguo estudio sobre los “arequipeñismos”
Por: César Coloma Porcari – Presidente del Instituto Latinoamericano de Cultura y Desarrollo
En el aniversario de la fundación de la Ciudad Blanca recordaremos una obra pionera en el estudio de los “arequipeñismos”, publicada hace más de ciento cuarenta años. Cabe señalar que forman parte del patrimonio cultural mistiano.
Don Pedro Paz Soldán y Unánue (Lima, 1839-1895) fue un ilustre escritor peruano de origen arequipeño; catedrático en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, desempeñó diversos cargos públicos y publicó varios libros. Utilizó el pseudónimo de “Juan de Arona”.
Don Alberto Tauro del Pino en su “Enciclopedia ilustrada del Perú (Lima, Peisa, 2001, t. 9, pp. 1337-1338), afirma que Juan de Arona destacó por sus investigaciones sobre peruanismos, cuyo primer ensayo referente a este tema lo publicó en 1861. Muchos años después dio a luz su notable “Diccionario de peruanismos. Ensayo filológico” (Lima, Librería Francesa Científica J. Galland, 1882).
Asimismo, como ya lo hemos indicado, Juan de Arona fue un pionero en el estudio de los “arequipeñismos”, muchos de los cuales incluye en su Diccionario que mencionamos. Debemos advertir además que este autor llama “quichua” a la lengua que actualmente conocemos como “quechua”.
LOS “AREQUIPEÑISMOS”
Juan de Arona, en su obra que reseñamos (página 36), al referirse al término “arequipeñismos”, indica que “Los propiamente tales y que van esparcidos por este libro se reducen a algunos centenares de vocablos quichuas”, y agrega que “porque si la antigua lengua de los Incas no se habla intramuros de Arequipa, se estropea lo bastante en algunos de sus suburbios”.
Afirma asimismo que “Esos vocablos pululan en el lenguaje español de la ciudad con todo su pelo y su lana; no es posible someterlos al torno del pulimento y a la asimilación castellana, estando allí viva, velando por la integridad prosódica de sus voces, la lengua que los ha proporcionado” [el quechua].
ANTIGUO LENGUAJE AREQUIPEÑO
El escritor Juan de Arona (páginas 36-37) recuerda que “Uno de los provincialismos más originales y atendibles de Arequipa, también de naturaleza quichua, y de que nos ocuparemos aquí mismo porque sería difícil darle colocación lexicográfica independiente, es el que se practica arrimando un sufijo oy, ay, ey (precedidos a veces de una l [letra “l”], por eufonía) a los nombres propios o tratamientos de macho o hembra, para sustituir el posesivo mi, que puesto por delante en estos casos expresa cordialidad y afecto”.
Añade que “Viday, vidalay, viditay, con que se regalan dos señoras arequipeñas, equivalen simplemente a mi vida, mi vidita. Pedroy, Manueloy, Dotorlay, comadrey, quieren decir mi Pedro, mi Manuel, mi Doctor (sóplate esa) y comadre mía, o más elegantemente comadrita. El mamay (mama mía) lo hallaremos en gallego, en donde es familiar por madre”. Y dice que “Recomendamos a los filólogos europeos estos procedimientos que no carecen de elegancia”.
CURIOSIDADES
El autor que estudiamos afirma que “Entre los vicios de pronunciación de los arequipeños hay uno que debe merecernos una excepción y que pasamos a señalar. En Arequipa, como en Lima y quizá como en muchas partes, suele desaparecer en la rapidez de la conversación familiar, la d de la preposición de, en los casos de genitivo o ablativo; por lo que es muy común oir: vengo e casa [vengo de casa], bota e cuero [bota de cuero], abreviaturas de la misma especie del sal pa juera (sal para afuera), pa quiso eso (para qué hizo eso), y otras no menos vulgares que han debido ocurrir en todas las lenguas y épocas”.
Termina indicando lo siguiente: “Pero es el caso que esa preposición que aquí se reduce a e, en Arequipa, sin duda por nuevas influencias del quechuismo degenera en i; por lo que se dice ccaito i llama (hilo de pelo de llama), queso i paria [queso de Paria] &”.
INFLUENCIA QUECHUA
Al tratar del arequipeñismo “asomarse”, Juan de Arona (página 41) afirma que “el quichua, que es el nervio del lenguaje arequipeño, influye desfavorablemente”.
Asimismo (página 97), al referirse a la palabra “ccaranta”, que significa que no tiene cejas, indica que “Con esta doble CC imitamos la aspiración seca formada con la parte alta del paladar, que la presente y otras voces quichuas análogas tienen en boca de los arequipeños. Esta aspiración se produce como quien va a gargajear […]. Las pocas de estas voces que han pasado a la costa, verbigracia coronta, calato, pierden por completo la aspiración y se españolizan”.
Afirma además, al ocuparse del término “lúcuma” (página 318), que “Viene del quichua rugma, que es casi como se pronuncia aún en Arequipa, en donde respetan las procedencias del quichua, en la parte fónica, mucho más que nosotros [en Lima], por tener la lengua viva, ahí, a la mano, en los suburbios”.
También, al referirse a la doble “l” (o elle, “ll”), dice que “¿Qué niño de Arequipa, aún sin saber una palabra de quichua, no dice con fuerza la lloglla, al aludir a los aluviones que con frecuencia visitan la ciudad?”. Y agrega que “Mi padre, que era arequipeño, pronunciaba como agua el siguiente silabeo con que nos ejercitaba en la pronunciación de la ll: lla, lle, lli, llo, llu; lloglla, lluchuy” (página 324).
Cuando trata, con mayor extensión, del término “lloglla” (página 327), afirma que “Es la gran voz de los arequipeños, digo, porque aunque la palabra es enteramente quichua, priva [sic] tanto en el lenguaje español de la ciudad, y sus habitantes pronuncian con tales ganas las dos elles, que acaban por darle fuerza imitativa e imprimirle un sello especial”.
De la lectura de esta notable obra de Juan de Arona que estudiamos desde hace muchos años, extraemos los “arequipeñismos” que incluye en ésta, que no necesariamente aparecen en orden alfabético en su “Diccionario” (como lo puede comprobar un lector del mismo), y ello complica su búsqueda.
Nosotros hemos ordenado alfabéticamente los “arequipeñismos” que registra Juan de Arona, cuya ortografía original respetamos escrupulosamente. Incluimos la definición de cada uno de ellos que ofrece el autor mencionado y la página en donde se encuentran:
Acacau (“exclamación de dolor y de calor”, p. 3); achalau (“exclamación de admiración por lo bello”, p. 8); aguatera (“tinajera”, p. 13); airampo (“especie de cactus cuya semilla [sic] da un lindísimo color de carmín. Con ella coloran los helados y otras confecciones”, p. 15); alalau (“exclamación de frío”, p. 17); ananay (“¡ay! de abatimiento y enfermedad”, p. 27); anchi (“el maíz germinado… que ha servido para preparar la chicha, p. 28); anca (“el maíz tostado que en Lima llamamos cancha”, p. 28); ancosa (“brindar”, p. 28); arción (“la correa de que pende el estribo”, p. 35); arrollar (“arrullar”, p. 40); asomarse (“acercarse”, p. 40); atatau (“exclamación de horror y asco”, p. 43); atuna (“espátula para remover el maíz”, p. 45); caigüina (“el palo con que se remueve la chicha”, p. 81); ccaito (hilo, principalmente el que se hace de pelo de llama, que por esto corre con el estropeado nombre de ccaito y llama”, p. 146); ccala (“en quichua, por lo menos en arequipeño, desnudo, en cueros”, p. 146); callapo (“parihuela”, p. 84): ccaranta (“el o la que no tiene cejas”, p. 97); caroso (“rubio”, p. 99); catatar (“fascinar, hechizar”, p. 102); ccollir (“asar cualquiera cosa envolviéndola en un paño mojado”, p. 118); ccollota (“falto del dedo meñique”, p. 118); ccolonchi (“sin orejas”, p. 117); chacque (“chupe de papitas pequeñas machucadas”, p. 148); chacquena” (“la olla en que se hace el chacque”, p. 148); challar (“es evidente que el challar arequipeño procede del quichua challa […]: rociar, salpicar”, pp. 150-151); chasca (“el lucero de la mañana”, p. 157); chihuanco (“especie de tordo”, p. 163); chillo (“el color negro subido”; p. 163); chogñi (“legañoso”, p. 168); chollqui (“arrugado como una manzana seca”, p. 170); chomba (“vasija grande de barro cocido […] que sirve particularmente para hacer la chicha”, p. 170); chuma (“desabrido, soso”, p. 171); chumpi (“color pardo”, p. 171); chunco “expresión de cariño”, p. 171); chuspa (“bolsita en que los indios de la Sierra cargan la provisión de coca”, p. 175); chuylla (“choza”, p. 175); coras (“las yerbas menudas e inútiles”, pp. 128-129); corear (“arrancar las coras o yerbas malas”, p. 130); crecedera (la vasija o poza donde se jorifica el maíz (permítaseme este neologismo) [sic] el maíz, esto es, donde se hace germinar para convertirlo en jora”, p. 132); cullpi (“grano (maíz) dulce”, p. 171); guagua (“niño”, p. 254); güiro “el tallo o espiga del maíz verde, que por ser tierno. jugoso y un tanto dulce, se chupa por los muchachos de Arequipa”, p. 258); güisgüi (“sucio”, p. 258); lloglla (“avenida, golpe de agua”, p. 327); miscas (“papitas tiernas”, p. 372); pallapar (“espigar”, “rastrojear o rastrojar”, p. 371); paraguay (“la panoja o penacho morado que corona la espiga del maíz”, p. 382); paspa (“cutis sucio y rajado por el frío”, p. 385); pilco (el ave conocida como “putilla”, p. 423); rugma (“lúcuma”, p. 318); tacho (“cántaro, generalmente de metal”, p. 468); tangangas (“talegas grandes”, p. 372); tapa (“nido”, p. 471); timpusca (“especie de chupe desabrido en que predominan las coles”, p. 478); topo “medida de chacras, palabra de grandísimo uso en Arequipa, en donde, por la agricultura intensiva, la propiedad territorial está tan subdividida”, p. 482); tres (“juego de sociedad que se usa en Arequipa”, p. 488); urpadora (“de urpar, desbaratar terrones, la detripaterrones”, p. 372).
EL DATO
Diversos autores han realizado trabajos de investigación sobre los “arequipeñismos”, que comentaremos en otros artículos, pero consideramos que es justo y necesario recordar a un pionero del estudio de los mismos, que fue el gran escritor Juan de Arona.