Cómo mirar a América Latina hoy
Por Cecilia Bákula – El Montonero
En los últimos días, dos hechos han sido noticia en nuestro medio, y no podía ser de otra manera. El primero de ellos ha sido el brutal asesinato de Fernando Villavicencio en el Ecuador, a pocos días de llevarse a cabo las elecciones para elegir al nuevo presidente de ese país. Mucha tinta y muchas lágrimas se han derramado, pero todo eso en nada puede paliar la gravedad del hecho, incrementada porque el crimen organizado cobró varias vidas más ese día y asesinó, además, a una autoridad local, sembrando terror y desesperanza.
La voz de Villavicencio era clara, y el narcotráfico respondió de igual manera, pero con brutalidad pues sintió que ese candidato era una amenaza abierta y radical a la posibilidad de que sus maléficos tentáculos pudieran quedar limitados. Las propuestas del candidato al Gobierno se presentaban como parachoques y freno al avance de esas actividades delictivas que, mucho más allá de lo que se ve, atentan contra toda la estructura de los Estados, los valores, la ciudadanía, y que buscan someter en todos los sentidos a las poblaciones de nuestros países, subyugándolas hasta niveles que casi no podemos imaginar. Quizá en la voz de Villavicencio se escuchaba el eco del clamor de muchos pueblos del continente, y es por ello que la respuesta, salvaje y asesina, buscó ser oída por todos quienes pudieran haber sentido, en esa voz casi silenciada, una esperanza.
Ese mensaje tan claro de los intereses del narcotráfico, sin límites ni escrúpulos debe alertar a los demócratas del Continente a asumir responsabilidades claras. Hoy no es un secreto que las áreas de producción de coca en Colombia y el Perú son amplias, deseadas y que serán protegidas por los narcotraficantes a cualquier precio y que requieren de corredores liberados para la exportación ilícita de su mortal mercancía. Hoy, políticas nacionales deben ser claras y no dejar cabos sueltos, es por eso que con justa razón, un sector de nuestros congresistas le exigen al premier Otárola una definición más puntual respecto a las acciones que este gobierno ha ofrecido iniciar o continuar para combatir el flagelo del narcotráfico en el Perú.
Quizá es necesario señalar que en el Foro de Sao Paulo, se expresa claramente que la erradicación de los cultivos de la hoja de coca, no tienen que ser parte de una política de Estado, es decir, que, para quienes sustentan, promueven o proponen el pensamiento y las prácticas que de allí se difunden, entienden, aparentemente, que esos cultivos son muy beneficiosos para sus poblaciones, como si con ellos fuera a erradicarse la hambruna, la anemia, la desnutrición endémica de muchas poblaciones y de los mismos grupos sometidos por los que sojuzgan a menores a trabajar cual esclavos en zonas cocaleras. A ellos solo les interesa su propia riqueza y la imposición de sus pautas a cualquier costo, sin importar lo que destruyen, arrollan, aniquilan en el camino y en ese camino se van enfangando no pocos líderes del mal.
Por otro lado y mientras el Ecuador ya restañando heridas, Argentina ha despertado a una realidad que no imaginaba con el triunfo de Javier Milei quien se presenta como el outsider y quien eleva la voz contra el hartazgo popular y masivo frente las izquierdas que no solo en ese país, sino en gran parte de nuestra América, han demostrado ser un gran fracaso en tanto habiéndose aferrado al poder por décadas, han llevado a la Región a ser el continente con menor crecimiento a nivel mundial. Hoy nos sorprendemos ante las previsiones de que en América, este año el crecimiento será, en términos generales, menor que en África y que la pobreza aumentará considerablemente.
Javier Milei pretende lograr una reforma cultural, plantea una manera de recuperar el ser de la Argentina y, de alguna manera, los valores de la identidad americana, haciendo que se vean ridículos los postulados impuestos por una clase gobernante que vivió y esquilmó a la población durante décadas sin lograr más que el auto enriquecimiento, el incremento de la pobreza y la ceguera colectiva. Milei lo hace de una manera que, si bien puede ser a veces en exceso frontal o confrontacional, muestra cómo un país rico, riquísimo como la Argentina, ha sido llevado casi a la miseria y a amplios sectores de sus ciudadanos, no lejos de la mendicidad.
Lo cierto es que los ciudadanos de todas las latitudes, del Perú y de los países de América buscamos y queremos estabilidad, progreso y desarrollo y no siempre un outsider puede lograrlo. Lo hemos visto recientemente en el fracaso de Castillo, fracaso incrementado por la incapacidad de los partidos políticos de generar consensos y posponer ambiciones personales grotescas y desnudase incapaces para unir fuerzas, lo que siempre es pan para los otros o mejor dicho, veneno para los propios.
El Perú tiene, a corto plazo, que elegir a su próximo gobernante. Y debe saber que las redes del narcotráfico no descansan, que es indispensable definir conductas y políticas coherentes ante los grandes problemas y desafíos nuestros y ante el rol del Perú en el contexto de América Latina. Y desde esa perspectiva, es indispensable actuar con responsabilidad y habilidad para establecer vínculos con los partidos y grupos con los que es posible entenderse democráticamente, para crear las alianzas y fortalezas que permitan un futuro de éxito en beneficio de las grandes mayorías.