¿Qué dice la Iglesia sobre el ser humano?
P. Luis Andrés Carpio Sardón
La Iglesia, su doctrina social, y su compendio, tienen como objeto dar una respuesta sobre lo que somos los seres humanos, basada en las enseñanzas de Jesucristo.
En primer lugar, nos presenta como seres solidarios: “amar el prójimo”, además de un Mandamiento, es una descripción de lo que todos necesitamos: sentirnos queridos y, para eso, que los demás también lo sientan de nuestra parte.
En segundo lugar, nos presenta como seres que debemos ser entendidos de una manera integral: alma, cuerpo, razón, sentimientos, voluntad… Fijarse sólo en algún aspecto de la persona, empobrece la realidad de lo que somos y, por lo tanto, causa distorsiones en la sociedad.
Al comienzo del compendio de la doctrina social de la Iglesia (CDSI) encontramos estas palabras: “la orientación que se imprime a la existencia, a la convivencia social y a la historia, depende, en gran parte, de las respuestas dadas a los interrogantes sobre el lugar del hombre en la naturaleza y en la sociedad, cuestiones a las que el presente documento trata de ofrecer su contribución” (n. 15).
A través de su doctrina social, la Iglesia da respuesta, además, a las preguntas fundamentales sobre nuestra existencia.
En relación al lugar que los seres humanos ocupamos en el conjunto de la naturaleza, la Biblia dice que, después de crear al hombre, “dijo Dios: (…) que dominen sobre los peces del mar, las aves del cielo, los ganados, sobre todos los animales salvajes y todos los reptiles que se mueven por la tierra”. Como veremos, ese “dominio” requiere ser bien entendido, puesto que la doctrina social de la Iglesia también enseña el deber de “cuidar la casa común” que es la naturaleza.
A la pregunta sobre el lugar que ocupa la persona humana en la sociedad, la doctrina social de la Iglesia enseña que cada uno de nosotros, imagen y semejanza de Dios, somos seres que naturalmente necesitamos de los demás: no sobreviviríamos aislados unos de los otros. Y en esa convivencia que nuestra naturaleza nos exige, el centro lo debe ocupar cada uno, precisamente, porque cada uno ocupamos el centro de los pensamientos y del amor de Dios, y ninguno podría ser feliz siendo postergado.
Finalmente, la doctrina social de la Iglesia también responde a la pregunta fundamental sobre nuestro lugar en la historia: porque entre todos la escribimos y en nuestras manos está. Estamos llamados a protagonizarla y a construirla con nuestras decisiones libres. Para los cristianos, Jesucristo es el Señor de la historia: Él la dirige siempre. Y nosotros hemos sido creados precisamente para ayudarlo en eso: entre todos escribimos la gran Historia de la Salvación de la humanidad. ¡Nada menos!