VIVIR ACELERADOS NO ES UNA SOLUCIÓN (SEGUNDA PARTE)
Por Juan Manuel Zevallos Rodríguez – Psiquiatra y Magíster en Salud Mental del Niño Adolescente y Familia.

HOY CONOCÍ EN EL MUNDO GENTE MARAVILLOSA

¿Pero cómo puede ser cierta dicha forma de pensar dirán muchos si el tiempo de la infancia y la niñez según lo tienen muchos entendidos dura a lo mucho diez a doce años?

El tiempo no es lineal, como nos lo han enseñado; el tiempo es relativo. Te pongo dos ejemplos, si yo como adulto experimento un momento agradable de pronto puedo decir “qué rápido se ha ido el tiempo” y tendré razón porque así lo he sentido y si paso un momento desagradable puedo llegar a pensar “es una eternidad, ésta de sufrir” y nuevamente tendré razón en mi sentencia, si así la he interiorizado.

Como ven, el tiempo al vivir una experiencia es tan variable, todo depende de la forma de sentir y razonar que tengas en ese momento. Hasta aquí todo está bien, el problema para la vida de las personas se presenta cuando al haber acumulado tantos prejuicios en la mente torcemos la línea relativa del tiempo que a veces acorta y a veces alarga las experiencias positivas o negativas y volvemos el día noche. Pero ¿por qué digo ello?, por una sencilla razón, por qué al hacer lo antes dicho sobrevaloramos y hacemos eterna en nuestra mente las experiencias poco afortunadas minimizando las de alegría, entonces el sufrimiento casual se vuelve constante y la insatisfacción hecha raíces y crece delante de nuestros ojos mostrándonos una realidad ausente de todo tipo de bienestar.

Quiero decirte que para los niños las experiencias agradables son las más importantes, son un tesoro valioso que acumulan a diario, por eso son tan duraderas y por esa misma razón aún con muchos años encima al evocarlas podemos sentirnos tan bien. Para los niños las experiencias desagradables son un pequeño parpadeo, son poco significativas, se olvidan pronto y no dañan, no perduran y por consiguiente llegamos a definir que la vida en la niñez y en la infancia es tan bella.

Definir cada momento que vivimos como hermoso e importante es una decisión capital en nuestra existencia. Nuestra vida esta llena de momentos bellos que pueden llegar a ser eternos, si así lo decidimos. La vida, la existencia misma, aún la más humilde y simple es un milagro que puede redescubrirse con cada nuevo despertar en la mañana. ¡Alégrate por tu vida y deja de pensar que es un páramo o un calvario!

Es nuestra responsabilidad alejarnos de la necia costumbre ganada de idolatrar las experiencias negativas como aquellas que marcan la existencia, seamos amables y demos una vuelta de tuerca a la vida, es hora de colocar a las experiencias favorables y constructivas como el pilar fundamental de nuestro modo de vida.

Qué diferente sería la existencia si nos alegráramos a plenitud al saludar a un compañero, al ayudar a un desconocido o al amar incondicionalmente a nuestros familiares. Cuán diferentes seríamos si cuando sucede algo poco afortunado no le diéramos tanta importancia. Pero hacer esto último para muchos, para la gran mayoría, es casi un imposible y yo vengo y digo ¿por qué te niegas a ser feliz?

Todos gozamos de la capacidad de decidir por nuestra vida. Cada uno de nosotros es el capitán de este maravilloso barco que se llama cuerpo humano. Pero algunos somos malos capitanes. Cuando el viento sopla a nuestro favor todos nuestros anhelos se hacen realidad con un mínimo esfuerzo y decimos no sin razón ¡qué bella es la vida!, pero cuando los vientos se enlazan unos con otros y forman una tormenta nos asustamos de pronto y tratamos de mantenernos a flote y muchos dirán que actitud tan inteligente, el instinto de sobrevivencia desarrollándose a su máxima expresión. Cuando los vientos de tormenta nos abracen no debemos de luchar contra ellos ya que más nos abrazarán, lo que debemos de hacer es “calmar los sentidos” para dejar de percibir la tormenta y por ende aletargar la respuesta de estrés y de angustia. Es nuestra responsabilidad valorar la vida  sin miedos ni angustia, la regla de oro de la existencia es decidir con la cabeza fría y el corazón abierto. Si lográramos que la razón gobierne los sentidos, obtendríamos paz y en ese estado podríamos elaborar juicios de valor que nos permitan contemplar en el panorama cercano o lejano un escotoma de luz que nos regale el camino a seguir para no permanecer más en el centro de la tormenta.

Los llamados problemas de la vida no son infortunios, son maravillosas oportunidades y ocasiones inmejorables para buscar lo mejor de nosotros y superarnos. Para muchos los problemas de la vida son la raíz de los miedos y temores presentes y en algo tienen razón. Si no enfrentamos los supuestos problemas con la luz de la razón y la bondad del corazón entonces las tinieblas del pesimismo podrán adueñarse de nuestro existir.

No permitamos que la vida nuestra, aquella que fue pintada con todos los colores del arcoíris el día de nuestro nacimiento se tiña de blanco y negro, de luto y sufrimiento por el solo acto negligente de no creer en uno y por pensar que somos seres incompetentes para enfrentar los desafíos del camino.

Dios no es injusto, Dios es un ser bondadoso por naturaleza y nuestros problemas, aquellos que llamamos problemas, son sus regalos de amor, los más importantes, aquellos que nos permitirán degustar a plenitud la existencia.

Cada problema, cada obstáculo, es una oportunidad inmejorable para ser mejores. Y ¿sabes qué?, Dios nunca te va a regalar un obstáculo que no pudieras enfrentar.

Piensa en eso. Piensa en ti. Piensa cómo te has sentido cada vez que has logrado superar “un problema en tu camino” y también te invito a pensar: ¿cuál debe de ser la mejor manera de enfrentar la vida?

¿Ya ves? La vida es un milagro de ternura que se repite a diario. Es un sueño que se rehace en cada segundo del tiempo, es cada nueva respiración en tu pecho y es cada acto noble que llevas a cabo por el solo hecho de dar y de ser solidario con el mundo que te rodea.

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