Políticos sin sentido de Historia
Por Juan Sheput – El Montonero
Cuando Max Weber se refiere a los políticos con sentido de Historia, explica que son aquellos que, teniendo una clara vocación política, tienen una orientación por generar bienestar para las presentes y futuras generaciones. También que son aquellos que tienen como una de sus principales preocupaciones el veredicto que la Historia haga sobre ellos. En esa preocupación tiene cabida la dimensión que les asignarán en el devenir histórico, si ese juzgamiento será cruel o gentil, y también el impacto y recuerdo que dejarán plasmados en las páginas que se escriban sobre ellos en la historia del país. Es notoria la referencia “weberiana” a “una clara vocación política”. Lo mismo hace Hannah Arendt para diferenciar al político de convicciones del banal advenedizo.
A lo largo de mi trayectoria pública he visto a varios políticos de firme vocación, preocupados por su papel en la historia y lo que se diga de ellos: Carlos Ferrero, Alan García, Valentín Paniagua, Javier Diez Canseco, son algunos. Esa obsesión por la historia hizo que sus acciones se moldearan y adecuaran a ese deseo, el deseo de trascender.
Y es así como cuando en setiembre del 2000 salieron a la luz los famosos audios que Vladimiro Montesinos grabó de una serie de personas (militares, políticos, actores, empresarios, etcétera), el prurito moral y lo que se diga de ellos en la historia, motivó a un puñado de congresistas a acortar el mandato parlamentario y presidencial, elegir a Valentín Paniagua como presidente del Congreso, y por tanto presidente constitucional del país, y convocar a elecciones generales para el primer domingo de abril del 2001. Ese mismo sentido histórico hizo que Paniagua, ya como presidente, rechazara los cantos de sirena que le pedían que se quede hasta completar el mandato de Fujimori en el 2005, hasta “renovar” todo el país, cuestión que él rechazó de inmediato. Se puede decir que había partidos, pero sobre todo había políticos que buscaban lograr un veredicto positivo de la Historia respecto al papel que jugaron al acabar el milenio.
Cuánta diferencia con lo que sucede ahora con algunas personas que son parlamentarios no por convicción sino como consecuencia de una pésima reforma política impulsada por Martín Vizcarra, y que sienten un profundo desprecio por la Historia y lo que se diga de ellos en las páginas que se escriba sobre ellos en estos tiempos. Es así que no les importa ser cómplices de un gobierno inundado de corrupción (llámese Pedro Castillo o Dina Boluarte), no ejercer ninguna fiscalización, elegir a un militar en retiro como presidente del Congreso en el año que esta institución celebra su bicentenario, convivir con investigables en diversos rubros, etcétera. No les importa el deterioro moral y el daño que le vienen haciendo al país y a las futuras generaciones. No les importa nada, solo llegar al 2026. Es comprensible: no tienen sentido de la Historia. No les importa lo que en las pocas líneas que la Historia del Perú les dedique digan de ellos.