El general limeño al que admiraron los arequipeños
Por Carlos Meneses Cornejo.
*Murió en 8Chile, pobre y entristecido después de haber liderado revoluciones a inicios de la República.
Manuel Ignacio de Vivanco Iturralde fue un jefe militar nacido en junio de 1806 en Lima y que murió a la edad de 67 años, en 1873, en Valparaíso. Eran los tiempos en que los generales peruanos creían que tenían derecho a ser jefes de Estado o presidentes de la República cuando llegaban al más alto grado en el rango militar.
Vivanco era un aristócrata colonial limeño, conspirador obstinado y, en el fondo, un monarquista nostálgico al terminar la colonia; su enemigo de vida fue Ramón Castilla y que casó con una arequipeña nacida en La Joya, quien lo remplazó en el gobierno cuando se ausentaba de la capital.
La pareja tuvo un sólo hijo que no tuvo trascendencia en la vida republicana. Vivanco debuta en sus afanes golpistas declarándose Supremo Director de la República el 28 de enero de 1844 y fue derrotado en la batalla de Carmen Alto el 22 de julio de 1844, en Arequipa.
Cuando estaba casi en la indigencia no aceptó una pensión alimenticia que le asignó Castilla, se dice que cada vez que los arequipeños hacían una acción revolucionaria la figura de Vivanco estaba presente en las convocatorias de las campanas al pueblo arequipeño que salía con fusil y revólveres en manos preguntándose cuál era la causa del conflicto y dónde estaba Vivanco.
Luchó contra la Confederación Perú-Bolivia, tras la batalla de Socabaya y combatió a Andrés de Santa Cruz y más de una vez escapó a Bolivia procurando evitar nuevos conflictos en Perú, luego volvía a Arequipa y cuando llegaba su esposa gobernaba el país.
Enemigo de Castilla, regresó a Perú desde Chile y fue él quien se asentó en Arequipa para enfrentarse a Castilla.
El agresor bloqueó la ciudad impidiendo que el agua de las acequias corriera por las calles para poder regar tierras y alimentar a la población, también tuvo un gesto en el que desconoció que Arequipa era la ciudad capital del departamento y convirtió a Tiabaya en sede de sus preparativos para ocupar la ciudad y en la nueva capital.
Los arequipeños resistieron el estado de sitio hasta que Vivanco decidió tomar la ciudad, ingresó a sangre y fuego disparando sin compasión. Mientras las mujeres se refugiaban en monasterios. Desde entonces se cuenta la leyenda de que habiéndose enterado Castilla que Vivanco se refugió en el Monasterio de Santa Rosa ordenó luego de mucho pensarlo que a tiros atacaran la propiedad eclesiástica por lo que se dice también que un pequeño Niño Dios que tenía una cabeza desproporcionada a su pequeño cuerpo caminaba por los muros de monasterio protegiéndolo de las balas.
Sobre tales combates con resultado de muerto y heridos, María Nieves y Bustamante escribió la novela Jorge, el hijo del pueblo. El niño cabezoncito sale en el mes de setiembre en procesión, mientras el empeñado en detener a Vivanco no se atrevió a entrar al monasterio.
En 1835, Cipriana de la Torre, sobrina del arzobispo limeño Francisco Xavier de Luna Pizarro y descendiente directa del conquistador español Juan de la Torre, casó con él y el hijo de ambos, Reynaldo de Vivanco contrajo nupcias con Domitila Olavegoya Iriarte.
Luego del combate en Arequipa, Vivanco debió volver por una vez más al destierro en Chile, había caído por una revolución nacionalista acaudillada por el coronel Mariano Ignacio Prado y después representó al departamento de Arequipa en la Cámara de Senadores entre 1868 y 1872.
Como era un hombre ilustrado la Real Academia Española de la Lengua lo designó miembro de número en el año de 1871 y el presidente José Balta le encargó la construcción del Palacio de la Exposición.
A su esposa se la reconocía como la Mariscala Cipriana, quien fue una mujer inteligente, impetuosa y representó a su marido, mientras el estuvo ausente de Lima.
Murió en Santiago, pobre y a veces maltratado por los chilenos, cuando escribía a arequipeños amigos suyos siempre habló muy bien de esta tierra, pero nunca aceptó ser reconocido, sino por estar casado con una arequipeña.