TESTAMENTO POLÍTICO DE HAYA DE LA TORRE
Por: Edgard Norberto “Beto” Lajo Paredes
El año 1979, a la muerte del Fundador del Aprismo, salió a la luz el texto “Manuscritos de Haya de la Torre”, editado por el Comité Ejecutivo Departamental de La Libertad del Partido Aprista Peruano; documentos “escritos el 08 de diciembre de 1965 (un día como hoy hace 58 años), en la víspera a someterse a una operación quirúrgica, calificada de alto riesgo, en la Clínica de la Universidad de Hamburgo – Alemania. Documentos que, en su momento tuvieron el valor de Testamento Ológrafo, pero, con el transcurso del tiempo, han venido en constituir el Testamento Político de Haya de la Torre; escritos con la serenidad y clarividencia propias de Haya, reflejando su profunda preocupación por los problemas del Perú de 1965”.
Transformación integral sin precipitaciones ni violencia. Fue enfático, “el país necesita de una transformación integral, llevada adelante sin precipitaciones ni violencias, pero con firme y tenaz voluntad de transformar el Perú en un país de verdadera estructuración democrático-social, liberado de su analfabetismo y del retraso económico y cultural en que vive puesto que sólo así habrá de alcanzar su efectiva justicia” (p. 13).
No hay que preguntar cuánto cuesta hacer la obra, sino, cuánto cuesta no hacerla. Lema hayista, cambia radicalmente la forma de pensar de gobiernos mediocres, quienes al proponer las obras que el país requiere, preguntan cuánto cuestan, al conocer su alto costo, la desechan, haciendo cosas pequeñas e intrascendentes. Haya ataca esta forma inerte de gobernar, replanteando la pregunta: ¿cuánto cuesta no hacer las obras necesarias? Reflexionando: cuesta muchísimo más no hacer las obras que necesitamos; y qué obras, en este aspecto, señala: “Vuelvo a mi repetido argumento sobre el imperativo de la industrialización del país y de la tecnificación máxima de todos los renglones de su producción”, plantea “un vasto programa de educación en todos sus aspectos de capacitación científica, técnica y artística de nuestra juventud y de su adiestramiento para que ella viva, trabaje y descuelle en el mundo” (p. 15).
La mejor riqueza de los pueblos. Agrega “nuestros Estados latino o indoamericanos deben dedicar su primera atención y solvencia a la capacitación cabal de las nuevas generaciones. El llamado ‘capital humano’, el hombre como ‘primer capital’, el cultivo y estímulo de la inteligencia, de las vocaciones superiores COMO LA MEJOR RIQUEZA DE LOS PUEBLOS, debe ser el designio de nuestros gobiernos”, continúa “De poco sirve vivir en países que guardan en su suelo inmensas riquezas inexploradas, potenciales, si los hombres que viven en ellos son ‘los mendigos sentados sobre el banco de oro’ -o de uranio, como en el Congo-, si sus juventudes, si sus hombres de trabajo no han sido educados, preparados, superados como expertos para el dominio de la naturaleza y para la transformación de su riqueza natural en ingente y eficaz instrumento de su emancipación económica” (p. 15 y 16).
Renuncia a cualquier beneficio del Estado. Haya aún, sabiendo certeramente, nadie de su familia iba a solicitar en su nombre ningún tipo de emolumento al Estado a su muerte, sin embargo, dejó en claro: “En mi testamento he renunciado, en nombre de mi familia, a que ningún miembro de ella pida o admita pensiones del Estado invocando mi memoria. Como político yo no he desempeñado ningún cargo público y no deseo que después de muerto aparezca alguien recibiendo dinero del Presupuesto de la República en compensación o pago de servicios que no he prestado. Desautorizo y rechazo cualquier pedido o propuesta, -más si ella viene del gobierno-, que se haga en tal sentido y tomando mi nombre como coyuntura” (p. 22).
Con esta inusual renuncia, actitud paradigmática, de escrupuloso respeto a los recursos y bienes públicos, Haya fue consecuente cuando asumió la Presidencia de la Asamblea Constituyente en 1978, donde renunció a su sueldo, siendo obligado por ley a cobrar S/ 1,00 (Un Sol mensual), también renunció a los privilegios del cargo: no aceptó vehículo con chofer y combustible oficial; no aceptó seguridad policial, indicando, vayan a proteger al pueblo; no hizo gastos de agasajos protocolares. Por única vez, hubo austeridad y superávit en la historia del Parlamento Nacional.