El Gobierno de la recesión cumple un año

Por César Gutiérrez

Luego de un año en el cargo, la presidenta Dina Boluarte y su premier Alberto Otárola no tienen logros que exhibir. Su gestión se ha caracterizado por la recesión, la transmisión de desconfianza a los agentes económicos, la incompetencia en la designación de altos cargos gubernamentales, las promesas con metas incumplibles, la propaganda de programas y acciones fallidas, el confort del viaje innecesario y el estatismo explícito, edulcorado con discurso nacionalista. Todo ello ante el malestar ciudadano y la tolerancia de los gremios empresariales. 

El inicio del período Boluarte fue turbulento, un primer trimestre con protesta social pidiendo su dimisión, por la promesa incumplida de marcharse en caso de que su antecesor, Pedro Castillo, fuese vacado. Se sumaron fenómenos climatológicos adversos que impactaron en el tránsito interprovincial y en actividades como la pesca y la agricultura, con su correlato en el resto de la economía. Estos hechos han sido repetidos desde el Ejecutivo como una letanía en los nueve meses restantes del año, como origen de la recesión que se vive. 

Por el lado de las grandes cifras macro, es un grave error haberle encargado el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) a una persona sin liderazgo como Alex Contreras, quien apostó por lo único que conocía, la inversión pública. Tenía al frente un gabinete con mínima experiencia en gestión pública y gobiernos regionales y locales que iniciaban mandato, y evidentemente estaban en etapa de aprendizaje. La promoción de la inversión privada le era ajena, era un desconocido para los sectores productivos y financieros. 

El producto final de un MEF sin rumbo ha sido tres trimestres de decrecimiento económico, que han totalizado una caída de 0.6% del PBI, en un contexto en el que el Banco Central de Reserva, de muy buena gestión, ha llevado la inflación interanual a tan solo a 3.4% y un tipo de cambio estable. Mientras tanto las promesas reactivadoras solo tienen acriollados títulos: “Con Punche Perú”, “Impulso MyPerú” y “Plan Unidos”; todos fallidos. 

La desconfianza también viene por la inseguridad, porque el crimen organizado se ha internalizado en la sociedad. Son hechos cotidianos la extorsión, el ajuste de los prestamistas del llamado crédito “gota a gota”, el tráfico de drogas (no solo de la tradicional cocaína sino también de látex de amapola), la minería ilegal controlada por bandas delincuenciales y el contrabando. Todo con la presencia de organizaciones criminales de procedencia venezolana, brasileña, colombiana, mexicana y albanesa, que se manejan con absoluta impunidad. 

A nombre de la promoción para que los inversores vengan al país, como un pretexto para salir de viaje, la mandataria inició un periplo turístico por la Santa Sede, Alemania y los Estados Unidos; siendo su mayor logro tomarse unas fotos al paso en los pasadizos con dignatarios. Frivolidad supina.

En simultáneo al discurso del MEF, desde el Ministerio de Energía y Minas (Minem) se propagandizó el estatismo setentero, con altisonancia patriotera. El responsable, el ministro Óscar Vera, más que líder de su cartera ofició de vocero de Petroperú, su fuente laboral de la cual está de permiso. Su visión ha sido simplona: para la petrolera estatal todo y para los privados la crítica, en un momento que la empresa pide auxilio a gritos al Ejecutivo, con cifras en rojo en todas las cuentas al III Trimestre. Para coronar la miopía del Minem se ofrecen inversiones en petroquímica en base al gas natural, mientras que en el mundo la apuesta es por productos descarbonizados. Voluntarismo excelso. 

Alguna esperanza de mejorar habría si tuviésemos designaciones de nivel en los cargos públicos; lamentablemente prima el amiguismo y la rotación frecuente. En esas condiciones no hay visos de mejores tiempos, y el pronóstico es que la inercia de la mediocridad continuará hasta el 2026, haciendo propicia la ocasión para la aparición de un nuevo outsider populista. Es hora de que lo que queda de grupos políticos y los gremios empresariales se conviertan en críticos permanentes y exijan un cambio de rumbo.

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