Mario Vargas Llosa: la libertad primero
Por Raúl Mendoza Cánepa – El Montonero
Mario Vargas Llosa se despide del columnismo tras setenta años que bien merecen una recopilación de todos esos textos en un libro, uno al que titularía: El intelectual valiente. Es importante sistematizarlos porque no aparecerá en muchas décadas un peruano que alcance su gloria. Premio Nobel, Academia Francesa, literatura inmortal, fama mundial, admiración a sus letras y seguidores ideológicos, columnismo universal.
Quizás se ha puesto énfasis en su titánica vida literaria, pero es importante rescatar al Vargas Llosa liberal, uno que cruzó los hilos de la libertad en todos los terrenos. Como Benjamin Constant: “o se es liberal en todo o no se es liberal en nada”.
Sabíamos que para el Nobel la honestidad intelectual es fundamental, su última columna en El País (17 de diciembre de 2023) retrata a ese intelectual comprometido que firma con la verdad y que aconseja a los jóvenes defender esa verdad, pese a toda consecuencia. Esa verdad que puede confrontarlo todo o salirse de la línea editorial del medio en el que escribe; esa verdad que lleva al escritor a no escribir para los lectores, sino para la realidad; esa verdad que parece al satyagraha de Gandhi en la búsqueda de la frontalidad total y suicida, pues hay mentira en las verdades a medias.
Vargas Llosa no solo declara su honestidad intelectual, la demostró décadas atrás en una elección política que hubiera tenido asegurada si mentía, pero optó por la verdad en medio de esa casta de demagogia y medias verdades que era (y aún es hoy) la clase política peruana. En el mundo de maquiavelos y bribones tenía una desventaja, pero como alguna vez lo dijo, parafraseando a Albert Camus: “no es el fin el que justifica los medios, sino los medios los que justifican el fin”.
El primer artículo de Vargas Llosa en El País fue “Elogio a la dama de hierro”, una mirada a Margaret Thatcher en diciembre de 1990, una estadista que no tuvo temor de confrontar con la reina en nombre de la verdad, heroica inspiración.
Si un personaje, junto a Luis Alberto Sánchez, inspiró la pluma e ideología de este columnista fue Vargas Llosa. Para un joven recién salido del aula escolar, el liberalismo era un misterio, como lo era Popper, Berlín, Hayek, Friedman o Mill. Vargas Llosa encendió esa joven inquietud por conocer a los doctrinarios liberales o de mente abierta y la tarea lo condujo a leer y a blandir la espada de la libertad en los claustros universitarios, donde el liberalismo era una excentricidad y luego en los medios y en cuanta congregación estuviera dispuesta a escuchar o leer. Vamos, que hablar de uno mismo en tercera persona suena forzado, sirve a las formas. Sin Vargas Llosa no afirmaría las ideas que afirmo, con certeza. El primer bocado fue sobre el placer, entrevistas en las que conocí La literatura y el mal de Bataille a través de Vargas Llosa.
Se puede hacer pedagogía política sin partido, pero el Movimiento Libertad había aparecido como una luz en la marejada oscura del error y debió ser la base de un partido liberal que hubiera sobrevivido al tiempo para la enseñanza de la libertad. Y si no gobernó desde 1990, quizás Libertad hubiera liderado la carrera en 2001 y aún ahora sería el faro de una creencia fundamental en un mundo de relativismos. Siempre hay tiempo, como lo hay para decir las cosas como son, aunque incomoden.