Una pausa para mirarnos, abrazarnos y sentirnos
Por: Rubén Quiroz Ávila
Instauradas por la cristiandad, y más allá de nuestras creencias, las navidades nos recuerdan que hay territorios que son ocasiones para estar juntos. Ese aspecto laico, social, fraterno, que tiene la Navidad, es motivo suficiente para asumir una ocasión de reunirse con aquellos que amamos. Lo que nos permita congregarnos, siempre es un inexcusable, precioso y suficiente motivo. Hay tanto que nos separa que cualquier tregua es bienvenida. Procuremos una zona de amor entre nosotros todas las veces que podamos.
Pero no todos tienen qué celebrar. Las fiestas no son iguales para todos. Hay quienes en estas fiestas tienen que estar trabajando porque debe mantenerse los niveles de operatividad mínimo en las cuestiones esenciales del sistema social. De ese modo, en plena Navidad hay individuos que están alertas y vigilantes en hospitales, estaciones de bomberos, medios de comunicación, industrias, etcétera. Siempre tiene que haber personas que cuiden a otras y estén muy atentas a que siga funcionando el mundo. A la vez, hay muchas personas que están en las calles, en sus puestos itinerantes, que intentan trabajar sin descanso, literalmente para sobrevivir. No tienen otra opción.
También están las personas migrantes, que lejos de los suyos, entre tanta pena, pueden encontrar un intervalo para recordar el cariño mutuo. Desarraigados de sus patrias, a cientos de kilómetros de sus familiares, son también quienes requieren reafirmar el afecto y esa valentía de seguir luchando.
Están aquellos que en estas fiestas tendrán un asiento vacío. Una ausencia inmensa, amarga, profunda, en la que las navidades más bien pueden ser inaceptables. Los villancicos parecerán bandas sonoras de tortura. Sabemos que es sumamente difícil encontrar palabras adecuadas, suficientes, exactas para describir la dimensión del desconsuelo. Por eso, decirles feliz Navidad a estos espíritus puede ser un despropósito. Tal vez, darles un fuerte abrazo comprensivo, permanente, conversar con calidez, acompañar su espacio puede aliviar un poquito la indescriptible congoja.