Soseki, el terco
Por Fátima Carrasco
En 1984 el gobierno japonés decidió que en los billetes de mil yenes apareciera la imagen de Natsume Soseki. Fue un homenaje del país a uno de sus escritores más populares. Natsume Kinnosuke nació en 1867 cerca de Edo, la actual Tokio. Descendiente de una familia de antiguos samuráis, aunque cuando él llegó al mundo se encontraban en franca decadencia. Fue el menor de seis hermanos. A los dos años sus padres lo entregaron a un matrimonio de empleados suyos, con quienes vivió hasta los nueve años. En 1884, con el apoyo de su familia se matricula en la Universidad Imperial de Tokio para estudiar Arquitectura, pero le interesaba más la Filología Inglesa.
Dos años después, animado por un poeta amigo suyo, empezó a escribir haikus, que serían publicados con su seudónimo, Natsume Soseki (que significa terco).
Ya graduado en Filología Inglesa, empezó a trabajar en la Escuela Normal de Tokio. Dos años después fue enviado a la apartada Escuela Normal de Matsuyana, en la isla de Shikoku, experiencia que le serviría como material literario para su celebrada novela «Botchan», publicada en 1906.
En 1896, como era previsible, el inquieto autor en ciernes renunció a su trabajo y se dedicó a dar clases en el Instituto de la ciudad de Kumamoto, donde conocería a su futura esposa, Kyoko Nakane.
Cuatro años después, con una exigua beca otorgada por el gobierno japonés, presumiblemente para mejorar sus conocimientos en el idioma, Natsume viajó a Inglaterra, donde vivió los siguientes dos años -los más tristes de su vida, según propia confesión- callejeando y leyendo sin parar, entre penurias sin fin.
El testimonio de tal viaje se publicaría años después en forma de crónicas en el diario japonés Asahi.
En 1902 regresó a su país contratado por la Universidad Imperial de Tokio para sustituir al escritor grecoirlandés Lafcadio Hearn en las clases de Literatura Inglesa. Al año siguiente publicó sus haikus y otros textos literarios en distintas revistas.
Pero su popularidad y consolidación como escritor llegó en 1905, con la publicación de “Soy un Gato”. Como en las “Opiniones del Gato Murr Sobre la Vida”, escrita en 1882 por E. T. A. Hoffman, “Soy un Gato” está narrada en primera persona —o más bien, en primer gato— por un agudo y observador felino. El gato de “Soy Un Gato” no tiene nombre, es mal tratado —y peor alimentado— por la cocinera, las traviesas hijas, la esposa de su benefactor, el algo ridículo maestro Kushami, quien tampoco presta demasiada atención al lindo gatito, enfrascado en actividades cultural-intelectuales tan peculiares como investigar el ahorcamiento como método de ejecución en La Odisea. El maestro, además, tiene ínfulas artísticas, aunque no goce del respeto ni de su propia familia ni del vecindario en general. Hay en la novela una galería de personajes inolvidables, como la gata Mikeko y su arpista —aunque más bien, es la arpista quien cree ser dueña de la gata— la vecina llamada La Gran Nariz Kaneda por el socarrón felino y los amigos del maestro, como el parlanchín Meitei. Natsume supo retratar las flaquezas de la burguesía de su tiempo.
Las prolijas y sencillas descripciones de la sociedad de su tiempo y su tono irónico, pero en el fondo amable, con abundantes notas eruditas y aclaratorias a pie de página, que revelan el vínculo entre la sociedad de su tiempo y la cultura anglosajona, destacan en la novela.
Un año después publicó la también exitosa “Botchan”. También narrada en primera persona, el protagonista es un joven huérfano, sin familia, excepto un hermano con quien pierde el contacto, engreído por la noble y abnegada niñera Kiyo, cuyo primer trabajo como profesor de matemáticas le obliga a viajar a una remota isla. Botchan —que significa señorito, el apelativo con que se dirige al prota Kiyo— fue adaptada al cine y al teatro en diversas ocasiones.
Botchan narra su traviesa y temeraria infancia con nostalgia y algo de culpa por su irreflexivo carácter, que desespera a sus padres a tal punto que lo castigan enviándolo a la casa de Kiyo. Quizás sea éste un elemento autobiográfico, del mismo modo que lo es la narración de la vida en una pequeña localidad en la que el concepto de privacidad parece diluirse entre alumnos bromistas, colegas algo ridículos y chismes continuos sobre nimiedades.
El argumento es similar aunque opuesto al de Sanshiro, publicada dos años después: el prota, Kyushi, es un joven isleño, un provinciano que migra a Tokio para estudiar en la Universidad, donde traba amistad con el tarambana Yojino.
“Kokoro”, publicada en 1914, está considerada su obra maestra y coincide con la madurez del autor. Como en todas sus obras —casi una veintena— los personajes de Soseki nos ofrecen una nueva lección de humanismo, según Kenzaburo Oé.
Soseki dejó una obra inacabada de título alegórico: “Luz y Oscuridad”. Murió en 1916 en Tokio, por causa de una úlcera estomacal.