Este año se cumple el centenario de la muerte de Joseph Conrad.

La historia de la literatura inglesa incluye en su aristocrática galería el retrato de un hombre que no nació en Inglaterra y que aprendió el inglés recién a los veinte años, después del francés, y del polaco, su lengua materna. Su verdadero nombre era Teodor Konrad Nalecks Korseniovski pero lo cambió, para fines editoriales, por Joseph Conrad.

Su obra incluye una docena de novelas, cuentos y algunos ensayos. Son celebradas por la crítica en especial un par de novelas, “Lord Jim” y “Nostromo”, las novelas cortas “Tifón” y “Corazón de las tinieblas”, y varios de sus cuentos. Falleció en la pobreza, en 1924. A mediados del siglo XX la crítica europea estructuralista descubrió la excelencia de su literatura. Aunque la cosmovisión literaria de Conrad es trágica su tono no lo es. Su prosa ha sido reconocida como poética, densa, convulsiva. Uno de sus críticos dijo que “su escritura no es tanto verbal cuanto visual, algo que hay que entrever a través de una bruma de oraciones, como entre una neblina ribereña». Esto último, lejos de ser un defecto está entre sus mejores atributos: la capacidad de ambientar como pocos las historias con un ámbito simbólico idóneo a las acciones y al tema.

El Taller de Escritura Creativa “Orovilca” este año estará dedicado a analizar las técnicas de dos cuentos de Conrad: “La laguna” y “La posada de las dos brujas”, y la novela corta “Corazón de las tinieblas”.

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