El fraude científico continúa
Por: Rubén Quiroz Ávila
A pesar de la visibilización mediática del fraude científico tanto en la producción como en la publicación de papers, las acciones que se han tomado son todavía inocuas y no va al centro del problema que ha creado un sistema de distorsión colosal. Como en el caso del conocido efecto Cobra, sucedido en la India, en la que la solución tiene efectos más nefastos que el problema, en este caso, la recompensa monetaria por cada paper publicado ha generado tanto una oscura industria paralela, así como un crecimiento productivo falsamente exponencial de seudocientíficos. Es decir, un incentivo cuantioso en buenas intenciones que ha terminado siendo un factor que persuade a multiplicar la publicación, ya no por la ampliación del conocimiento científico sino, terrenalmente, solo para ganar dinero.
Por lo tanto, mientras se mantenga este equivocado modelo y no se pase a uno con otros tipos de alicientes, continuará una falsa producción, principalmente en las universidades que tienen laxos y descuidados sistemas de control ético. Hay, por supuesto, instituciones en las que una adecuada y justa discrecionalidad de los recursos han sido la clave para que se mantenga altos niveles de producción científica y, indudablemente, con innegociables parámetros de integridad científica. Hemos ido permanentemente sosteniendo que la comunidad debe protegerse de los sectores que han armado un complot contra el prestigio de la ciencia, ya que son cómplices de una concepción errada, tanto ética como epistémicamente, de lo que significa la ciencia.
Lamentablemente, la impunidad sigue siendo una característica casi estructural. Ante mecanismos de supervisión que reaccionan tarde y mal, o, simplemente, no vigilan o no existen, campean estratagemas en que ciertos individuos le dan vuelta a un modelo con brechas gigantescas y sin control, para hacer de la ciencia solo un pretexto para sus tropelías. Y han ganado muchísimo dinero mientras tanto. Y lo siguen haciendo, ya que, a la vez, en ese círculo vicioso ya denunciado, algunas instituciones lo mantienen para ganar posiciones en los rankings. Esto es un gravísimo atentado contra la naturaleza misma de la ciencia.
Entonces, también debe desactivarse cualquier medición en la que la información es incompleta o deformada. Si los papers, un grupo de ellos, son consecuencia de malas prácticas, entonces, no deben ser contados en los rankings. Si se les incluye, proyecta una imagen incorrecta de la organización y, a la vez, deforma su presencia ante la sociedad. Es la propia universidad la que tiene que otorgar la seguridad del absoluto cumplimiento de todos los estándares correspondientes y, por supuesto, hacerse cargo de ella. Además, no debe incluirse en los resultados globales de los rankings todo aquello que tiene un cuestionamiento tan profundo y fundamental para la existencia misma del ecosistema científico.